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Amistad, niñez y cinematografía en “Cortes de escena” de Jorge Polanco CULTURA|OPINIÓN

Amistad, niñez y cinematografía en “Cortes de escena” de Jorge Polanco

Ramiro Villarroel Cifuentes
Por : Ramiro Villarroel Cifuentes Poeta, escritor y productor ejecutivo para cine y TV. Vive y trabaja en Temuco.
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Uno los grandes temas de este libro son el de la niñez abordada de varias maneras, por ejemplo, en la voz de un muchacho que no esconde sus fechorías, cosa que lo transforma en un personaje entrañable que podríamos rotular como una especie de antihéroe.


Inocencia es el niño, y olvido, un nuevo comienzo, 

un juego, una rueda que se mueve por si misma, 

un primer movimiento, un santo decir si” 

Friedrich Nietzsche. 

El epígrafe que encabeza este escrito nos sirve para ilustrar varios aspectos de la poesía que nos entrega Jorge Polanco en “Cortes de escena”, su último libro de poemas donde destacamos la niñez, la memoria, el juego, la autopoiesis, el movimiento y la voluntad de vivir arrojándose al futuro com temáticas predominantes. Un libro que si bien es cierto está escrito en prosa poética, también puede decirse que desdibuja los géneros transitando así por la poesía, la música, la etnografía, el guión cinematográfico, la filosofía, el ensayo e inclusive referencias a la pintura y la fotografía. 

En cuanto a las temáticas abordadas en este libro, resulta interesante el tratamiento de la memoria cuando el autor enfoca declaraciones de terceros cuando dice que: “Alejandra (…) alguna vez me dijo que la memoria se repite en ella como codazos en la oscuridad, y que quizá un día sin darnos cuenta moriremos de tanto pasado” (p.9) o una visión intempestiva en cuanto a una mirada política de reparación, anteponiendo a ésta una voluntad de futuro, visión absolutamente atendible: “Hoy, en la calle Londres (…) Nadie avanza en esta ciudad, sólo los amigos que continúan su marcha entre los faroles, ignorando el número 38” (p.25). 

[cita tipo=»destaque»]Un libro con muchas capas de sentido que perfectamente puede leerse en claves similares a un puzle móvil, como un film de alto talante experimental, de gran atractivo y misterio.[/cita]

Otra de las temáticas importantes que cruza el texto es el de la amistad, filosofía y lecturas mediante, imágenes e ideas que transmiten también cómo la vida de las personas se bifurcan por el paso del tiempo y los avatares siempre imprevisibles de la vida: “Leíamos a Nietzsche, Baudelaire y Sartre con la impresión de una náusea aumentada por los años. (…) Hoy Fernando tiene dos hijos, está casado y la oscuridad de la pieza aumenta con los años” (p.11), así mismo, esta imagen de la amistad y la filosofía se ven unidas en otras partes del texto: “Mi amigo deleuzeano habla a menudo del rizoma y de las máquinas deseantes (…) la filosofía no es sino eso –me dice-, otra forma de tener miedo” (p.12), u: “Hoy murió Francisco Pimentel. Era experto en filosofía judeo-alemana y sus secuaces (…) lo que más recuerdo de sus conversaciones es una frase en clave que me dijo al final: las formas de hablar siempre delatan al verdugo” (p.14). 

Pero uno los grandes temas de este libro son el de la niñez abordada de varias maneras, por ejemplo, en la voz de un muchacho que no esconde sus fechorías, cosa que lo transforma en un personaje entrañable que podríamos rotular como una especie de antihéroe: “La casa del vecino había quedado desocupada (…) las cajitas telefónicas se veían útiles y se nos ocurrió conseguir un aparato (…) hicimos llamadas a familiares, conocidos en regiones alejadas (…) comenzamos a cobrar por el uso del teléfono (…) Habíamos reunido suficiente dinero como para gastarlo en los juegos del video Samoa (…) Fue una manera inteligente de blanquear la plata y negar a toda costa los rumores. Pasamos algunas fichas a los vecinos de nuestra edad y a los más chicos los amenazamos con golpearlos si nos delataban” (p.19), o como un ser que padeciera episodios traumáticos, bastante lejano a lo promulgado por Jorge Teillier con su larismo -que habla de un paraíso perdido-, cosa que amplía las posibilidades simbólicas del poema con otros sentidos: “Era el atajo hacia el colegio (…) de repente una jauría se aproximó (…) vi cómo sacaban pedazos de mis piernas. Eran muchos perros rabiosos” (p.26). También vemos cómo se nos abren espacios a las mitologías urbanas propias de la infancia, como en el poema “Cuando niños decían que el organillero traía consigo la muerte” que dice en algún lugar que: “La culpa debe ser de las cajas  que abre el loro adivinando las cosas terribles que van a suceder” (p.34), o las memorias en clave deportiva de la niñez: “El camión Bahamondes era el central del equipo. Nuestro club jugaba en segunda y los niños lo miraban al nivel de una estrella de cine, pese a que lo único que sabía hacer era reventar la pelota” (p.35). Mundo cotidiano, con sus placeres, pasiones y horrores. 

El otro de los temas relevantes del libro y en el cual confluye la mayoría de los textos y sus contenidos es el cine en sus dimensiones técnicas, cuando menciona instrumentos de visión: el telescopio, “Ubicado a mil metros del edificio, nuestro vecino mira por un telescopio la escena de un matrimonio” (p.49); la cámara fotográfica,  “Fotografías esta mañana los recovecos sombríos de Valparaíso. Abres la puerta y Carolina está sentada con las piernas arriba de la silla. La fotografía es un espejo de fantasmas” (p.50); el microscopio, “Pasaste de una página a otra siguiendo las anotaciones cada vez más atento, como un microscopio que aumenta lo minúsculo” (p.79), junto a locaciones como bares, casas, habitaciones, playas, escaleras, calles y otras que complementan lo propiamente cinematográfico de este libro, que panea escenas idílicas, como cuando nos dice que: “De fondo apareció la imagen de un barco que cruzaba brumoso como el inicio de «La muerte en Venecia» de Luchino Visconti y empezamos a conversar de la belleza de los colores rojizos mezclados con el movimiento difuminado de las nubes, como si fuéramos espectadores privilegiados dentro de una pintura” (p.16) o referencia documentales que construyen la memoria política del país como en el poema “La batalla de Chile”, o cinematografía universal como en los poemas “Regiones interestelares de Tarkovski”, “Herzog” o “El caballo de Turín”. En resumen, “Inocencia es el niño, y olvido, un nuevo comienzo, un juego, una rueda que se mueve por si misma, un primer movimiento, un santo decir si”, con una imagen omnisciente de la mujer como encarnación de las emociones y los sentimientos. 

Un libro con muchas capas de sentido que perfectamente puede leerse en claves similares a un puzle móvil, como un film de alto talante experimental, de gran atractivo y misterio. 

Cortes de escena, Jorge Polanco, Editorial Isofónica, febrero de 2019, 81 páginas. 

Ramiro Villarroel Cifuentes. Escritor.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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