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“GEAS”, doce pioneras en la geología para inspirar a nuevas generaciones BRAGA

“GEAS”, doce pioneras en la geología para inspirar a nuevas generaciones

En general, todas tuvieron reconocimientos tardíos, como le pasó a Marie Tharp, que cartografió en 1977 el suelo de los océanos pero “no se le reconoció hasta la década de los 90, a pesar de que en sus mapas está la base de la teoría de la Tectónica de Placas”; o el caso de Inge Lehmann, autora de la discontinuidad de Lehmann, pero que “pocos estudiantes de Geología saben que esta discontinuidad que separa el núcleo interno del externo de la Tierra, fue formulada por una mujer“.


A muchas mujeres aisladas y sin reconocimiento les debemos grandes descubrimientos científicos. Ellas fueron, por ejemplo, la base para la Teoría de las Placas Tectónicas en 1970 y descubrieron qué separaba el núcleo de corteza terrestre. Ahora el proyecto editorial “GEAS” busca dar voz a científicas, sobre todo geólogas, que vivieron una profesión históricamente masculina.

En una entrevista con EFE, sus autoras, las geólogas granadinas Rosa María Mateos y Ana Ruiz Constán, han explicado que con “GEAS” querían mostrar a un público no experto en la materia “el abanico de disciplinas a las que se pueden dedicar un geólogo o una geóloga, y dar a conocer referentes de la geología que son poco conocidas, como, en general, pasa con todas las científicas”.

Mateos y Ruiz Constán, que para el libro han contado con el auspicio de la Comisión Mujeres y Geología de la Sociedad Geológica de España y la Asociación de Servicios de Geología y Minería Iberoamericanos (ASGMI), preparan ya una edición en inglés y francés con el apoyo de la Federación Europea de Geólogos.

Conociendo los sedimentos de la geología

Ruiz Constán señala que “las geólogas pioneras comenzaron en la paleontología, porque era un trabajo de recolección, de clasificación, que casi se asignaba más a lo que eran entonces los roles establecidos de género en las mujeres”.

Sin embargo, en la selección de las doce geólogas han abierto el abanico a otras especialidades como “la astrogeología, la paleoantropología, la vulcanología, la geofísica o la astrogeología”.

A través de estas doce geólogas de diferentes épocas se puede observar “la evolución de la mujer en la ciencia, y que en los últimos años ha comenzado a ocupar puestos de responsabilidad”.

Algunas de ellas también “supieron crear cantera de nuevas generaciones de geólogas” como Florence Bascom, “la primera en casi todo en EEUU, o la española Carmina Virgili, que llegó a ser secretaria de Estado con Felipe González, o la mexicana María Fernanda Campa, que propugnaba que los recursos naturales debían estar al servicio del pueblo”.

Abonando las vocaciones geológicas

En España, la primera geóloga fue también una paleontóloga, la granadina Asunción Linares (1921-2005), que abrió el departamento de paleontología en la Universidad de Granada, y fue la primera catedrática de una facultad de ciencias en España, mientras Carmina Virgili, especialista en Estratigrafía, fue la tercera catedrática.

El libro se estructura por orden cronológico, desde la primera paleontóloga, Mary Anning, nacida a finales del siglo XVIII, que no tenía formación alguna, era de origen pobre, y empezó con la recolección de fósiles para sobrevivir vendiéndolos como “curiosidades”, hasta la última, Kathryn Dwyer Sullivan, todavía viva, que el año pasado, en plena pandemia bajó al punto más bajo de la Tierra, en el Océano Pacífico.

Aunque en su tiempo le hicieron la vida imposible, en la actualidad los ingleses han recuperado la figura de Mary Anning, que ocupa un lugar destacado en el Museo de Ciencias Británico.

Mateos destaca asimismo la figura de Mary Leakey, esposa de Louis Leakey, que “descubrió las primeras huellas humanas en la garganta de Olduvay, y que tampoco tenía formación científica, pero llegó al mundo de la ciencia como ilustradora“.

El denominador común

Ruiz Constán subraya que “todas estas mujeres tienen un denominador común, fueron excepcionales para su época, en su mayoría renunciaron a la maternidad, y si estaban casadas sus parejas se dedicaban a lo mismo que ellas“.

En los perfiles de hombres, añade, no se observa ese desfase entre gente soltera y casada, “y más en un ámbito como la geología que requiere largas estancias fuera de casa”, y “aunque haya pasado un siglo, todavía habrá geólogas o científicas que vean lugares comunes de cosas que todavía siguen pasando actualmente“.

Mateos observa otro elemento común: “muchas contaron con el apoyo de un hombre o de varios, como le pasó a Marguerite Thomas Williams, primera afroamericana con un doctorado en geología, que tuvo el apoyo de un profesor asentado en el mundo académico que creyó en ella, o a la australiana Dorothy Hill”.

En general, todas tuvieron reconocimientos tardíos, como le pasó a Marie Tharp, que cartografió en 1977 el suelo de los océanos pero “no se le reconoció hasta la década de los 90, a pesar de que en sus mapas está la base de la teoría de la Tectónica de Placas”; o el caso de Inge Lehmann, autora de la discontinuidad de Lehmann, pero que “pocos estudiantes de Geología saben que esta discontinuidad que separa el núcleo interno del externo de la Tierra, fue formulada por una mujer“.

Ambas coordinadoras elogian el trabajo de la ilustradora Nívola Uyá, que “no solo ha representado a la pionera tal y como es físicamente, sino que ha cuidado detalles de su trabajo, y las muestra trabajando en activo con sus herramientas de campo”.

A pesar del éxito que está teniendo la primera edición “simplemente con el boca a oreja”, Mateos y Ruiz Constán piensan que “la geología está cada vez más relegada en los planes de estudio, y recuerdan que “hay un geólogo detrás de minerales estratégicos fundamentales para el desarrollo tecnológico actual como el coltán o el neodimio”.

GEAS” se puede adquirir a través de la red de librerías Paulinas.

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