La cineasta, que se encuentra de visita en Chile para firmar un acuerdo de cooperación con el Festival de Cine Lebu (Ficil Biobío), contó que en cuba continúan con el mismo ritmo de producción que en años anteriores de modo de mantener vivo ese legado que nació al alero de la Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano, y que hizo que por esta emblemática escuela pasaran profesores de la talla de Francis Ford Coppola, Steven Soderbergh, Costa-Gavras y Emir Kusturica, entre otros. Actualmente existen 20 estudiantes chilenos y próximamente Matías Bize dictará un taller.
La Escuela Internacional de Cine y Televisión San Antonio de los Baños de Cuba, requiere de poca presentación. Formada por Gabriel García Márquez, Fernando Birri y Julio García Espinosa en 1986, por sus aulas han pasado cientos de directores que tuvieron el privilegio de tener como profesores de taller a directores tan imprescindibles para la cinematografía mundial como Francis Ford Coppola, Robert Redford, Steven Soderbergh, Costa-Gavras, Emir Kusturica, Tomás Gutiérrez Alea, Ettore Scola, entre otros de renombre internacional.
Tal como hace poco más de 30 años, cuando el Nobel colombiano impartía cada diciembre el taller de guión Cómo contar un cuento, su actual directora Susana Molina busca mantener vivo ese legado que nació al alero de la Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano.
Y en eso Susana Molina no duda. Comenta que hoy trabajan con la misma rigurosidad y práctica de «aprender haciendo», con profesores que son cineastas activos y alumnos de la región y de todos los continentes.
La directora de la emblemática escuela de formación cinematográfica, de visita ahora en Chile para firmar un acuerdo de cooperación con el Festival de Cine Lebu (Ficil Biobío), y que ha conducido por varios años la Productora Internacional del Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográfico (ICAIC), cuenta que al entrar a la «escuela de Gabo» se lee el graffiti Pero sueña con los ojos abiertos, de Fernando Birri, quien fue su primer director. “Es una manera de recordarnos por qué estamos allí, para contar nosotros mismos nuestra historia, tener nuestro propio cine latinoamericano”.
Dentro de los recuerdos frescos que se le vienen a la memoria, Molina comenta que “son más de veinte cineastas chilenos lo que se han graduado en estas aulas y que han regresado a su país para crear un cine diferente, a retratar al Chile profundo, con una mirada lejos de lo comercial», dice. “Unos lo han logrado, otros no tanto, pero las ganas están ahí, tienen los conocimientos para hacerlo”.
– Teniendo en cuenta que hoy se han desdibujado las fronteras del cine latinoamericano, debido a que muchas películas sobre la región se hacen desde Hollywood ¿qué se entiende en la escuela por cine latinoamericano?
– La escuela no es de cine latinoamericano, surgió como la escuela de los tres mundos con alumnos de Asia, África y Latinoamérica y hoy es de todos los mundos, alumnos de todos los continentes. En la situación actual se han desdibujado absolutamente entre lo que podrían ser las zonas del norte y el sur, los países ricos con los países pobres. Por eso ahora tenemos la misma filosofía del inicio: formar creadores en todas las áreas del audiovisual para darle voz a quienes no la tienen. La escuela surge del Comité de Cineastas Latinoamericanos que constituye primero la Fundación de Cine Latinoamericano y, como un proyecto de esa fundación, se crea la escuela de cine. La vocación nuestra es la formación del cine latinoamericano.
Hace treinta años cuando surgió la escuela se hablaba de “nuevo cine latinoamericano” y su fundador, el cineasta Fernando Birri, decía que siempre fuera “un cine novíssimo, innovador, que siempre se esté negando a sí mismo”, refiriéndose al sentido creativo para que se pueda mantener joven. La escuela conserva el principio de que la mirada sobre Latinoamérica la deben hacer los propios cineastas de la región. Siempre existen incomodidades con esas miradas distantes y más comerciales. Muchas de esas películas de nuestro continente después han sido compradas por Hollywood, historias que han salido de la vida misma latinoamericana.
– ¿Cuál es el lugar que ocupa la escuela en la producción cinematográfica latinoamericana actual?
– En la escuela se han formado 883 cineastas y una buena parte de esa producción latinoamericana la han hecho estos graduados. Cuando la escuela surgió no habían prácticamente escuelas de cine en la región, los graduados han regresado a sus países y han tratado, en lo posible, duplicar este modelo de formación que busca crear cineastas no desde las técnicas y las tecnologías, sino con una formación humanista.
-Situándonos en Cuba ¿después del restablecimiento de las relaciones diplomáticas de la isla con Estados Unidos ha habido algún cambio en el cine cubano?
-No ha habido un punto de giro, continúa el mismo ritmo de producción que en años anteriores y en cuanto a las temáticas también se han mantenido. En Cuba hay un disfrute por la comedia, se abordan muchos temas sociales, las preocupaciones de la vida cotidiana. Lo que ha cambiado son las producciones que están haciendo los jóvenes, pero en ningún caso creo que las producciones estén marcadas por ese signo, ni el país tampoco. Yo no percibo un cambio, estamos esperando que el gobierno estadounidense elimine el bloqueo económico sobre Cuba porque casi todo el equipamiento y tecnología cinematográfica es americana y no podemos comprarla en los Estados Unidos y eso sería fundamental para el desarrollo de nuestro cine.
En el caso de Cuba, que no tiene riquezas naturales pero que tiene mucho talento profesional, no hay otro modo del desarrollo audiovisual sin el apoyo estatal. En la medida en que el Estado tiene recursos, eso se pone en manos de los realizadores.
– Cuba es una tema que genera muchas polémicas y críticas en los medios chilenos, sobre todo, cuando se refieren a las libertades individuales y colectivas. ¿Qué papel tiene el cine cubano como medio de expresión en este sentido?
– Trato de pensar en películas cubanas que no hablen de la realidad cubana y puedo encontrar muy pocas, todas las películas cubanas son muy críticas, son un reflejo de la vida de la gente, incluso las que no abordan temas actuales, sino de la época de la colonia. Los cineastas cubanos son muy honestos, y cada uno tiene una forma diversa de tratar los problemas de la Isla. Todos coinciden en representar lo que ellos quieren, y eso es importante para que su creatividad se respete. Por supuesto, hay principios inviolables. No queremos hacer películas xenofóbicas, que vayan en contra de los derechos humanos elementales. Esa libertad de expresión podemos apreciarla en muchas obras.
– ¿Y cómo era el cine cubano antes de la Revolución?
– La revolución triunfa en enero de 1959 y en marzo se creó la ley para fundar el Instituto Cubano de Arte y Estudios Cinematográficos. La Revolución entendió que el cine era muy importante como medio de expresión y como síntesis de la cultura cubana. Antes de la Revolución ya existía cine en Cuba, más folclórico, mostraba a las rumberas, historias de amor y de celos, y eso creo que no se debe desconocer. De algún modo esas personas tienen un mérito extraordinario porque no tenían ningún apoyo estatal. Con el Instituto Cubano de Arte y Estudios Cinematográficos, ICAIC, no nace el cine cubano, nace un concepto que agrupa todas las aristas de la cinematografía con una ley muy buena en su momento que incluía no solo la creación sino la comercialización, la preservación del patrimonio cinematográfico, la distribución y programación. El ICAIC alfabetizó a la población para que pudiera ver un cine diferente, por eso me refiero al cine cubano, más que hablar de una producción, es una institución que revolucionó el cine en Latinoamérica porque no dejó ningún vacío para el desarrollo del cine, en tanto el desarrollo del ser humano y del público.
– Hoy se dice que La Habana está de moda, pero en el cine cubano muchos consideran que siempre lo ha estado. ¿A qué pudiera deberse esta fijación de los cineastas de tomar a La Habana como gran set?
– Yo también estoy enamorada de La Habana, de su olor, la arquitectura, el ambiente cultural, aunque se note el paso del tiempo. A mi como espectadora me hubiera gustado que muchos directores no se quedaran a filmar solo en la capital, eso es una virtud, pero también un defecto. Ahora dicen que La Habana está de moda después de la visita de Obama, pero para nosotros siempre lo ha estado. No podemos olvidar la película Suite Habana, que es una sinfonía de todas las Habanas. Si uno pudiera escoger una película que describa la vida habanera es esta.
¿Después del éxito de Vampiros en la Habana cómo ha sido la experiencia de la animación en Cuba?
-En el caso cubano, los estudios de animación son fundamentales para la producción nacional. Estos han tenido mucha influencia en la formación de los niños y los jóvenes. Hemos crecido viendo animados que son de una excelente factura y que establecen una comunicación especial con el público por la síntesis que hace de la cultura e historia de Cuba. Recientemente se hizo la primera película en 3D en la Isla, el largometraje de animación Meñique que recoge el cuento del apóstol nacional José Martí. También la película Conducta registra una parte de la realidad cubana actual a través del intercambio de una profesora y un estudiante que vivía en una situación muy vulnerable. Últimos días en La Habana es la última película del destacado director cubano Fernando Pérez, un filme muy introspectivo y con muchos aciertos. También Ya no es antes, la última película del director y realizador cubano Lester Hamlet. En realidad el cine cubano se ha mantenido con mucha suerte, y siempre tiene gran acogida en América Latina.
– ¿Cómo participan los chilenos de esta formación de cine latinoamericano en La Habana?
– La escuela ha graduado a más de veinte cineastas chilenos. Ahora tenemos a una estudiante de fotografía que se ganó una beca por sus buenos resultados. También van a la escuela profesores chilenos a impartir clases, dentro de poco tendremos a Matías Bize que ofrecerá un taller.