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Julieta Venegas y la mezcla de pop y folklore mexicano

Proveniente de la escena alternativa de Tijuana, esta artista nos entrega un disco doble y sencillo -que integra videos de la cantante- con letras digeribles y melodías pegajosas. Alejada de la rabia que inundaba los anteriores discos, Julieta Venegas se atrevió a coquetear con el pop y, al parecer, lo disfrutó.


Faltan los reproches y sobran las declaraciones de amor. Es una de las tantas sensaciones que quedan después de escuchar el tercer disco de Julieta Venegas, . En él reniega de aquella melancolía que la caracterizaba y, sin vergüenza, indaga en sonidos más cercanos al pop. Al parecer, el color rosado de su carátula inundó también las 10 canciones que contiene el álbum y es un aviso patente de la extraña felicidad que inspiró la creación de este disco.



Proveniente de la escena alternativa de Tijuana, esta artista (definida como la PJ Harvey latinoamericana) nos entrega un disco doble y sencillo -que integra videos de la cantante- con letras digeribles y melodías pegajosas. Alejada de la rabia que inundaba los anteriores discos, Julieta Venegas se atrevió a coquetear con el pop y, al parecer, lo disfrutó.



Sus letras son una incesante demostración del momento que vive la artista, que vestida de novia eliminó radicalmente el rictus de su cara y puso una sonrisa en cada nota del nuevo disco. Al parecer, Julieta Venegas jugó a ser feliz por un rato y, a través de melodías suaves, no recargadas y optimistas, nos invita a ser parte de esta fiesta en la que conquistar es su objetivo.



Porque sin duda este disco es una propuesta muy personal para enamorar, inundado de coquetería y de sinceridad. Canciones como A tu lado, Lo que pidas, Donde quiero estar y Oleada demuestran la franqueza con que está hablando Julieta Venegas y el incesante diálogo que intenta entablar con su pareja.



Diferente a las otras placas (Aquí, 1997 y Bueninvento, 2000), el único vínculo que une a con sus antecesores es la capacidad de integrar compases del folklore mexicano, sin importar la presencia de guitarras eléctricas, sintetizadores y teclados.



Con su acordeón a cuestas, Julieta Venegas no reniega de sus raíces y mezcla a la perfección su voz con antiguas melodías del norte de México. Un buen ejemplo es la canción Andar conmigo, que aparte de ser una inocente declaración de amor es un balance perfecto entre tradición y nuevos sonidos.



Acostumbrados a viajar por diferentes sonidos a la hora de escuchar los anteriores discos, carece de innovación, pero no de ángel. Este nuevo disco de Julieta Venegas emerge como un trabajo maduro, sencillo e íntimo, que la mantiene como partícipe revelante de la escasa, pero cálida escena alternativa latinoamericana.



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