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Una película y un libro recuperan el legado de Simone Veil, figura clave en la historia del siglo XX BRAGA

Una película y un libro recuperan el legado de Simone Veil, figura clave en la historia del siglo XX

Como superviviente, Simone Veil siempre defendió con convicción la memoria de las víctimas de la «Shoah» y la importancia de preservarla, para no repetir el pasado. Decía que para ser independiente «una mujer debe tener un oficio», por lo que se formó en la facultad de Derecho y pasó la oposición de Magistratura en 1956 consiguiendo una plaza de alta funcionaria dentro de la Administración Penitenciaria.


Cinco años después de la muerte de Simone Veil (1927-2017), superviviente del Holocausto, figura clave en la política francesa y europea y la primera presidenta del Parlamento Europeo, un libro y una película recuperan el irreemplazable legado de una mujer que se ha convertido en todo un símbolo por su papel determinante en la historia del siglo XX y su firme defensa de los derechos de las mujeres, la justicia, la memoria y la pertinencia de la Unión Europea para alcanzar la paz.

Veil nació el 13 de julio de 1927 en una familia judía en Niza (Francia). En 1944, durante la Segunda Guerra Mundial, la arrestaron y la mandaron al campo de exterminio nazi de Auschwitz-Birkenau junto a su madre y a su hermana.

En enero de 1945, las tres fueron enviadas a la que sería conocida como «marcha de la muerte» al campo de concentración de Bergen-Belsen, donde su madre moriría de tifus. Veil continuó ahí hasta que el campo fue liberado el 15 de abril de 1945.

Como superviviente, Simone Veil siempre defendió con convicción la memoria de las víctimas de la «Shoah» y la importancia de preservarla, para no repetir el pasado.

Decía que para ser independiente «una mujer debe tener un oficio», por lo que se formó en la facultad de Derecho y pasó la oposición de Magistratura en 1956 consiguiendo una plaza de alta funcionaria dentro de la Administración Penitenciaria.

Simone Veil

Fotografía de Simone Veil cuando era niña. Foto: Cedida para uso editorial/© Archivos familiares de Jean y Pierre-François Veil

«Ley Veil», despenalización del aborto en Francia

Desde este puesto trabajó por mejorar las condiciones de todas las personas presas en las cárceles francesas bajo el precepto de garantizar, por encima de todas las cosas, la dignidad humana. Consiguió enviar a Francia a los prisioneros por terrorismo durante la guerra de Argelia tras ver las penosas condiciones de privación de libertad y de malos tratos en las que estaban.

Fue ministra de Sanidad entre 1974 y 1979, época durante la que logró la aprobación de la conocida como «Ley Veil», que incluía la despenalización del aborto hasta la semana diez de embarazo. Veil defendió el texto ante los gritos de «asesina», «libertina», «mala influencia» o «histérica» alegando que: «Ninguna mujer recurre, por gusto, al aborto. Basta con escuchar a las mujeres. Siempre es una tragedia».

En 1979 se convirtió en la primera presidenta del Parlamento Europeo tras ser elegida por sufragio universal, puesto en el que se mantuvo hasta 1982.

La defensora de los derechos humanos y europeista fue galardonada con el Premio Príncipe de Asturias de Cooperación Internacional 2005 y con el Premio Europeo Carlos V en 2008.

Los escritos de Simone Veil en un libro

Ahora, cinco años después de su muerte, la editorial Pre-textos publica una recopilación de sus escritos, «Simone Veil, amanecer en Birkenau».

«Por las mañanas me lavaba frente a un espejo roto por una bala. Mi imagen aparecía agrietada, fragmentada. Lo consideré simbólico. No teníamos nada a lo que aferrarnos. Mi hermana Milou estaba gravemente enferma, mi tío y mi tía habían perdido las ganas de vivir. Fingíamos querer seguir adelante», escribía.

Portada del libro «Simone Veil, amanecer en Birkenau», editado por Pre-textos.

El libro recoge los textos recopilados por el cineasta David Teboul, durante más de 40 horas de grabación, quien dice que este volumen, plagado de testimonios gráficos sobre la infancia y la vida de Veil, entre ellos su visita a Auschwitz, «permite leer su voz».

«La lucha por la vida llegaba a límites extremos»

«En el campo, no podía ser débil ni estar sola. A medida que la salud se deterioraba, era importante poder contar con alguien. La lucha por la vida llegaba a límites extremos. Por ejemplo, entre Auschwitz y Gleiwitz, en el momento de la gran evacuación, caminamos por la nieve a lo largo de 70 kilómetros, con un frío terrible. Personas que estaban exhaustas se aprovechaban de la debilidad de mamá para aferrarse a ella (…) Y en este mundo, si no luchabas, estabas acabada. La gente pasaba por tu lado e intentaba robarte la bufanda o el abrigo, o simplemente la cuchara o incluso el cuenco en que estabas comiendo. Pero aun así seguía existiendo un fuerte sentimiento de solidaridad entre nosotros…», relata.

En otro apartado detalla un aspecto fundamental de su deportación:  «En Auschwitz tuve suerte. Quizá mi juventud me protegió. Para empezar, mi convoy, por alguna razón desconocida, era el único en el que las mujeres no llevaban el pelo rapado(…) A todas las demás deportadas las ‘kapos’ las rapaban regularmente. Les pasaban las maquinillas de afeitar por el pelo de cualquier manera, dejando irregularidades que contribuían a desfigurarlas. Nosotras conservamos un rostro humano…».

El libro se cierra con estas palabras: «De esta herencia no soy capaz de disociar el recuerdo siempre presente, incluso obsesivo, de los 6 millones de judíos que fueron exterminados por la única razón de ser judíos.  Seis millones, entre los cuales estaban mis padres, mi hermano y muchas personas queridas. No puedo separarme de ellos.  Esto es suficiente para que, hasta el momento de mi muerte, el judaísmo sea para mí imprescindible. Sobre mi tumba se recitará el kadisch».

Una película sobre su vida: «Simone, la mujer del siglo»

También, este viernes 9 de diciembre se estrena su biopic «Simone, la mujer del siglo», cierre de la trilogía de mujeres que firma Olivier Daha tras «La vida en rosa», sobre Edith Piaf, y «Grace of Monaco», que protagoniza la actriz Elsa Zylberstein.

La película salta del presente al pasado, de la infancia al campo de concentración, de su vida en casa a sus vuelos en avión privado, de sus extraordinarios asertos en la Cámara francesa a favor del aborto a las cómplices conversaciones con su amiga Marceline, cigarro en mano, con una extraordinaria cercanía.

Así, ha logrado un retrato íntimo y épico a la vez, la historia de una mujer que desafió y transformó toda una época y que, aún hoy, cuenta Zylberstein a EFE, admiran un montón de jóvenes francesas.

Una forma de no olvidar

«La película es un eco directo de lo que les pasa a las mujeres, mira Polonia, mira Estados Unidos», reclama la actriz. «Piénsalo, la memoria es muy corta, debemos volver a luchar por nuestros derechos, es increíble lo que está ocurriendo».

«Por eso quise hacer la película, porque es una forma de no olvidar, me emociona decirlo, pero yo necesitaba homenajearla, no hay tanta gente fuera de lo normal, no hay tantas personas únicas y excepcionales como era ella y creo que la gente hoy que se agarra a su pequeño poder, no piensa en el interés general».

Por eso, afirma que no ve a nadie que pueda coger su relevo. «Ella no se agarraba al poder; los políticos de ahora hablan y hablan, pero no piensan más que en no perder su puesto». Cuenta que en una reunión le contaron lo que estaba pasando en la guerra de Yugoslavia, pidió un avión y se fue allí, y allí se quedó tiempo y tiempo, intentando hacer algo. «Ese tipo de gente, yo ya no la veo», concluye.

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