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Llega a Chile “La Bestia”, la muestra fotográfica que retrata el brutal y salvaje viaje de inmigrantes en un tren de carga Habla su autora, la fotógrafa española Isabel Muñoz

Llega a Chile “La Bestia”, la muestra fotográfica que retrata el brutal y salvaje viaje de inmigrantes en un tren de carga

Las fotos destilan realidad pura. Se puede ver desde la espera del tren en la noche hasta los inmigrantes ataviados con su mochila y su cartón, usado para montarse en el techo del tren y no quemarse sobre el mismo. Los hombres suelen viajar en los techos y las mujeres en las uniones entre un vagón y otro; en general se suben y bajan del tren en movimiento. Se trata de un recorrido de más de 5.000 kilómetros donde los polizones quedan mutilados, sufren vejaciones, robos, secuestros e incluso encuentran la muerte.


Una impresionante muestra fotográfica acaba de llegar al Centro Cultural de España (Providencia 927), obra de la fotógrafa española Isabel Muñoz (Barcelona, 1951), colaboradora habitual del diario El País y dos veces reconocida por el World Press Photo.

La exposición La Bestia es un proyecto personal de la artista, que a lo largo de los últimos tres años ha realizado tres viajes a la frontera sur de México, trabajando en compañía del periodista salvadoreño Óscar Martínez, y con quien ha abordado el tren que toman los migrantes centroamericanos entre Chiapas y Oaxacaha.

La muestra incluye impactantes imágenes del tren de carga que los indocumentados llaman “La Bestia”, y que utilizan para poder llegar a los Estados Unidos a riesgo de perder su propia vida en tan peligrosa maniobra. Se trata de un recorrido de más de 5.000 kilómetros donde los polizones quedan mutilados, sufren vejaciones, robos, secuestros e incluso encuentran la muerte.

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A través de las fotografías se percibe la dura realidad de la población migrante de Centroamérica, y es por esto que la exposición tiene un elevado valor artístico y social.

Diversidad de personajes

A bordo del tren, Isabel Muñoz retrató bebés, niños, parejas, así como travestis, víctimas de secuestro o violación, entre otros representantes de lo que sucede en la frontera sur de México, “la gran olvidada”, como ella misma la califica.

“Tienes que sentir ‘La Bestia’ debajo de tus piernas para saber lo que sienten estos migrantes”, dice Muñoz, una de las fotógrafas contemporáneas más importantes de España, y cuya obra se caracteriza por hallar belleza en medio de las realidades más duras.

Para Muñoz y Martínez, parte del problema de cómo se abordan los proceso de inmigración ilegal es que sólo se aborda en sí mismos, sin rostros, y bajo la premisa de la ilegalidad de la acción de migrar, lo que no permite un avance en políticas realmente humanitarias.

Con estas imágenes, la intención de sus creadores es contribuir al reconocimiento de los derechos humanos sociales, laborales y culturales de la población migrante centroamericana, tanto en las sociedades de origen como en las de acogida.

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Carga emocional

Se trata de una muestra de una “carga emocional y social” innegable, en palabras de la artista, que realizó su trabajo con la esperanza de que “algo podemos cambiar” y también para advertir a aquellos que se lanzan a este viaje sin saber a lo que se exponen, en un retrato de personas que viajan sin documentos para evitar que los deporten.

Muñoz cuenta que su interés por la frontera –o la ausencia de ella- nace por su pertenencia a una generación que fue testigo de la caída del Muro de Berlín y la desaparición de los límites en Europa.

“La frontera ha sido para mí, por un lado, un canto a la libertad, pero ahora estamos viendo algo que es justo lo contrario”, señala.  En el viaje de “La Bestia” se ve “lo más abyecto, lo más oscuro del ser humano”, relata apuntando a la indefensión de los viajeros, que son atacados no sólo por las mafias que los llevan, sino también por la población local y la policía.

La artista cuenta detalles como que los maquinistas de los trenes suelen actuar en connivencia con los asaltantes. O que para llegar a tomar el tren hay que pasar por un lugar conocido como La Arrocera, conocido porque allí ocurren violaciones. Por  eso mismo una de las primeras cosas que hacen los migrantes es agruparse por afinidad para defenderse.

Pero no todo era horror. “Luego fui descubriendo que también se ve lo más bonito también”, relata. “Aparte del horror y del infierno también había unas historias maravillosas”, como las relaciones de amor que surgían en el viaje.

Contar vidas

Para Muñoz no sólo se trataba de denunciar la situación, sino también de contar las vidas de los inmigrantes. Y fue eso lo que junto a sus colegas comenzó a hacer, desde su cruce desde Guatemala, con todo lo que allí ocurre ante la pasividad de las autoridades: “secuestro exprés, trata de blancas, comercio de órganos, violaciones”.

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Siempre acompañada por los periodistas o un asistente, Muñoz fotografiaba a los inmigrantes en un lugar y luego en otro, para ver cuáles eran sus vivencias. A veces iban con ellos, otras veces los esperaban, con intervalos de varios meses. Algunos indocumentados habían hecho el viaje ya varias veces. “Muy pocos llegan, muchos desaparecen y otros no cuentan lo que está pasando, y creo que es un deber nuestro que se sepa”, acota.

Varios son los personajes de esta exposición. Aquí está el retrato de un practicante de lucha libre, allá el de un niño al que su padre mandó a traer, pero del cual nunca más se supo. Un tercero puede ser un ex militar guatemalteco, secuestrado para vender sus órganos, que finalmente pudo escapar a sus captores. Un cuarto, un niño que viajaba con su tío y su primo, pero que se perdió, aunque finalmente pudieron reencontrarse. Un quinto, un joven que perdió sus dos piernas a manos del tren y que ahora recorre los albergues de los inmigrantes para decirles lo que deben y no hacer en el viaje. O está éste: Alejandro, un hombre que lleva un albergue para inmigrantes y ha sido agredido por las mafias por su labor. O aquellos dos: una pareja de dos transexuales… o esos dos payadsos, que actúan en el camino para divertir a la gente…

“Son personajes que siempre están contigo, sientes su dolor. Viven contigo, forman parte de ti, es como cuando conoces a alguien”, señala.

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Las fotos destilan realidad pura. Se puede ver desde la espera del tren en la noche hasta los inmigrantes ataviados con su mochila y su cartón, usado para montarse en el techo del tren y no quemarse sobre el mismo. Los hombres suelen viajar en los techos y las mujeres en las uniones entre un vagón y otro; en general se suben y bajan del tren en movimiento, con gran riesgo, cuenta Muñoz.

“Aunque hablemos de esta frontera, representa a muchas otras”, señala Muñoz. “Puedes cambiar una patera por un tren, da igual”.

“Yo, de todos los trabajos que he hecho, decía que había sido el trabajo donde había pasado más miedo”, admite la artista. “Había pasado más miedo físico, por subir y bajar al tren, donde te juegas que te corte las piernas, que te violen, aunque tenga muchísimos años, pero les da igual, o que te macheteen o hagan un secuestro exprés. Ahí te das cuenta de cosas que no valoramos, como el derecho a existir. La verdad es que sí, pasé mucho miedo”.

-¿Qué te parece que tu foto logre individualizar estadísticas?

-Creo que eso es lo importante, porque vivimos en un mundo de imágenes y números. Llega un momento es que todo es sólo un problema más, un número más, y ya no lo ves. Creo que tenemos el deber y también el privilegio el poder contar, cada uno a nuestra forma, y ser testigos de estas realidades. Los migrantes se prestaban (para las fotos) porque sabían que su historia representaba muchas otras, y que iba a ayudar a que el futuro cambiara.

“Aunque aquí individualizamos historias, también las universalizamos”, remata. “Para mí es importante encontrar esa forma de comunicación, porque al final no son imágenes, son historias. Lo importante es que transmita y emocione, porque uno vez que las imágenes están dentro tuyo, uno reacciona”.

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