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Concurso franco-chileno de Video Arte, realizado en los 80, se revela hoy como un túnel del tiempo

Concurso franco-chileno de Video Arte, realizado en los 80, se revela hoy como un túnel del tiempo

La Biblioteca Nacional de Francia entregó el archivo del legendario Festival Franco-Chileno del género al Museo Nacional de Bellas Artes, en el marco de la 12 Bienal de Artes Mediales que se realiza hasta el 25 de octubre. “Había un retrato de la sociedad que no era periodístico pero sí se basaba en una preocupación por el contexto político, social, económico, y que es invaluable», resume Enrique Rivera, director de la Bienal de Artes Mediales.


En 1984, el cineasta Gonzalo Justiniano, siguió a un grupo de jóvenes que se presentaban como miembros del incipiente movimiento punk en Chile. Un punk improvisado, ingenuo y desconectado. Un punk que no era movimiento sino moda. Treinta años después, este registro que ganó el Concurso Franco Chileno de Video Arte en 1984, se revela como un pieza histórica de un Chile confundido, que atado a la «normatividad» de la dictadura, luchaba por expresarse, por dejar de ser isla.

Este documental forma parte de una importante donación que ha realizado la Biblioteca Nacional de Francia al Museo Nacional de Bellas Artes (MNBA) en el marco de la 12 Bienal de Artes Mediales, que comenzó el pasado 8 de octubre y se extiende hasta el 25.

Se trata de un archivo digitalizado de las obras que fueron parte del Festival Franco-Chileno de Videoarte, que se realizó desde octubre de 1980. Reúne el conjunto de los catálogos y las obras audiovisuales realizadas por los videastas, chilenos y franceses, que participaron en los 10 festivales franco-chilenos de video arte y sus versiones en el resto de América Latina entre 1983 y 1994.

Festival-Franco-Chileno

Allí participaron entre otros el fallecido escritor Pedro Lemebel, el poeta Raúl Zurita, el artista visual Eugenio Dittborn y los cineastas Gonzalo Justiniano y Carlos Flores, en una mezcla de creadores ligados a la publicidad y otros más experimentales. Entre los franceses se destacaba Robert Cahen, uno de los precursores del género en su país.

Justiniano, opina que lo en su minuto se llamó «video arte» no era más que un tipo de documental más creativo, pero que con el paso de los años se han convertido en documentos históricos de un parte no contada de la realidad de lo 80.

Para el director del MNBA, Roberto Farriol, “esta donación representa un hito histórico para la colección audiovisual del museo, al tratarse de un archivo valiosísimo que queda ahora resguardado y dispuesto para su conservación. Con esta acción, el museo reafirma su compromiso con los nuevos medios de arte”.

Por su parte, el fundador del desaparecido festival, Pascal-Emmanuel Gallet, la idea subyacente no sólo es preservar estas obras y esta memoria poniéndolas a disposición de los artistas, investigadores y aficionados, “sino también reanudar con este diálogo fecundo en un mundo donde, una vez más, todo está por reinventarse y donde, más que nunca, la voz de los artistas y su diálogo son una necesidad vital”.

Diálogo con locales

Gallet señala que en su momento del propósito del mítico festival, cuyo origen se remonta a fines de los años 70, fue dar a conocer en el extranjero el video arte francés recién nacido.

Para ello reunió una muestra representativa y un catálogo que propuso a diversos Institutos Franceses en el mundo explicándoles que era una ocasión para entablar un diálogo con los creadores locales.

“El éxito en Santiago en 1979 fue tal que el agregado cultural de la época, Jean-Michel Solente, me pidió que repitiéramos la experiencia el año siguiente”, recuerda. “Acepté y propuse que perennizáramos este evento que sin duda respondía a un profunda necesidad político social”.

Inédito en la región

Desde el comienzo, la idea de Gallet fue hacer que el intercambio bilateral se mantuviera en el tiempo “en un país donde el acceso a la libre expresión estaba limitado y permitía establecer un diálogo entre Francia y un país que para nosotros representaba un mítico fin del mundo”.

Enrique Rivera, director de la Bienal de Artes Mediales, destaca que este evento inició la exhibición de obras de video arte en Latinoamérica. “Por eso fue tan importante. Nace en Chile, en plena dictadura, y después se expande a Argentina y Colombia”, dando origen al Festival Franco-Latinoamericano de Video Arte.

Agrega que, entre otros también gracias al apoyo del gobierno de Holanda, los artistas tuvieron acceso a equipos “para empezar a registrar lo que estaba pasando y mostrarlo de una forma tal vez más simbólica, no tan periodística ni evidente, sino desde un campo que apelaba a los símbolos”.

“Había un retrato de la sociedad que no era periodístico pero sí se basaba en una preocupación por el contexto político, social, económico, y que es invaluable. Hay una decodificación de estos temas que hoy podemos ver con más distancia, que en ese momento debieron ser codificados a través de elementos más simbólicos. Por eso hay un valor que no es evidente”.

Entre otros, las obras cuestionan cómo los medios oficiales de la época eran usados para adoctrinar y manipular al público.

Rivera añade que el evento también posibilitaba a creadores locales viajar a Francia, otra forma para que se supiera lo ocurrido en Chile.

Espacio de liberación

Los primeros años que se realizó este festival en Chile existía un limitado acceso a la imágenes debido a la dictadura. Para Gallet, ésa fue una de las razones para que los artistas vieran en este encuentro una oportunidad de poder mostrar realidades ocultas públicamente.

“Rápidamente sentí que ese espacio de creación libre, en un arte donde todo estaba por inventarse, así como el lugar de diálogo representado por el Instituto Francés de Santiago, eran oportunidades inigualables en ese país que sufría”, señala Gallet. “No sólo de diálogo entre los artistas franceses y chilenos, sino también entre los mismos chilenos. Existía en eso un espacio de liberación extraordinario”.

Aunque Gallet se niega a nombrar sus trabajos y artistas preferidos (“es subjetivo”), señala que lo importante en aquel momento era que las obras tuvieran “de forma metafórica y desviada, como lo hace toda obra de arte, un mensaje de esperanza”. Y recuerda al respecto que uno de los diarios chilenos de la época llevaba un nombre muy significativo al momento de la celebración del Bicentenario de la Revolución francesa: “Muerte al rey”.

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