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Claude Lévi-Strauss, trayectoria y legado de un antropólogo excepcional CULTURA|OPINIÓN UNESCO/Michel Ravassard

Claude Lévi-Strauss, trayectoria y legado de un antropólogo excepcional

Óscar Galindo V y Jorge Iván Vergara
Por : Óscar Galindo V y Jorge Iván Vergara Oscar Galindo, académico, licenciado en letras, profesor, Dr. en Filología Hispánica/ Jorge Iván Vergara, antropólogo, Dr. en sociología, académico Universidad de Concepción
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Podría decirse, sin exagerar, que Lévi-Strauss es al pensamiento mítico -como también lo llama- lo que Freud fue para el inconsciente o Marx para la crítica de las ideologías: un hito intelectual tan significativo, que marca -sea en un sentido positivo, crítico o complementario- toda reflexión posterior sobre el fenómeno. Sus investigaciones no fueron las primeras en cuanto al reconocimiento y valoración del pensamiento indígena y de sus formas de vida, pero alcanzaron tal profundidad y complejidad, que siguen siendo una gran fuente de inspiración a 113 años de su nacimiento.


“Más vale proseguir discretamente un trabajo artesanal, tratar de resolver no los grandes problemas del destino del hombre o del futuro de las sociedades, sino las pequeñas dificultades a menudo desprovistas de interés actual, seleccionadas porque uno cree poderlas tratar de forma un poco más rigurosa, a las que no llegan las llamadas ciencias humanas por enfrentarse a un conjunto de problemas muy complicados, y con la esperanza de contribuir -pero a largo plazo- a una mejor comprensión de los mecanismos de la vida social y del funcionamiento del espíritu humano”.

Claude Lévi-Strauss, entrevista a «Le Nouvel Observateur», N°s 815-816, 1980.

Claude Lévi-Strauss fue uno de los pensadores más destacados e influyentes del siglo XX. Nació en Bruselas en 1908 en el seno de una familia judía alsaciana de pintores y músicos y falleció en París en un día como hoy, el 31 de octubre de 2009, a la edad de cien años. Se formó originalmente en filosofía, siendo compañero de agrégation de Simone de Beauvoir y Merleau-Ponty. Es autor de una treintena de libros y cerca de 350 artículos. Su impacto trasciende con mucho el campo antropológico, extendiéndose a otras ciencias sociales, a los estudios literarios, las humanidades y la filosofía.

Como otros fundadores de grandes corrientes intelectuales -Marx y el marxismo o Freud y el psicoanálisis- el pensamiento de Lévi-Strauss sobrepasa el marco de la escuela estructuralista fundada por él, y es susceptible siempre de nuevas relecturas. El estructuralismo es definido por él como un método más que como una teoría. Dicho método se basaría fundamentalmente en la lingüística estructural, fundada por Saussure, pero tendría precedentes ya en el Renacimiento y sería aplicado regularmente por las ciencias naturales.

Lévi-Strauss considera que las ciencias sociales requieren enfrentar el problema del alto número de variables propias de sus fenómenos sociales. Para ello es necesario conformar modelos (estructuras) que puedan ser contrastados empíricamente y mejorados en aproximaciones sucesivas. Lo propio de la sociedad es su naturaleza simbólica. “Los hombres se comunican por medio de símbolos y signos; para la antropología, que es una conversación del hombre con el hombre, todo es símbolo y signo que se afirma como intermediario entre dos objetos”, escribió en «Antropología Estructural», una de sus obras más importantes. De esta forma, se configuran sistemas simbólicos como el parentesco, los mitos y el arte, entre otros.

El paso de Lévi-Strauss desde la filosofía a la antropología social (etnología, en la denominación francesa) se inició durante su estadía en Brasil (1935-1939). Contratado por la recién fundada U. de Sao Paulo, se interesó por los pueblos indígenas, llevando a cabo -junto a su mujer, Dina Dreyfus- dos expediciones etnográficas: entre los Caduveo y Bororo, y los Nambikwara y Tupi-Kawahib. En su extraordinario libro «Tristes Trópicos» (1955) describe dichos viajes y su experiencia etnográfica. La estadía en Brasil representó, en palabras del propio Lévi-Strauss, “la experiencia más importante de mi vida por el alejamiento, por el contraste, pero también porque determinó mi carrera. Tengo una deuda muy profunda con ese país”, señaló en una entrevista de 2005.

La formación antropológica de Lévi-Strauss se completó en Nueva York, donde se estableció en 1941, huyendo de la ocupación alemana de Francia. Comenzó a ejercer labores académicas en la New School for Social Research y, posteriormente, en la École Libre de Hautes Études, donde dictaba clases sobre sociología contemporánea de América Latina. Hay varias circunstancias que confluyeron en el desarrollo intelectual de Lévi-Strauss en Nueva York: su condición de exilado, su contacto con los surrealistas, el descubrimiento de la lingüística estructural, el estudio de la tradición antropológica anglosajona y la elaboración de su tesis de doctorado, que se transformará en su primera gran obra, «Las estructuras elementales del parentesco» (1949).

El pensador francés se relacionó estrechamente con destacados miembros de la escuela surrealista como André Breton y Max Ernst. En general, el arte ocupa un lugar privilegiado en su obra y sus análisis al respecto se encuentran entre los mejor elaborados; pero sin duda, la relación más importante que estableció en Nueva York fue con el lingüista ruso Roman Jakobson (1896-1982). Jakobson había llegado a Estados Unidos escapando de la invasión alemana de Checoslovaquia, donde participó muy activamente del Círculo Lingüístico de Praga. Fue él quien introdujo a Lévi-Strauss en la lingüística estructural, la más decisiva influencia intelectual en su pensamiento. De acuerdo con el propio autor: “En esa época -dijo a Didier Eribon- yo era una especie de estructuralista naif. Hacía estructuralismo sin saberlo. Jakobson me reveló la existencia de un cuerpo de doctrina ya constituido en una disciplina, la lingüística, que yo no había practicado nunca. Para mí fue una iluminación”.

A su retorno a Francia, en 1947, Lévi-Strauss completó su doctorado en antropología, se integró a la Escuela Práctica de Altos Estudios y al Museo del Hombre. Colaboró también activamente con la UNESCO, de la que fue su primer secretario general entre 1951 y 1962. Alcanzó los más altos reconocimientos académicos en su país, ingresando en 1960 al Colegio de Francia y en 1973 a la Academia Francesa. Jubiló en 1982, pero continuó estando muy activo hasta una edad muy avanzada.

Bajo el auspicio de UNESCO elaborará uno de sus trabajos más importantes, «Raza e historia», aparecido un año después. «Raza e Historia» es una notable indagación crítica de la noción de progreso y en favor de la diversidad cultural. El autor establece la diferencia entre dos formas de historicidad: la acumulativa, propia de grandes civilizaciones, en particular la occidental; y otra más bien estacionaria, que busca preservar la tradición. Lévi-Strauss llama a las primeras “sociedades calientes” y a las segundas “sociedades frías”. Aclara que la distinción es subjetiva, pues se refiere a la manera cómo las sociedades enfrentan la historia y que no se trata de una diferencia absoluta, sino de grados, pues todas las sociedades se transforman.

Aunque su segunda gran contribución a UNESCO, “Raza y cultura”, de 1971, supuso una ruptura con esta organización y lo hizo objeto de diversas críticas relevantes -entre otras razones por defender un etnocentrismo moderado-, Lévi-Strauss nunca se apartó de lo afirmado en los años 50. En diversos trabajos posteriores extendió este punto de vista crítico de la hegemonía política y cultural occidental, reivindicando el valor de las sociedades indígenas y de la diversidad cultural en general.

La profundidad y riqueza intelectual del mundo indígena resalta especialmente en sus estudios sobre el “pensamiento salvaje” y la mitología sud y norteamericana, a la cual consagró quizás lo mejor de su obra, pero también la más difícil de abordar por su alto grado de sofisticación y abstracción. Lévi-Strauss considera a esta forma de pensamiento tan válida como el saber científico. Dice que conforma una “lógica de las cualidades sensibles”, y, de esa manera, contribuye a comprender un aspecto que la ciencia moderna, desde Galileo, desplazó a un segundo lugar. El pensamiento salvaje no es un antecedente remoto del pensamiento científico, tal como creyeron Frazer y mucho otros. Está presente en los mitos, los ritos, la magia, las leyendas y el arte. Se encuentra expresado en una forma más simple y pura en las sociedades indígenas, pero acompaña al ser humano en todas las épocas y lugares.

Podría decirse, sin exagerar, que Lévi-Strauss es al pensamiento mítico -como también lo llama- lo que Freud fue para el inconsciente o Marx para la crítica de las ideologías: un hito intelectual tan significativo, que marca -sea en un sentido positivo, crítico o complementario- toda reflexión posterior sobre el fenómeno. Sus investigaciones no fueron las primeras en cuanto al reconocimiento y valoración del pensamiento indígena y de sus formas de vida, pero alcanzaron tal profundidad y complejidad, que siguen siendo una gran fuente de inspiración a 113 años de su nacimiento.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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