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Fernanda Trías: El auge de la publicación de escritoras es el resultado de las luchas feministas BRAGA Créditos: Min An en Pexels

Fernanda Trías: El auge de la publicación de escritoras es el resultado de las luchas feministas

La autora, que reside en Colombia desde hace varios años, ganó en 2021 el premio Sor Juana Inés de la Cruz por su última novela «Mugre rosa», un libro muy poético cuya historia transcurre en una ciudad portuaria que está asolada por una peste misteriosa, muy parecido a lo que sucedió meses después de que la escribiese con el virus de la Covid-19.


En los últimos años, la visibilidad y la publicación de obras de escritoras latinoamericanas ha crecido de manera exponencial, un auge que para la escritora uruguaya Fernanda Trías es «resultado directo de las luchas feministas» en toda la región.

«En América Latina fue muy claro. Yo vi la transformación en vivo y en directo. Esta proliferación de publicaciones de escritoras en los festivales, de escritoras en las mesas, de escritoras visibles en las ferias, no la vimos hasta después de 2015. Y 2015 fue un año fundamental en América Latina para las luchas feministas, pues fue el nacimiento del «Ni una menos» en Argentina», explica la también profesora universitaria, quien ha sido una de las más críticas de la etiqueta «nuevo boom latinoamericano», que se empezó a utilizar por 2017 para denominar este auge literario.

«Es un poco irónico que el mismo término de un fenómeno que invisibiliza a las escritoras de su época ahora se utilice para hablar de estas nuevas narrativas escritas por mujeres que además son muy diversas», agrega Trías en una entrevista con Efeminista durante su paso por Madrid.

La autora, que reside en Colombia desde hace varios años, ganó en 2021 el premio Sor Juana Inés de la Cruz por su última novela «Mugre rosa» (Literatura Random House, 2020), un libro muy poético cuya historia transcurre en una ciudad portuaria que está asolada por una peste misteriosa, muy parecido a lo que sucedió meses después de que la escribiese con el virus de la Covid-19.

«En «Mugre rosa» hay muchos temas, pero para mí lo más importante era cómo el lenguaje podía aportar al tema y trabajar el tema. Y en este mundo tan claustrofóbico, neblinoso, oscuro, sentía que la prosa tenía que ser cristalina, poética. Que si bien la atmósfera de la novela iba a ser opresiva para el lector, el lenguaje debía, al contrario, traer aire. El lenguaje tenía que generar una especie de contraste con todo esto», afirma.

«Mugre rosa», de Fernanda Trías

Escribió «Mugre rosa» antes de la pandemia, pero parece un libro premonitorio, relacionado también al surgimiento de un virus, ¿por qué decidió escribir sobre esto?

Me han preguntado mucho sobre mi capacidad adivinatoria, pero realmente yo nunca tuve la sensación de haber previsto una cosa que nadie se esperaba, sino más bien haber visto una cosa que estaba latente, que estaba en el presente, no en el futuro. Con todas sus señales ya ocurriendo. Al final los escritores somos muy observadores.

En los años previos a la pandemia y a la escritura del libro, yo estaba muy preocupada por todas las catástrofes ambientales que estábamos viendo. Porque hay que recordar que antes de la pandemia estábamos azotados por incendios, entre otras cosas.

Esto era un tema que me tenía y me tiene en una angustia que tiene que ver con esta incertidumbre de lo que va a pasar y esta sensación constante de amenaza ambiental a nuestra vida.

O sea que ya se lo veía venir…

 Eso ya lo veíamos hace muchos años. Lo que pasa es que las personas, los ciudadanos de a pie, no queremos ni hablar ni pensar en el tema. Pero hay muchos libros escritos, están los informes de la ONU sobre el cambio climático que se sacan todos los años y que son terroríficos.

Y yo venía leyendo muchos libros sobre eso y los expertos, no de ahora, de hace muchos años ya habían anunciado que el calentamiento global convierte muchos lugares de la tierra en un caldo de cultivo para los virus. Y también recuerdo que había leído que en el sitio de la Organización Mundial de la Salud, hacía varios años, ellos mismos hablaban de una epidemia global evitable.

Lo que pasa es que no se sabe cuándo. Es una sensación de amenaza muy desconcertante, porque no se sabe cuándo. Entonces, ¿qué significa? ¿Que hay que estar alerta todo el tiempo o que no hay que estar alerta nunca y entregarse a la suerte? Y eso me interesaba también como material literario.

Negacionismo y teorías de conspiración

 ¿Y por qué el mundo ha ignorado esas señales?

Con la pandemia se acrecentó una tendencia que ya había, que era la del negacionismo y las teorías de conspiración. Yo me molesté mucho con algunas personas, incluso de mi círculo, porque compraban estas ideas, pero analizando llegué a la conclusión de que todo tiene que ver con el miedo, y esto está en «Mugre rosa».

Es tan impresionante el miedo que puede llegar a causar mirar de frente un determinado peligro o una determinada amenaza que como estrategia de supervivencia, de protección, de autoprotección, negamos. Es una cuestión colectiva, en todos los niveles hay una negación colectiva a decir: «Bueno, miremos a dónde nos está llevando todo esto o qué estamos haciendo».

Y la novela, que por supuesto no tiene una intención militante porque no creo que la literatura pueda ser militante en ningún sentido, ni siquiera en el tema feminista, porque ese no es el espacio para hacer activismo, igual está atravesada por eso.

 ¿Por su influencia, o por qué?

Porque inevitablemente son cosas que a mí como ser humano, como individuo, me interpelan, me preocupan, me importan y se cuelan en la escritura.

En «Mugre rosa» aparecen los negacionistas y los que tienen teorías de conspiración. Está muy presente el miedo a esa contaminación invisible, pero todo esto es telón de fondo. Yo aproveché, tomé unas angustias personales y creo que también colectivas, y las puse en el telón de fondo del ambiente de esta novela, pero siempre sabiendo que lo que más me importaba a nivel literario era lo humano que ocurría en el trasfondo catastrófico.

Portada de la novela

«No hay una sola maternidad»

En «Mugre rosa» también toca la maternidad. ¿Qué le interesaba abordar de este tema?

Al momento de escribir lo único que me interesaba es que yo tenía estos dos personajes, esta mujer haciéndose cargo de un niño que no era su hijo biológico, que tenía una enfermedad brutal, que es esta enfermedad genética rara que no permite alcanzar la sensación de saciedad. Lo único que me interesaba era explorar ese conflicto.

Pero poco a poco durante la escritura fui viendo que había temas que se estaban repitiendo por algún motivo. Sí, probablemente había algo en el tema de la maternidad que me interesaba, pero no es que empecé a decir: «voy a escribir un libro sobre la maternidad y sobre la crisis ambiental y cómo me lo invento». No es así, sino al revés.

Es una historia que quiero contar y luego voy descubriendo que en esa historia que quería contar había muchas cosas sobre las que yo quería hablar que no me había dado cuenta. Y por eso me fascina escribir, porque en la escritura voy descubriendo yo misma lo que quería decir y no me había dado cuenta.

Escribir para mí es explorar. Por eso en el libro es compleja la construcción de las maternidades. No hay una sola maternidad. No es la madre buena, la abnegada, tampoco es la madre mala que quiere devorarte. Hay una gran complejidad porque es un vínculo impresionante, muy fuerte. Entonces había que construirlo así. Yo me di cuenta de que si no lo construía como un caleidoscopio lo iba a simplificar. Y no me interesa simplificar las emociones humanas, si no, al contrario, tratar de desnudar las sutilezas lo más posible. Y por eso trabajo muchísimo los personajes.

Etiquetar un fenómeno que no es simple de analizar

 Otro de los temas que le ha interpelado en últimos años es el del «nuevo boom latinoamericano» de escritoras. Ha dicho que se siente incómoda con esa etiqueta porque invisibiliza a las autoras del pasado.

Fue en la Feria del Libro de Guayaquil la última vez que hablé del tema porque me di cuenta de que también esa es una manera en la que las escritoras terminamos siempre hablando de lo mismo, hablando del tema de mujeres que ahora se convirtió en si hay o no un boom. Pero me acuerdo de esa charla muy interesante con Mónica Ojeda y Giovanna Rivero, donde realmente lo que queríamos, creo, las tres estábamos de acuerdo y muchas otras escritoras, era complejizar el nombre en sí con el que se etiqueta un fenómeno que no es simple de analizar.

No es simplemente una efervescencia de escritoras porque se mezcla con un fenómeno editorial y un fenómeno que también es comercial. No se pueden separar estas cosas, es toda una gran amalgama. Y por otro lado, ese fenómeno editorial y comercial también genera una atención hacia estas narrativas que por supuesto le hace muy bien a las escritoras, porque consiguen lectores fuera del nicho. Es decir, las consecuencias han sido positivas.

Por eso no digo que hay que decir: «no, no existe. No está pasando nada con la escritura de las mujeres». Sí está pasando algo, pero me parece problemático llamarlo boom porque justamente se utiliza la misma etiqueta que se utilizó para un fenómeno editorial y comercial que fue esencialmente masculino. Porque todos los escritores del boom, los cuatro fantásticos y luego los otros que entraban en la constelación, eran hombres.

Y otra cosa que tenía el boom era que había una uniformidad en algunos intereses y búsquedas, mientras que lo que está pasando actualmente con las narrativas de escritoras es que son muy diversas. Lo único que tienen en común es que son escritas por mujeres.

El auge de la publicación de escritoras, logro de luchas feministas

¿Cree que este auge del que habla, literario y comercial, obedece a un cambio real en la industria?

No soy tan pesimista para pensar que se están aprovechando de esto. Sabemos que el capitalismo va a convertir todo en algo que puede ser rentable. Pero yo creo que lo que está pasando con este auge, donde vemos a muchas escritoras siendo publicadas, es un resultado directo de las luchas feministas.

En América Latina fue muy claro. Yo publiqué «La Azotea» por primera vez en 2001 y vi la transformación en vivo y en directo. Esta proliferación de publicaciones de escritoras en los festivales, de escritoras en las mesas, de escritoras visibles en las ferias, no la vimos hasta después de 2015.

Y 2015 fue un año fundamental en América Latina para las luchas feministas, porque con el movimiento «Ni una menos» en Argentina empieza todo un movimiento extraordinario que logró muchísimas cosas, incluida la despenalización del aborto en Argentina, que fue una lucha muy fuerte y que evidentemente empezó con un grupo de escritoras y periodistas. Eso tampoco es casual y es importante. Y se va contagiando y encuentra en Chile un gran eco y en México también. Luego más lentamente se derrama a los otros países.

Entonces sí creo que es un logro de las luchas, con mucho trabajo desde las redes y luego trabajo comunitario, de sororidad, de apoyo entre nosotras, de nombrarnos, de decir: «Sí, pero también escriben tales y tales y tales». Empezó a haber más interés o por lo menos un poco más de conciencia. Yo vi a editores conocidos míos, mirar su catálogo y decir: «¡Uy! En mi catálogo son todos hombres, ¿qué hago?». Pero esa conciencia en estos editores varones se generó porque se empezó a hablar de esto.

Pienso que poco a poco el fenómeno se va a ir decantando y también las voces más relevantes van a ir estableciéndose entre la cantidad de voces, que son muchísimas.

Fernanda Trías posa con el premio Sor Juana Inés de la Cruz. EFE/Francisco Guasco

Amenazas de retrocesos en derechos

¿Puede haber retrocesos?

Como todo. Sí pienso que tenemos que estar muy vigilantes porque sabemos que los derechos o las batallas ganadas se pueden ir hacia atrás.

Ya vimos lo que está pasando en Estados Unidos con el tema del aborto, algo que parecía imposible, inconcebible, sí se puede echar para atrás. Por eso el libro de Margaret Atwood, «El cuento de la criada», tiene tanta vigencia y la va a seguir teniendo. Hay que estar muy atentas para que no se convierta en un fenómeno pasajero.

P: Ahora vemos que las luchas feministas están en la mira de la extrema derecha. ¿A qué cree que se debe esa reacción?

R: Cuando hay una amenaza a perder privilegios, los privilegiados van a aferrarse a esos privilegios y van a combatir. Parece un contrasentido, pero estamos más que nunca visibilizando la epidemia de violencia contra la mujer. Más que nunca se está hablando, gritando y cantando en contra de eso. Y hay más, aumentan.

Yo lo que siento es que hay un grupo muy grande que siente que se le están quitando unos privilegios que son muy esenciales y a los que se quiere aferrar, que es que le cuiden a los hijos, a los padres, que se les haga todo y eso ha generado un contraataque muy violento. Hay que seguir perseverando en la lucha, pero evidentemente hay que transformar mucho la sociedad para que empecemos a ver cambios en las cifras de la violencia hacia las mujeres.

«Yo sí pienso que el patriarcado se va a caer»

 ¿Y ve cerca esa transformación? ¿Es posible? ¿La educación es fundamental?

Sí, pero la educación no como la entendemos de ir a la escuela, no es una cuestión de alfabetizar más gente. En América Latina tenemos muchos problemas de acceso a la educación, pero no es una cuestión de aprender a leer, a escribir, a sumar. El tema es que también hay que transformar la educación. ¿Cuál sería el tipo de transformación afectiva? Yo sí pienso que el patriarcado se va a caer porque sí se está cambiando, lo que pasa es que no a la velocidad que nosotras querríamos. Y a veces no a la velocidad que una en su vida puede ver.

Pero yo en mis 45 años de vida ya pude ver avances. Siempre puede haber retrocesos, pero pude ver cambios y tengo una esperanza en las nuevas generaciones. Lo que pasa es que sí se necesita un cambio estructural, una educación afectiva. Yo he visto hombres de mi edad deconstruirse, eso es lo que me da esperanza. Uno piensa: ¿Cuánto tiempo se necesita, cuántas generaciones, cuántos siglos? ¿Y acaso habrá planeta para entonces? No sé, pero la lucha va a continuar.

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