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Feminismo neurodivergente y el camino para ‘‘tener las mismas oportunidades que las personas neurotípicas’’ BRAGA Créditos: Andrea Huerta (@awksndreaa)

Feminismo neurodivergente y el camino para ‘‘tener las mismas oportunidades que las personas neurotípicas’’

Valentina Paredes
Por : Valentina Paredes Periodista en El Mostrador Braga
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Según el estudio internacional,‘‘Epidemiología del autismo’’, existe un alto número de mujeres que son diagnosticadas de forma errónea o tardía. Debido a esta situación, es que muchas de ellas reciben terapias incorrectas o ni siquiera se les ofrece algún tipo de ayuda. Esto es una de las principales barreras que las mujeres neurodivergentes deben afrontar en la actualidad, sin embargo, no es la única. Exclusión laboral, o incluso cuestionar sus habilidades maternales son algunas de las otras discriminaciones a las cuales se ven expuestas.


Las brechas y violencia de género han dejado en evidencia cómo históricamente y hasta la actualidad, las mujeres no solamente son discriminadas por el simple hecho de ser mujer, sino también puede existir una doble vulneración que puede ser por su raza, etnia e incluso por ser neurodivergentes.

Este último término no es tan conocido y, de hecho, se le asocia principalmente a personas dentro del espectro autista, pero ser una persona neurodivergente se traduce en poseer características neuronales o cerebrales diferentes a las del promedio. Es decir, se incluyen también a quienes presentan esquizofrenia, dislexia, dispraxia, epilepsia, etc.

Las mujeres que poseen tales características han existido desde siempre, así también las barreras que deben afrontar. Es por esto que, en los años 90 aproximadamente, surge el movimiento feminista neurodivergente.

Tienen como principal bandera de lucha visibilizar a las mujeres que no son neurotípicas, así como también evidenciar que vivimos en una sociedad no inclusiva que dificulta más el pleno desarrollo de ellas.

Para conocer en mayor profundidad las demandas del movimiento neurodivergente, así como las barreras a las que deben afrontarse en su día a día, El Mostrador Braga conversó con dos feministas, parte de este movimiento; Ignacia Galli Jeria de Chile y Verónica Gómez de Perú.

Diagnósticos tardíos

‘’Desde pequeña sufrí de depresión y siempre he vivido con ansiedad, ya que siempre se me obligaba a tener un cierto comportamiento’’, relata Verónica Gómez, de actualmente 34 años.

Al llegar a su adolescencia, a Verónica se le diagnosticó depresión, déficit de atención y trastorno de ansiedad generalizado. Debido a esto fue que comenzó a medicarse, sin embargo, los episodios depresivos y ansiosos no cesaban. A esto se le sumaba la presión que tenía por socializar y generar amistades, aun cuando para ella fuera algo difícil.

‘‘Me volví adicta a los ansiolíticos y a mezclarlos con alcohol, esto para poder socializar, pero llegaban los domingos y cuando estaba sola vivía mis peores momentos depresivos. Mi mamá trataba de ayudarme, pero no sabía cómo», cuenta la activista que actualmente vive en Lima.

Con el tiempo, Verónica se recuperó poco a poco de su adicción y conoció a su actual esposo. Posteriormente, quedó embarazada, inesperadamente para ella, volvió su ansiedad y episodios depresivos, situación que no comprendía por qué la seguía afectando aún tras terapias.

A partir de ahí, comenzó a averiguar por su cuenta sus síntomas y decidió ir con una psiquiatra para consultar sus constantes episodios de ansiedad y depresión. ‘‘Casualmente ella -la doctora- era especialista en adultos autistas, y me dijo ‘Verónica, tú tienes un perfil de autismo’. Entonces le pedí que me hiciera un diagnóstico’’.

Al mes -tiempo que toma realizar la evaluación-, y con 34 años, su psiquiatra le entregó los resultados. »Ella me dice, sí, que soy autista».

Estos diagnósticos tardíos y erróneos, lamentablemente son una situación recurrente y que se extienden alrededor del mundo. Según la investigación internacional, ‘‘Epidemiología del autismo a través de grupos de edad y niveles de habilidad’’, existe una proporción significativa de mujeres con TEA que no son identificadas, y sus diagnosis muchas veces son confundidos con trastornos de la alimentación, depresión, ansiedad, etc.

Una situación similar fue la que vivió Ignacia (27), quien a sus 20 años le comunicaron que padecía de depresión mayor. Sin embargo, esto no fue lo único. Su epilepsia fue algo totalmente inesperado y de lo cual se enteró, justamente, debido a un mal diagnóstico.

‘‘Me dieron una pastilla para la ansiedad que tenía efectos secundarios en personas con epilepsia’’, cuenta. Esto produjo que Ignacia sufriera una crisis que fue posteriormente evaluada por especialistas de salud.

‘‘Al ir al neurólogo se dieron cuenta de que los indicios de epilepsia los presentaba desde muy pequeña, entonces era algo que tenía hace mucho tiempo’’, detalla. Para ella, enterarse de esto y a tan avanzada edad fue como ‘‘recibir un balde de agua fría’’.

Otras barreras

La problemática anterior no es la única. Otro punto que señala Verónica, al cual se debe afrontar y ha observado que es algo muy común que afecta la comunidad neurodiversa, es el masking. Este término se acuña cuando una persona trata de esconder su diagnóstico, es decir, se obliga a comportarse de una forma ‘‘apropiada’’ o a socializar por presión. 

El masking es una situación que es más recurrente en mujeres debido a la discriminación que también ocurre por razón de género.

‘‘Si ya a las mujeres nos ven incapaces, cuando hablas de tu neurodivergencia es peor.  Te van a ver como alguien incompetente y de hecho muchas veces lo asocian con una discapacidad intelectual, cuando no siempre van de la mano’’, detalla la activista de Perú.

Por otro lado, opina que al ejercer la maternidad como una mujer parte de la comunidad, muchas veces las habilidades de las mamás se ven cuestionadas. ‘‘Creen que si tú tienes un hijo entonces vas a faltar más, vas a necesitar más recursos, pero no siempre es así’’.

De acuerdo con Ignacia, las barreras se encuentran principalmente en la desinformación que finalmente termina afectando todos los ámbitos en los cuales una persona se desarrolla: vida laboral, vida sexual y acceso a salud.

Por ejemplo, de acuerdo a cifras del 2020 dadas a conocer por la Fundación Unión Autismo y Neurodiversidad, en Chile 64% de las personas con algún tipo de discapacidad son mujeres y solamente un tercio de ellas accede a un contrato laboral.

Por otro lado, explica que actualmente predomina un modelo social de discapacidad, esto se refiere a que existen factores externos que dificultan y excluye a personas que no son neurotípicas. ‘‘Todo hay que mirarlo desde este modelo y entender que hay barreras que no son culpa de nosotras, sino de la sociedad que no está moldeada para ser inclusiva’’.

 Feminismo neurodivergente

Ambas activistas cuentan que luego de recibir sus diagnósticos comenzaron la búsqueda de un espacio que pudiera visibilizar tanto las problemáticas de la comunidad neurodivergente, así como también de las mujeres parte de esta.

Así es como ambas llegaron a conocer y formar parte del feminismo neurodivergente. Para Verónica, este movimiento es una ayuda para dar a conocer estos temas, que considera que en su país no se tocan. ‘‘Aquí el autismo es visto como un tabú, solamente los niños varones pueden tenerlo, ni pensar en niñas o adultas’’.

Para Ignacia, este movimiento es de suma importancia porque es una forma de combatir los ya mencionados diagnósticos erróneos y tardíos, que muchas veces se dan debido a los estereotipos de género. ‘‘En la mujer se normalizan ciertas cualidades, ser retraída, ser tímida, ser callada. No se interpreta como una señal de alarma. En cambio, en los hombres sí y el diagnóstico es más rápido por eso’’, explica.

Además, Ignacia sostiene que esta rama del feminismo es la herramienta para empoderar a los grupos neurodivergentes, para así poder sensibilizar e informar a la sociedad en general sobre estas temáticas y lo más importante, incluirlos para la creación de políticas públicas.

‘‘El ordenamiento jurídico chileno no protege a las niñas y mujeres neurodivergentes. No existe reconocimiento de ellas, ni de sus demandas, ni de sus necesidades’’.

Finalmente, Verónica reflexiona que el feminismo divergente pone en evidencia lo crucial que es derribar brechas. ‘‘Solamente necesitamos las adecuaciones para tener las mismas oportunidades que las personas neurotípicas’’.

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