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El realismo «alterado» del autor de Rostros del Bicentenario, los retratos gigantes que se expusieron en el Metro Esta es la primera vez que el pintor autodidacta expone en un museo

El realismo «alterado» del autor de Rostros del Bicentenario, los retratos gigantes que se expusieron en el Metro

El joven pintor (30), Guillermo Lorca, autor de los retratos gigantes del Metro Estación Baquedano, expone actualmente en el Museo Nacional de Bellas Artes. Su obra, de estilo realista, nos acerca a un mundo en el que lo mágico e improbable es parte de la normalidad. “La vida eterna» es una frase que tenemos asociada como algo religioso y grandioso, la pintura que busca la grandiosidad y el tamaño. Es una frase que lleva al espectador a este carácter divino”, explica.


“Ningún artista es un dios. Eso no existe. Son atribuciones que les ponemos nosotros. Vivimos llenos de dioses. De gente idealizada: actores, músicos, cineastas, políticos, gente con poder. En mi caso pienso que no hay forma de superación, de lograr más, si es que uno los tiene como dioses. La idealización hace que uno se rebaje como persona. Uno no puede crear algo superior si es que crees que los otros son dioses insuperables”, señala el pintor chileno Guillermo Lorca García-Huidobro. Con 30 años, presenta su primera exposición individual en un museo: “La vida eterna”, hasta el 25 de mayo en el Museo Nacional de Bellas Artes (ala sur). Es, dice, la más importante de su carrera: “El museo tiene un carácter histórico, los espacios son espectaculares. Es otra cosa”.

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Lorca fue elegido en 2010 como uno de los 100 jóvenes líderes, por la Revista El Sábado, de El Mercurio. Pero lo que probablemente lo hizo conocido fue el proyecto Rostros del Bicentenario (2010), que trata de seis retratos de gran tamaño (3,4 por 2,9 metros) en el Metro Estación Baquedano y que lo convirtió en el pintor más joven en exponer su arte en el Metro.

 ”El hiperrealismo es un error técnico”

“La vida eterna” es una exhibición de 24 óleos, de estilo realista, que van desde el pequeño al gran formato y en los que se puede apreciar la reminiscencia de la pintura de “Rembrandt y Velázquez”, dice Lorca.

“Mi técnica sería el realismo pictórico, realismo formal o figurativo a secas. Que es mucho más genérico”.

Especifica, sí, que su idea “no es lograr una “fotografía” de la realidad, sino que introducir el error como parte del proceso creativo, de su “expresividad. Con una técnica más estricta podría dejar la imagen idéntica a una foto, pero se enfriaría. Mi mano pasaría a ser igual a la de cualquier otra persona que logra hacerlo idéntico a una foto. El exceso de ser extremadamente estricto te hace ser como una máquina. Las máquinas, al final, lo hacen todo parecido”.

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De ahí que sus óleos no pretendan ser espejo de una realidad objetiva, si no que retraten una realidad alterada, no imposible, pero que connote una “belleza diferente a lo que connotaría en la realidad”.

En contraste con el híperrealismo, con el que se le ha identificado algunas veces, señala: “Eso es un error técnico. El híper realismo tiene que ver con la tendencia de los años setenta, que es un poco derivada del pop, donde se buscaba este artificio de la fotografía y donde la idea era hablar el lenguaje de la fotografía y tú, como observador, tienes que descubrir que es una pintura. En cambio, en mi caso, nunca vas a dudar que se trata de una pintura”.

 Realismo Mágico

La muestra en el Bellas Artes, producida por Yael Rosenblut, utiliza, como vimos, la frase “La vida eterna” como denominación. ¿Por qué? “La idea era que fuera una frase reconocible, que nos llevase a un mundo más espiritual”, responde Lorca.

“La vida eterna es una frase que tenemos asociada como algo religioso y grandioso, la pintura que busca la grandiosidad y el tamaño. Es una frase que lleva al espectador a este carácter divino.”

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Dicho mundo espiritual puede asemejarse, en varios de los cuadros de la exhibición, a un mundo con elementos oníricos, mágicos y fantásticos, alejado de nuestra realidad, en el que existen estructuras que cambian la noción de la normalidad.

Lo interesante, además, es que“todos los personajes de los cuadros son personajes amorales. No hay claridad de que las situaciones que viven les signifiquen algo”.

Ejemplo de esto es la persistente presencia de “la niña”, la que es descrita por Lorca como “un ser medio mágico. Son niñas que están en el mundo que pasa en la pintura. No están tan fuera del control de la situación, están jugando   juegos peligrosos. Cercanos a la muerte, incluso al erotismo”.

Los animales son personajes que también aparecen recurrentemente en las pinturas. Su presencia transforma lo salvaje en un elemento esencial en varios de los cuadros (“El beso”, “El banquete”, “Carne”, entre otros). “Los animales no se comportan como animales propiamente tal”, explica el artista. “Tienen algo personificado. Son partes de ese mundo. Los animales tienen que ver con lo salvaje, con dejarse ir. El animal que irrumpe violentamente ante una escena”.

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“Por ejemplo, ‘La Cacería’. El cuadro trata de la cacería de una vaca por varios perros. Pero, debido al tipo de composición, que no se da en la naturaleza, no se ve de la forma en la que podría suceder realmente. Pero se busca la belleza, la armonía”.

Y he ahí, precisamente, donde se halla la belleza para el autor. En el logro de la armonía a pesar de todo, incluso si se dispusieran “puras cosas técnicamente grotescas, pues si se disponen de una forma armónica, va a ser bello igual. Para mí ahí es donde radica la belleza”.

Usando como recursos estos personajes, el autor arma escenas que asocian la pintura directamente con la literatura que evoca el mundo mágico del cuento de hadas, al que se le suman características oníricas: “No sé si pinto sueños, exactamente. Pero sí, es algo que uno lo podría ligar a un sueño”.

El principal elemento que Lorca rescata de los cuentos son las sensaciones que producen, “las pulsiones más primarias del ser humano. Son cuentos que incluso actualmente te revuelven el estómago. Son símbolos arquetípicos que funcionan igual. Que buscan lo esencial en lo humano”.

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“Hay ciertas cosas presentes en los cuadros que la gente relaciona con la angustia, como la carne o la sangre. En cambio, si uno se fija en los cuadros, no hay nadie asustado ni angustiado. Entonces, si bien los personajes parecieran ser neutros ante su contexto mágico, es el espectador el encargado de interpretar la escena y atribuir sentimientos que no están conscientemente propuestos en el cuadro. Hay que dejar que el espectador complete la imagen”.

Vivir del arte

Guillermo Lorca es un autodidacta. Señala que ha tomado cursos, que llegó hasta el segundo año de Licenciatura en Arte, en la Pontifica Universidad Católica, y que incluso fue aprendiz y asistente de la escuela del pintor figurativo noruego, Odd Nerdrum.

Pero es crítico respecto a la educación formal: “Estuve con clases, pero siempre muy poco tiempo. Nunca más de tres meses. Agarro lo que necesito en ese momento, lo que puedo rescatar y paro.  Si no, uno empieza a aprender o hacer las cosas como esa persona. Me limita en lo que busco, que es hacer obras de autor” .

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Su primer gran trabajo fue “un mural en la viña Tabalí, en Ovalle (2005-2006). Ahí tuve algo de prensa y ahí empezó el mundo laboral. Luego me salió una exposición en la galería Matthei (2007). Después de eso me fui adonde Nerdrum”. Ahí estuve uno seis meses, volví y empecé a hacer unos murales y se me empezó a ocurrir esta idea de Metro Arte y empecé a gestionar eso, mientras también comencé a preparar una exposición en la CCU.

 ¿En qué momento empezaste a vivir del arte?

“Desde chico, de las primeras exposiciones”.

¿Qué opinas del estereotipo del artista que se muere de hambre?

“Hay suficiente mercado para moverse sin mayor complejidad para sobrevivir.

Y si no te da para sobrevivir, habría que pensar si eres el Van Gogh elegido que no vendió nada en vida. Si normalmente  no te da para vivir, creo que es porque algo estás haciendo mal, y hay que enfocarse en eso. Y a veces hay que aceptar que no se tienen dedos para el piano, que algo te puede gustar, pero no tienes talento para hacerlo”.

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