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Biografía presenta a Claudio Arrau como un innovador en el Chile de su época

El "Mozart chileno" fue un adelantado de su época. Dueño de un talento y un genio excepcionales, el autor, Luis Merino, plantea que fue esencial en la renovación musical del país. Sin embargo, su vida tuvo varias polémicas, como la crisis que lo obligó a someterse a psicoanálisis y sus supuestos vínculos con el régimen nazi.


"Su ejecución no era lo que más me sorprendía en él. Me asombraba ese instinto del arte, el que ese niño se abstrayera encantado con las profundas armonías de Beethoven, colocándolas sobre toda música; en esas armonías que él no podía comprender en su corazón de niño, pues hablan de las grandes pasiones del corazón del hombre, emociones, sentimientos y dolores que en sus cortos años aún no puede sospechar, pero que adivina, siente y comprende con esa clarividencia del arte en los artistas".
Antonio Orrego Barros. Selecta, 1909.



Con este párrafo se describía a los seis años al que sería luego conocido como el "Mozart chileno", el niño prodigio que nació y vivió con corazón de piano, cada dedo una tecla prodigiosa, una nota bailarina que sonaba perfecta cuando Claudio Arrau la acariciaba. Hijo de una profesora de ese instrumento, no era extraño que conociera la música desde pequeño. Lo verdaderamente raro era el talento que mostró desde siempre.



Perfeccionista, trabajador, exigente, virtuoso, intelectual, estudioso y versátil, cuando aún era un adolescente ya sabía lo que era el respeto y la admiración por su trabajo. Hoy, a 13 años de su muerte, una nueva biografía rescata el legado del pianista, esta vez para su país.



Arrau, el revolucionario



Las biografías de Claudio Arrau abundan. Complacientes algunas, críticas otras, ninguna ha puesto en duda la enorme contribución del artista chillanejo en términos culturales. El nuevo trabajo, del musicólogo Luis Merino -titulado simplemente Claudio Arrau – se centra en el papel que jugó el pianista en el conocimiento que Chile tenía de los compositores, y su apreciación.



Era una época en la que los cánones clásicos regían las provincianas mentalidades de Chile, fue un innovador. Incluyó en su amplio repertorio nombres que en Chile sonaban apenas vagamente, como Debussy, Bartók, Shoenberg, Albéniz, para escándalo de algunos y extrañeza de otros. "Uno que fue el ‘acabose’, por la revolución que significó, fue Stravinsky. El primero que lo dio conocer fue Claudio Arrau. Ejecutó tres piezas de ‘Petrouchka’ con arreglo para piano", relata Merino, y agrega que el músico "hizo un aporte fabuloso en todo lo que fue el movimiento de renovación musical que se estaba gestando en Chile."



Extrañamente, esta innovación que cayó tan mal entre algunos expertos de la época, fue desde el comienzo muy bien acogida en el público. "Los críticos pusieron el grito en el cielo, por lo que significaba de nuevo, pero el público lo aplaudía igual. Siempre la gente se sintió cerca de Arrau y lo siguió."



Contra quienes piensan que fue un pianista de elite, Merino sostiene que uno de sus aportes más significativos consistió en acercar la música clásica a gente que no la consumía típicamente. "Fue siempre un vehículo, hizo que el gran público chileno tuviera acceso y contacto con la música clásica. Personalmente, recuerdo que siendo un muchacho lo escuché tocar en el teatro Caupolicán. Imagínate, era un teatro de boxeo, de lucha libre, y de repente sale Arrau tocando un concierto a teatro repleto", asegura.



Un perfeccionista con sicoanálisis



Claudio Arrau se casó con una mezzosoprano alemana, Ruth Schneider, a los 34 años. Ninguno de sus tres hijos -Carmen, Mario y Christopher- siguió la carrera musical. No pocos creen que el genio de su padre tuvo mucho que ver en esta decisión.



Si bien no es necesario que todos los hijos sigan los pasos de sus padres, el hecho de tener como progenitor a un hombre tan talentoso operaba también como factor de disuasión. Carmen, la mayor, intentó aprender a tocar el clarinete, e incluso tocó privadamente junto a su padre. Sin embargo, no se dedicó al instrumento y se desempeñó en cambio como secretaria jurídica en Estados Unidos. "Arrau era de una exigencia fenomenal. Él no se quedaba con nada que fuera menos que la perfección. Y eso puede ser un factor inhibitorio", admite Merino.



Su constante afán por la ejecución impecable sería uno de los rasgos más notorios de su carácter. Para ejecutar la obra de un autor, por ejemplo, estudiaba antes todo lo que se relacionaba con la época del creador: las corrientes literarias, la sociedad, la pintura, la música imperante. Sólo así, transportado a la vida que al compositor le tocó vivir, podía interpretar su música.



Era un trabajador nato. Merino asegura que Arrau "nunca estaba contento con lo que hacía. Él mismo decía que no escuchaba sus grabaciones, porque siempre creía que podía hacer algo mejor. Lo otro fue el cuidado y el respeto que tenía por la música. Decía que el intérprete no era el amo, sino el sirviente de la música. Respetaba absolutamente el mundo del compositor; una cosa que, a mi juicio, es modélica."



Tantas expectativas en su genio lo llevaron, en algún momento de su vida, a hacer crisis. Un profundo conflicto existencial del que lo sacó un largo trabajo de sicoanálisis, -más de tres años- a cargo del doctor Abrahamson, a quien ayudaría a escapar de la Alemania de Hitler. Su carrera estaba marcada por la necesidad de complacer al público. Cuando comprende esto, puede liberarse, para desarrollar nuevas vetas artísticas.



¿Arrau nazi?



Uno de los puntos más polémicos acerca de la existencia del músico es su relación con el régimen Nazi durante los años 30 y 40. Mientras algunos biógrafos afirman que no es posible vincular su estadía en Alemania durante esos años -y su éxito artístico- con ningún tipo de compromiso político, Víctor Farías, en su libro Los nazis en Chile establece, con documentos, que el más célebre pianista del país tuvo estrechos vínculos con el régimen nazi.



Las razones para tal afirmación tienen que ver con el éxito que alcanzó en Alemania el artista durante la década del ’40. No sólo fue uno de los brillantes artistas a los que el Reich favoreció, sino que además fue nombrado director del conservatorio Stern, post "limpieza étnica" entre el cuerpo docente.



En realidad, si bien no militó nunca de modo activo, las acusaciones tienen más que ver con sus omisiones, y con un cierto "oportunismo" del intérprete en un momento histórico que resultó propicio para su carrera. "Al firmar el contrato en el año 36 hace un juramento escrito de fidelidad a Adolf Hitler y de promesa de cumplir cabalmente a fin de aumentar la grandeza de la vida de Alemania bajo el nacionalsocialismo. Ese documento también está incluido en mi libro. Además, Claudio Arrau participó en por lo menos cuatro conciertos públicos del partido nacionalsocialista", explicó Farías a El Mostrador.cl



Merino está más inclinado a pensar que la coincidencia fue un tema circunstancial, y de admiración artística a la tradición alemana: "él no sabía, nadie sabía a lo que el nazismo iba a llegar. Pero Arrau quería quedarse -y esto lo dice en el libro de Joseph Horowitz- porque quería conquistar Alemania. Quería ser un pianista del más alto nivel de acuerdo con el canon alemán. Para él, este quedarse en Alemania obedeció, más que nada, a una razón artística. Pero él no tuvo que meterse en el partido para ganar lo que tenía; lo tenía desde mucho antes. Además, ahí también se dice que él y su hermana ayudaron a mucha gente judía a emigrar de Alemania. Y ese fue un hecho que él nunca comentó, pero es real".



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