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La poesía de Paulo Maluk CULTURA|OPINIÓN

La poesía de Paulo Maluk

Eddie Morales Piña/Letras de Chile
Por : Eddie Morales Piña/Letras de Chile Profesor de Estado en Castellano por la Universidad de Chile. Ex director del Departamento de Literatura de la Facultad de Humanidades de la UPLA. Es autor de varios libros, entre ellos “De Literatura y Religiosidad” (1999), “Mito y antimito en García Márquez” (2002, segunda edición en 2011 por la Editorial Académica Española).
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Se va consolidando, entonces, una gramática lírica donde el lenguaje es el principal protagonista en la configuración de las imágenes, en la tonalidad musical de los versos, en el temple de ánimo que se trasunta en la tematización de los motivos, los temas, los espacios líricos. Los hablantes que se despliegan en el contenido -ya se ha advertido en los otros poemarios- tienden a una actitud dubitativa ante la presencia de una alteridad divina. Los hablantes se manifiestan en este sentido como en un péndulo del creer y no creer: “Me haces tanta falta/ Padre Omnipotente// Falto luego grito/ Dame un milagrito/ Padre Omnipotente”.


Recientemente, hemos concluido la lectura de tres libros de poesía cuya autoría corresponde a Paulo Maluk, nacido en Santiago de Chile en 1973. Este dato lo entregan las solapillas de los ejemplares. Nos llamó la atención la identificación escueta de quien escribe los poemarios. Normalmente, las solapillas se llenan de antecedentes biográficos y bibliográficos, más la opinión de críticos y reseñistas en torno al autor. En este caso, no ocurre así. Quién será el poeta Maluk, nos preguntamos. Será un seudónimo, cabe la interrogante. Lo que sí comparten los tres ejemplares es que la materia poética está antecedida por prólogos -que son en sí, pre-textos- redactados por un mismo enunciante, Rafael Rubio Barrientos, que en sí mismos son otra materia poética. Son textos sobresalientes que después he comprobado que corresponden a un también poeta. De hecho, no leo los prólogos hasta después de haber concluido la lectura de un texto literario. El prólogo puede dirigir la lectura del potencial recipendiario de la discursividad, en esta ocasión, poético-lírica.

Los libros de Paulo Maluk transitan -como ya está establecido- por los senderos de lo lírico. En consecuencia, se insertan dentro de una antiquísima tradición de la literatura. En el principio fue el verso, luego vendrá la prosa y el diálogo dramático. Uno de los géneros literarios clásicos en la tripartita división es la lírica. En la antigüedad clásica, la lírica está relacionada con el numen -lo numinoso-, es decir, lo que conecta directamente con la inspiración divina, como lo reconocían los griegos vétero. El pneuma insuflaba el aliento de la inspiración y provocaba el delirio poético. Platón en uno de sus diálogos -casi no leído- el denominado Ion reflexiona acerca de esta actividad humana de la creación artística a través del lenguaje. Efectivamente, los tres géneros clásicos -la narrativa, la lírica y la dramática- están encapsulados bajo la noción de un quehacer poético, en otras palabras, son creación. Poiesis es la palabra identificatoria de tal proceso. Andando el tiempo, la palabra pasó a designar o a significar lo esencial de lo lírico. De allí que se les llame poetas a quienes escriben sobre la base de una peculiar forma de aprehender el mundo: la estética versal. De más está decir que el género lírico utiliza recursos retóricos en el proceso creativo que permiten que el lenguaje adquiere ribetes inusitados que se alejan de la norma habitual. A lo largo de la historia hay momentos cruciales en este sentido, como la escritura barroca o la surrealista, lo que permite después la aparición de una poesía más transparente, como volver al lenguaje habitual pero poetizado.

Todo acto de lectura de un texto literario es una experiencia estética. La lectura es el proceso mediante el cual lo dicho se va desplegando en sus significados ante el lector/a. Los signos que parecieran estar inertes van adquiriendo sentido en la medida que se lee. El proceso de la lectura le otorga al texto, vida. Se activan las significaciones textuales y se entra en el proceso hermenéutico. La interpretación textual también es de vieja prosapia y trae a la superficie lo que está oculto en la textualidad. Los medievales sabían bien de este asunto cuando distinguían diversos pasos en el proceso interpretativo. El poeta y clérigo español-gran parte de ellos lo eran, sólo que en el medioevo la palabra clérigo no sólo remitía a un tonsurado sino a todo hombre letrado que equivalía a culto-, Gonzalo de Berceo (siglo XII) da una muestra magistral relativo lo interpretativo. Escribe “quitemos la corteza/, al meollo entremos”. El famoso verso está en la introducción que antecede a los veinticinco milagros marianos de su obra más nombrada. Quitar la corteza, precisamente, es entrar en lo medular del texto. Aquello que aflora en el proceso de lectura.

La poesía de Paulo Maluk, por tanto, ha sido un provechoso ejercicio de lectura estética dentro del contexto que hemos señalado. Nos da la impresión de que la poesía de Maluk dialoga con varias textualidades, lo que lo emparienta con los medievales. La intertextualidad es un rico venero en que todos beben. El llamado jardín de formas de Ernest Robert Curtius sigue vigente. Las formas están en el jardín y sólo hay que reactualizarlas. Maluk, el poeta, lo sabe y lo demuestra en esta poesía que tiene diversas connotaciones no sólo estéticas, sino que abarca un espectro más amplio donde lo filosófico y lo teológico no están ausentes. Los libros que se han desplegado ante nuestra lectura tienen los siguientes títulos Pan de salmo (2021), Albedrío (2021) y Contra ídolo (2022) y todos son de Ediciones Quinta. Las portadas de las tres obras -que son un paratexto, por tanto, tienen su propia significación como textura- aportan al sentido interpretativo. En el primero de los nombrados aparece sobre un fondo blanco la figura de un hombre que es un rey porque está coronado y tiene espléndidas vestiduras, quien sostiene entre sus manos un instrumento musical. La imagen de este monarca cantor remite inmediatamente al famoso rey David a quien se le atribuye la mayor parte del Salterio bíblico. El dibujo del rey y el título del poemario se conectan indisolublemente. Por otra parte, en el título la palabra pan es significativa, pues no sólo puede aludir al alimento cotidiano, sino que tiene una simbología trascendente que remite a la palabra divina, y más aún al Verbo encarnado: el Logos, el Verbum, la palabra de Dios hecha hombre.

El Salterio es uno de los libros del Antiguo Testamento y está dentro de los géneros bíblicos como poesía. Los salmos atribuidos al rey David son poesía lírica que abarca un amplio horizonte de la realidad humana del pueblo de Israel y su relación con Yahvé. En definitiva, los salmos son poesía que tienen una clave oracional que adquieren diversas formas expresivas de acuerdo con el temple de ánimo de su creador. Los salmos del poeta Maluk son una versión posmoderna de aquellos otros con que -probablemente- dialogó. En este sentido, el hablante lírico de Maluk adquiere una perspectiva no desacralizadora a ultranza, sino que hay una suerte de religar lo humano con lo divino, o al revés. En este poemario Maluk establece -creo- su poética. Ars poeticae, dirían los latinos. En los tres libros lo que se nos revela como lectores es que la poética -la poiesis- de Paulo Maluk está asentada sobre la base de las categorías textuales de proverbios, sentencias, epigramas, lamentaciones, haikus, entre otras. En este sentido, es un eximio poeta. Pan de salmo no sólo, por tanto, nos conecta con el rey que fue pecador y creyente, sino con otras modalidades de los géneros bíblicos como los libros de los Proverbios y de la Sabiduría. Estamos en presencia de una poética que se abre a diversas formas de expresividad donde el hablante lírico nos va revelando su interioridad y su estar en el mundo mediante versos mínimos o minimalistas pero que alcanzan altas cotas de expresividad lírica y de contenido. Este verso da por ganado todo el libro -o los tres, para ser exactos-: “Sin belleza es insoportable la vida”. Espigar en el libro entre sus versos es recoger precisamente el pan. El producto de un quehacer estético: “Para ser justo/ mejor no juzgar”; “Los salmos no son de nadie sino/ del milagro de las generaciones”; “El fin no es el poema/ sino lo que transporta/ Vehículo del salmo”; “La salmodia es poética/ Lo poético no siempre es salmódico”.

Albedrío tiene una portada donde hay ausencia de una imagen o icono que nos permita leerla como paratexto. Efectivamente, nos enfrentamos a una portada con un fondo de color verde nilo donde están en título y el nombre del autor en sentido vertical y confrontándose. La denominación del poemario esté en letras altas, mientras que el nombre del poeta se muestra en letras pequeñas. De lo anterior, podemos deducir el sentido simbólico de lo que leeremos. La palabra albedrío es un sustantivo cuya significación no se encuentra en el campo semántico de lo poético. Más bien está ubicado en lo ético y dice relación con una condición ineludible de la voluntad, esto es, la facultad de optar o elegir frente a una situación al que el individuo o la persona se enfrenta en su existencia cotidiana. Sin duda que hay situaciones límites que van más allá de las decisiones inmediatas. Este tema repercutió en la literatura después del Concilio de Trento donde se discutió acerca de la predestinación y el libre albedrío, optándose por este último. La cosmovisión barroca del mundo y su plasmación estética en el arte literario tiene significativos aportes como en el Quijote cervantino, en la figura de Segismundo de Calderón o en el Hamlet de Shakespeare.

Paulo Maluk en este poemario tematiza esta conditio sine qua non de la persona. Es el ser o no ser de la individualidad inserta en el mundo posmoderno donde ya no hay nada que elegir en la sociedad del consumo y del cansancio (Byung -Chul Han, dixit), a no ser que la propia condición humana enfrentada a un mundo tecnologizado y, en consecuencia, deshumanizado. En este segundo poemario, Maluk hace de la poiesis una forma de opción radical ante lo anterior, pues, en definitiva, la belleza salvará al mundo (Dostoievski, dixit) o sin belleza la vida se hace insoportable, reescribiendo al propio Maluk. En este poemario volvemos a los versos mínimos o minimalistas que se constituyen ya en el hablar poético del sujeto hablante. Y efectivamente, en el transcurso de la discursividad vamos visualizando aquella actitud de la elección de la voluntad, el albedrío. La poesía de Maluk es existencialista en el sentido sartreano del concepto, y en cuanto tal el existencialismo es un humanismo. El sujeto hablante o los hablantes líricos de los poemas permanentemente está apelando a esta actitud del elegir sobre la base de diversas tonalidades donde la insoportable levedad del ser está presente: “Preso de mí/ Ese soy yo/ un pecador// Un pescadito del pescador”; “De todo/ De algún modo/ Soy responsable”; “Me siento preso/ Y soy libre”. Nuevamente acá en el poemario, los hablantes dudan entre la existencia o la negación de un Ser superior -Dios- escrito según venga al caso en minúscula o mayúsculas de un sujeto -el hablante lírico- angustiado: “Fuimos hechos de angustia” // “No está mal la angustia/ Yo lo estoy”.

El tercer libro lleva por título Contra ídolo. En la portada sobre un fondo color rojo sobresale la imagen de una oveja negra. El simbolismo de la oveja en la literatura y en el arte es ineludible. El adjetivo negro le entrega al sustantivo otras connotaciones. La oveja – sin adjetivo calificativo- como símbolo de la obediencia ciega y la mansedumbre o la vida retirada. La oveja en el imaginario cristiano como la figura de los discípulos del Buen Pastor que lo siguen mediante su cayado. La oveja como la metáfora del pecador que se aparta del redil y es rescatada por el pastor bueno. Aquella oveja podría ser la descarriada, la marginada, la “oveja negra de la familia”. El poeta como el enajenado, el poeta maldito, transfigurado en esta oveja cuyo pelaje no es la albura. La pregunta es quién o quiénes son los ídolos del mundo que esta pecora nera se atreve a desafiar desde la portada de la obra de Maluk.

En el poemario volvemos a la poética minimalista de Maluk que hemos visualizado en las obras anteriores. Se va consolidando, entonces, una gramática lírica donde el lenguaje es el principal protagonista en la configuración de las imágenes, en la tonalidad musical de los versos, en el temple de ánimo que se trasunta en la tematización de los motivos, los temas, los espacios líricos. Los hablantes que se despliegan en el contenido -ya se ha advertido en los otros poemarios- tienden a una actitud dubitativa ante la presencia de una alteridad divina. Los hablantes se manifiestan en este sentido como en un péndulo del creer y no creer: “Me haces tanta falta/ Padre Omnipotente// Falto luego grito/ Dame un milagrito/ Padre Omnipotente”. Lenguaje irónico, paródico y sarcástico en el devenir de la poetica de Maluk, cualidades del lenguaje poético que ya cultivaban los poetas clásico de la antigüedad, reactualizados en el quehacer -mester- de Paulo Maluk.. Pareciera ser que aquella alteridad es un ídolo, pero los ídolos para los sujetos hablantes son muchos como los pecados capitales y otros mencionados en un poema con tintes huidobrianos donde el sintagma inicial se complementa con una enumeración ad aeternum: “Ídolo de la soberbia/ Ídolo de la lascivia/ Ídolo de la iracundia/ Ídolo de la tristeza/ Ídolo de la canalla/ Ídolo de la avaricia/ Ídolo de la miseria/ Ídolo de la riqueza/ Ídolo de la razón/ Ídolo de la ignorancia/ Ídolo de la costumbre/ Ídolo de la pereza/ Ídolo de la matanza/ Ídolo de la gran puta/ vade retro”.

En definitiva, de la lectura de los tres libros de Paulo Maluk puede concluirse que estamos en presencia de un poeta donde los poemas que los constituyen son una verdadera “fiesta de de palabras” que no dejarán indiferentes a los potenciales lectores/as, cuya experiencia de lectura será gozosa y placentera.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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