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Ante un exceso de relatos, llega la danza: «El oasis de la impunidad» CULTURA|OPINIÓN

Ante un exceso de relatos, llega la danza: «El oasis de la impunidad»

La obra culmina, como ya hemos visto en sus anteriores trabajos, pero sin dejar de sorprendernos, atravesando límites y denunciándolos al mismo tiempo. Todo el dolor, la pena y la sangre derramada, cierra con un breve monólogo que nos lleva a pensar que ni “el poder” mismo logra dominarse por completo así mismo: la brutalidad realizada es tan grande que “algunos” tomando conciencia de lo que hacen, siguen cometiendo dichas acciones. Aun así -todavía- nada los saca del oasis de impunidad en el que viven al día de hoy.


Actualmente la compañía de Teatro “La Re-sentida” presenta en Matucana 100 su última obra teatral “El oasis de la impunidad”, basada en una “danza” que viene a desenmarcarse del estilo artístico patente en sus creaciones anteriores, como el humor, la ironía y los diálogos rápidos, (que ya veíamos disminuir en la dirección de “Paisajes para no colorear”), pero sin abandonar su clásico rupturismo de límites y ahondando en las oscuridades de nuestra sociedad.

La co-producción chilena-alemana, nos trae a escena: acciones, imágenes y danza-s sobre nuestra actualidad chilena: 30 años de una “democracia” pactada post dictadura y un estallido social que por su similitud con la dictadura nos conflictuaba como espectadores, de si lo que veíamos era octubre de 2019 o el mandato del dictador Pinochet o simplemente un reflejo del eterno retorno de la represión que habita en nuestra cultura.

Y es que Foucault ya nos explicaba que el poder había llegado a un nivel de tecnología en nuestra era que iba más allá de lo evidente, y es en estas complejidades las que profundiza La Re-sentida, junto al otro desafío del momento en que vivimos: el exceso de información, videos y libros que nos describen y analizan las atrocidades del estallido social. Pero entonces, si como país ya veníamos de una dictadura, ¿cómo volver a denunciar lo que ya se venía denunciando hace 30 años?

Es la “danza”, esa danza que pareciese entre soportar la explotación de un sistema o abstenerse del exceso de placer del sistema, la danza que revela que somos cuerpo, capaces de ser sometidos, pero por ser cuerpos humanos, deseamos ser libres y estamos vivos. Un exceso de movimientos articulados, en la que se ve a los actores como marionetas con orejas grandes de un sistema y sujetos genios del trabajo corporal, demostrando que son libres de este.

Sin necesidad de representar al Estado, la institucionalidad, el poder y la dominación a través personajes de terno y corbata -ya visto en “La imaginación del futuro”-, el equipo artístico se las ingenió para abordar todas estas aristas a través de símbolos: mediante pocos y específicos objetos -el cubo transparente, por ejemplo-, dinámicas y reacciones entre ciertos personajes, que dejaban en claro jerarquías y las prácticas del poder, exponiendo con sublimación la represión del Estado Chileno.

La obra culmina, como ya hemos visto en sus anteriores trabajos, pero sin dejar de sorprendernos, atravesando límites y denunciándolos al mismo tiempo. Todo el dolor, la pena y la sangre derramada, cierra con un breve monólogo que nos lleva a pensar que ni “el poder” mismo logra dominarse por completo así mismo: la brutalidad realizada es tan grande que “algunos” tomando conciencia de lo que hacen, siguen cometiendo dichas acciones. Aun así -todavía- nada los saca del oasis de impunidad en el que viven al día de hoy.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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