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La mirada de los otros: La autorepresentación de Woody Allen

La última cinta de Allen narra la historia de un director de cine venido a menos que, gracias a las gestiones de su ex esposa, consigue la realización de una superproducción hollywoodense, pero al iniciar la tarea, comienza a sufrir una ceguera -producto de un bloqueo creativo- que decide ocultar.


Repleta de hilarantes gags, La mirada de los otros, el nuevo filme de Woody Allen (que se estrena este 29 de enero en nuestro país), viene revitalizar el cine del realizador neoyorquino, generando una película sumamente dinámica que regresa al cineasta a sus raíces más cómicas -pero no a sus mejores trabajos- en una obra repleta de geniales diálogos, impensadas situaciones y sobresalientes actuaciones.



Escrita, dirigida e interpretada por Allen, el filme da ciertos atisbos del mejor cine del director de La maldición del escorpión de Jade, volviendo a generar aquellas geniales e intachables situaciones de humor irónico y bien pensado que se desarrollan principalmente, a partir de la ceguera del protagonista y la ayuda de sus "asesores" -como el traductor chino- a la hora de filmar la película.



Dentro de un contexto de distendidos diálogos y una comicidad intensa, La mirada de los otros construye una interesante satirización de las conocidas maquinaciones de la industria del cine, representadas en quienes se muestran como los "enemigos" del protagonista: los dueños del gran estudio que lo contrata.



En la cinta, Woody Allen encarna a Val Waxman, un director cinematográfico que logró en dos ocasiones el Oscar, pero que se ha convertido en un neurótico fracasado que anhela desesperadamente regresar al mundo del cine. Cuando se presenta la ocasión, se ve en una encrucijada: trabajar para su ex mujer Ellie (Téa Leoni), quién se deshizo de él para irse con el jefe del estudio (Treat Williams) que se encuentra a cargo de la financiación de la película, o perder la última oportunidad, evitando así tener que mantener de nuevo una relación dolorosa.



En La mirada de los otros, Allen se presenta como un personaje neurótico, alborotado, con vacilaciones artísticas y poca autoestima. Al aparecer la oportunidad de trabajo que lo reinsertaría en la cima del mundo de las imágenes en movimiento, repentinamente queda ciego. En este sentido, el director logra transmitir en un tono hilarante, las vacilaciones artísticas propias de cada creador.



En una especie de Fellini 8 y 1/2 cómica (donde también el protagonista presentaba un bloqueo creativo), el filme de Woody Allen utiliza de gran forma un elemento sicológico del personaje para conformar el elemento de tensión que toda cinta requiere. En este sentido, la ceguera de Val Waxman es empleada como nexo entre el grado lógico de humor que provoca un cineasta ciego dirigiendo un filme, un cierto toque autobiográfico y el particular sello crítico hacia la industria que Allen intenta descargar.



Pese a generar recursos narrativos y argumentales bastante reiterativos en la obra de Allen (siempre el protagonista neurótico y esquizofrénico se queda con la muchacha joven), la cinta compone un impecable rollo de celuloide que deja manifiesto la postura del director frente a las "películas por encargo" y sus inevitables resultados.



Esta es la tercera y última de las cintas de Woody Allen para Dreamworks (estudio de Steven Spielberg), por las cuales firmó un contrato que lo "amarraba" a construir tres películas livianas -sin ninguna clase de metáfora social- en tono de comedia, actuadas, escritas y dirigidas por él. La mirada de los otros pareciese ser la venganza del cineasta contra las presiones y exigencias del estudio, pero por supuesto, en su particular y creativo estilo cinematográfico.



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