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“Feminismo vibrante” o el derecho al placer de las mujeres sin culpa ni pudor BRAGA

“Feminismo vibrante” o el derecho al placer de las mujeres sin culpa ni pudor

En “Feminismo vibrante” (Roca Editorial) lo político y lo íntimo se dan la mano para reflexionar, sin eufemismos, acerca de todas las losas que el patriarcado ha puesto sobre la vida sexual de las mujeres: culpa, vergüenza, pudor, promiscuidad, negación, insatisfacción, silencio, estigma, hostilidad y miedo.


Con la culpa y el pudor como punto de partida, el libro “Feminismo vibrante”, de la periodista Ana Requena Aguilar, trata de contribuir a una conversación colectiva que reivindique el derecho al placer negado a tantas mujeres y que pueda servir a muchas de ellas como espejo donde identificar sus vergüenzas, pero también sus ganas de hablar de sexualidad.

“Hemos roto el silencio sobre la violencia sexual, pero esto debería ir acompañado también de una ruptura del silencio respecto a nuestro placer y a nuestro deseo”, afirma a Efeminista Requena Aguilar (Madrid, 1984), redactora jefa de Género en eldiario.es, a propósito de la publicación del libro.

En “Feminismo vibrante” (Roca Editorial) lo político y lo íntimo se dan la mano para reflexionar, sin eufemismos, acerca de todas las losas que el patriarcado ha puesto sobre la vida sexual de las mujeres: culpa, vergüenza, pudor, promiscuidad, negación, insatisfacción, silencio, estigma, hostilidad y miedo.

Un peso que conocen muy bien las mujeres que nos precedieron y por eso, en un afán por “reivindicar a las mujeres de generaciones a las que les ha sido negado su deseo de manera tan sistemáticamente; su deseo por todo, no sólo su deseo sexual, sino su deseo por poder llevar una vida autónoma y más independiente”, la creadora del blog Micromachismos dedica el libro a sus dos abuelas.

Feminismo vibrante: reivindicar el placer

Pregunta.- ¿Cuál es el objetivo de “Feminismo vibrante”?

Respuesta.- Mi objetivo era hablar del feminismo del goce, un discurso muy fuerte en Latinoamerica, y traerlo a España. Y tratar de darle un toque a este discurso sobre la violencia sexual que hemos tenido en España tan fuerte en los últimos años, que ha sido muy importante y muy necesario. Hemos roto el silencio sobre la violencia sexual, tenemos que seguir haciéndolo, pero esto debería ir acompañado de una ruptura del silencio respecto a nuestro placer, a nuestro deseo. Y respecto a reivindicar a las mujeres como sujetos deseantes y sexuales, que además de mostrar lo que no quieren, pueden señalar lo que sí.

Violencia sexual silenciada

P.- Hablando de la violencia sexual, la semana pasada se conocía la Macroencuesta de Violencia contra la Mujer de 2019 que incidía en las violencias sexuales. ¿Qué relación tienen estas violencias con ese feminismo del goce que ve tan necesario?

R.- Hubo varios datos de la macroencuesta que me hicieron reflexionar sobre mi libro. Lo conecté porque el porcentaje de mujeres que sufren violencia sexual y que denuncian, que acuden al sistema, es bajísimo (el 8 %). Y cuando miras las razones por las que las mujeres que han sufrido algún tipo de agresión sexual no acuden al sistema, lo primero que aparecía era la vergüenza, y también el miedo a no ser creídas.

Eso está profundamente relacionado con un estigma social que tenemos aún muy vivo. Un estigma que sitúa a las mujeres como los objetos y no como los sujetos. Y que nos hace casi responsables de nuestra valía y de nuestro respeto. Es decir, si no te respetan, si te agreden, si se pasan contigo, la respuesta a por qué eso sucede está en nosotras. No está en ellos. No está en el machismo. En nuestra sociedad siempre se pone el foco sobre nosotras y eso hace que al final sintamos vergüenza y pudor.

Es una barrera que el sistema tiene muy bien puesta para que nosotras mantengamos ese silencio sobre la violencia sexual, sobre la violencia en general y también sobre nuestro placer.

“Hablemos de nuestras culpas y rebelémonos”

P.- Escuchando estas palabras y leyendo el libro, resuena la palabra culpa. ¿Cómo nos deshacemos de esa culpa?

R.- Creo que es importante el discurso colectivo, es decir, más allá de la responsabilidad individual que cada cual tiene, esto es una cuestión colectiva. El primer paso es que colectivamente hablemos del deseo, que hablemos de placer, de las experiencias que hemos tenido, de cómo nos han hecho sentir estas experiencias.

Hablemos de nuestras culpas y rebelémonos colectivamente.

Hacer política y feminismo de la intimidad

P.- Desde el feminismo se cuestionan los roles de género y esa socialización diferenciada, pero quizá en el tema de la sexualidad hay un tabú que hace que no se hable tanto. ¿Cómo se hace política de la intimidad? ¿Cómo se pueden cambiar las reglas o las dinámicas de algo que no está escrito, de lo que no se habla?

R.- Justamente lo digo en una frase, que queremos hacer política y feminismo de la intimidad. Algo que al final ha sido uno de los grandes objetivos del feminismo desde hace muchos años, conectar lo íntimo y lo privado con lo político y lo social. Por eso la frase de lo personal es político.

Y ¿por qué no se habla? Creo que se juntan varias cosas. Por un lado, muy hábilmente, se ha construido esa sensación de libertad sexual. Porque efectivamente comparadas con nuestras abuelas, nuestros hábitos sexuales o de cómo nos relacionamos han cambiado un montón. Pero esa libertad sexual se construyó de una manera más superficial y sin cuestionar ese iceberg de valores, de estereotipos, de ideas. Y, sobre todo, sin que nosotras mismas hayamos formado parte públicamente de una conversación sobre lo que queremos.

Y luego está el pudor a hablar de esto y el pudor de las mujeres. Nos cuesta mucho situarnos como esos sujetos deseantes porque conlleva una penalización social de muchos tipos.

El Satisfyer y el tabú de la masturbación femenina

P.- Precisamente este año, con el boom del Satisfyer, hemos visto a muchas mujeres hablando de su sexualidad. ¿Qué supone este paso?

R.-Me parece que juega un papel importante en la medida en la que nos está haciendo romper el tabú sobre el autoplacer y la masturbación femenina. Es algo que hemos tenido muy en las profundidades. Precisamente por ese miedo a la hipersexualización o al señalamiento y porque nosotras mismas y la sociedad ha considerado que nuestro placer era secundario.

El Satisfyer ha sido un boom, un despertar del autoplacer de forma colectiva.

Nos ha ayudado a sacarlo afuera, a hablarlo en las redes sociales, en los grupos de amigas, a que se regale… Me parece que implica sacar del armario ese autoplacer.

P.- En el libro aparece el concepto de brecha orgásmica, ¿qué es?

R.- Quería hablar de la brecha que creo que hay de placer general entre hombres y mujeres. Todas las mujeres arrastramos una insatisfacción con el tipo de placer o de sexo que tenemos porque está construido de una manera que nos pone a nosotras como actrices secundarias o que no tiene en cuenta nuestro placer.

Y que además se alimentan de otras cosas, como por ejemplo, de una brecha que las mujeres tenemos con nuestro propio cuerpo. Lo solemos sentir como algo hostil porque el patriarcado nos hace ver a nuestros cuerpos como algo a cambiarun lugar en el que sentirnos mal.

Paternalismo sexual, ¿qué es?

P.- Al final del libro también habla de paternalismo sexual…

R.- Uso este término porque creo que tenemos que tener cuidado con ciertos relatos que hacemos para reforzar ese “yo te creo” y para mostrar nuestro apoyo a las mujeres que sufren violencia sexual. Tenemos que tener cuidado para que todo eso no genere discursos que son contraproducentes. Por ejemplo, muchas veces y de forma bien intencionada, cuando conocemos alguna agresión sexual y que a lo mejor ha sido cometida por varios hombres o en un contexto en un portal o en un baño, decimos comentarios del estilo “¿por qué una mujer iba a querer tener sexo con un desconocido en un baño? ¿Por qué iba a querer tener sexo con cinco hombres?”

Y es que la cuestión aquí no es lo que le apetezca hacer a una mujer. Una mujer que ha sido violada, a lo mejor si quería tener sexo. La cuestión no es qué decimos, no es si llevamos falda o no, la cuestión no es si nos apetece tener sexo de una manera o no.

Si se rompe nuestro deseo, nuestro consenso, nuestro consentimiento, eso es una agresión sexual.

No debemos caer en esa trampa, porque entonces las propias mujeres que sufren violencia sexual se encuentran con que en los juicios tienen que negar su autonomía sexual para ser creídas. Y eso en ningún caso tiene que ir en contra de nuestra credibilidad ni de nuestro relato.

Identificar la violencia sexual más invisible

P.- ¿Cuesta identificar como violencia sexual todas esas situaciones en las que, por ejemplo, no quieres ir más allá, pero él insiste en seguir y sigue?

R.- Vivimos en un contexto en el que hay violencia y miedo para nosotras y en el que en algunos de esos encuentros, podemos temer las consecuencias de decir que no o de imponernos.

La violencia sexual se produce muchas veces en contextos en los que esa relación ha empezado de forma consensuada y, sin embargo, el hombre lo quiebra y se produce la agresión sexual. Y esto es un tipo de violencia sexual, es un tipo de comportamiento muy normalizado. La masculinidad se construye sobre la hipersexualización, sobre su derecho a la insistencia, su derecho a cuestionar lo que queremos nosotras y su derecho a cuestionar nuestro no.

El patriarcado ha construido una imagen de la violación tan concreta y tan estereotipada, que es la de un hombre que te asalta repentinamente y que no conoces, que por supuesto ocurre y es terrible, pero que nos hace menos capaces de identificar otro tipo de comportamientos como violencia sexual. Pero es que, además, el sistema judicial, policial y de atención social, también identifica menos esa otra violencia sexual. Y ahí es donde nos sentimos cuestionadas, donde nos sentimos incómodas y donde muchas mujeres prefieren, aunque se hayan dado cuenta, no denunciar.

P.- ¿Está ahí la lucha actualmente?

R.- Si, yo creo que hay una batalla clara que es ampliar ese concepto de violencia sexual, ampliarlo socialmente y hablar de esas violaciones y que el sistema se encargue de ese tipo de violencia sexual. Y que se complete el discurso con el de los sujetos deseantes y con el de que no tengamos pudor.

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