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Balance político 2018: nuestra propia “Casa de papel” Opinión

Balance político 2018: nuestra propia “Casa de papel”

Germán Silva Cuadra
Por : Germán Silva Cuadra Psicólogo, académico y consultor
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A la hora de escoger los personajes del año la tarea es difícil. En la oposición el título queda vacante. Paradójicamente, dos nombres surgen de manera indirecta para remarcar el efecto que tuvieron en la discusión pública: Jair Bolsonaro y Camilo Catrillanca. El primero para mostrar las dos derechas que habitan en el oficialismo, y el comunero asesinado porque desnudó lo precario del Plan Araucanía y la crisis profunda de Carabineros. Pero si tuviera que elegir, me quedo con Joaquín Lavín.


No es fácil resumir este 2018. Un año intenso. Iglesia en crisis profunda. Ejército bajo sospecha. La Araucanía en llamas. Los viáticos de los parlamentarios, una oposición que no despertó nunca. Los “tiempos mejores” que no llegaron, los haitianos que tuvieron que abandonar un país que nos habíamos convencido quería al amigo cuando era forastero. Con una promesa de más empleo que no se cumplió, Carabineros que “nos mintieron”, la irrupción –en buena hora– de un movimiento de mujeres que nos mostró que Chile es un país desigual en muchos ámbitos. Con los hijos “campeones” del ex ministro Varela en el año en que aumentó brutalmente en VIH. Un Lavín que la rompe con temas que no comulgan con la agenda de la UDI. Y, claro, rematando con que tenemos al menos cinco candidatos presidenciales antes de cumplir un año en el poder Piñera, incluida la humorada de Cathy Barriga. Castillos de papel, espejismos, en un país en que todo parece ser lo que no es. Nuestra “Casa de Papel”.

Partamos por el primer hito que marcó el año que empezamos a despedir: el cambio de mando. Un hecho que, sin duda, se convertirá en récord Guinness al consagrar 16 años de gobiernos alternados entre dos mandatarios de posiciones completamente polares y que habla del Chile que somos: un zigzagueo, sin puntos intermedios, entre izquierda, derecha, izquierda, derecha. El Presidente Piñera llegó a La Moneda con una de las votaciones más altas registradas desde el retorno a la democracia: 54%. Su eslogan generó tal nivel de expectativas, que se creó una suerte de nube, de ilusión, de esperanzas en que todos los males acarreados de Bachelet –el Gobierno abusó de este relato todo el primer semestre– se terminarían por obra y gracia del Espíritu Santo. Faltó prudencia, faltó humildad a la hora de las promesas, transformando a “los tiempos mejores” en una parodia moderna de “la alegría ya viene”.

No la ha tenido fácil el Gobierno. Además de la inexplicable repetición de errores de su primer mandato, especialmente referidos a las dificultades para nombrar personas en puestos clave –pese a que hacía más de un año que ya se daban por ganadores–, la verdad es que el episodio de su hermano Polo, las torpes frases de Varela –advertí en este espacio, en enero, que este ministro sería el primero en salir–, las contradicciones de Santelices, la tozudez de mantener al subsecretario Luis Castillo y el numerito del ex intendente Mayol, dejaron expuesta a La Moneda y desviaron, más de la cuenta, la atención de los temas de fondo.

[cita tipo=»destaque»]No la ha tenido fácil el Gobierno. Además de la inexplicable repetición de errores de su primer mandato, especialmente referidos a las dificultades para nombrar personas en puestos clave –pese a que hacía más de un año que ya se daban por ganadores–, la verdad es que el episodio de su hermano Polo, las torpes frases de Varela –advertí en este espacio, en enero, que este ministro sería el primero en salir–, las contradicciones de Santelices, la tozudez de mantener al subsecretario Luis Castillo y el numerito del ex intendente Mayol, dejaron expuesta a La Moneda y desviaron, más de la cuenta, la atención de los temas de fondo.[/cita]

Lo cierto es que el Gobierno postergó para 2019 lo que ha denominado los proyectos “esenciales”, una versión repetida de los “estructurales” de Bachelet –que se concentraron en el primer año con el desgaste por todos conocidos–. Por tanto, los avances en las promesas de la campaña han sido escasos. El desempleo aumentó en vez de bajar, el Plan Impulso Araucanía fue lanzado de manera muy pirotécnica como “la solución” a los problemas históricos, enfrentando la realidad luego de dos meses. Por el momento, esta –necesaria– iniciativa ha vuelto a su punto inicial y es muy difícil que pueda recuperarse. El Sename, pese a los anuncios, sigue estando igual y la delincuencia ha aumentado en términos de percepción, lo que confirmó la encuesta CEP.

Sin duda, el foco del Gobierno, este primer año, ha estado en el tema migratorio, lo que ha apuntado claramente a reforzar el voto duro de derecha. Dudo que esto se pueda extender al 2019, ya no provoca sorpresa e incluso despertó algo de molestia transversal el penoso peregrinaje de haitianos en aviones de la Fach. Finalmente, llamó la atención el poco provecho que La Moneda le sacó al triunfo en La Haya, era una oportunidad para haber logrado el “efecto 33”.

A la hora de las cifras, los resultados son categóricos: un 37% –encuestas CEP y Criteria lo confirmaron– apoya la gestión del Presidente, porcentaje que es similar al 37% que obtuvo en primera vuelta el 2017. Es decir, en poco más de 9 meses, Piñera ha perdido un 17% de respaldo –sacó 54% en el balotaje– y la desaprobación supera a la aprobación. La caída es muy fuerte, y sin duda está relacionada con las sobreexpectativas. Para irritación de La Moneda, a esta misma altura, Bachelet tenía exactamente los mismos porcentajes del Mandatario. O sea, la ciudadanía aún no percibe ninguna diferencia entre ambos gobiernos. Y para rematar, la ex Jefa de Estado terminó como el segundo personaje político mejor evaluado, por sobre Sebastián Piñera

Las cosas en la oposición no estuvieron mejor. La siesta ha sido más que larga y, luego de un año completo, siguen desconcertados, divididos y con un escaso protagonismo en la agenda pública. Ni siquiera han capitalizado la baja en las encuestas del oficialismo. El Frente Amplio –del que se tenían muchas expectativas– ha sido el gran fiasco del año. Peleas internas, infantilismo extremo, Florcita Motuda como protagonista y el episodio de Boric-Orsini en París coronaron un año para el olvido. La DC indecisa entre pasarse al oficialismo o ser oposición. Nada más simbólico que el apoyo de Frei al Ejecutivo en el tema del Pacto Migratorio. La foto final que queda es una oposición dividida en cuatro: Convergencia Progresista –PPD, PR, PS-; un bloque sin nombre, aunque también se clasifican como “proges” –PC, PRO y PRV-; la DC y el Frente Amplio, cada uno en solitario. Más que la ineficacia y la paralización, lo más dramático es la escasez de ideas y la falta de proyectos.

En el terreno de los “outsiders”, sin duda, José Antonio Kast tuvo un espacio destacado. El ex UDI se ha consolidado como el Bolsonaro chileno. Cada vez más políticamente incorrecto, ultraderechista y conservador sin complejos, lo cierto es que está despertando preocupación en La Moneda y Chile Vamos, ya que sus posiciones extremas están contagiando a una parte de la UDI y RN. De hecho, en 2019 Acción Republicana tendrá su primer parlamentario: el deslenguado y provocador Ignacio Urrutia, quien renunciará al gremialismo.

El mundo empresarial mostró en 2018 una cara que molestó al Ejecutivo. Pese a un discurso público de colaboración y respaldo, la verdad es que han remado en el sentido contrario en materia de empleo. Sin ir más lejos, fue el propio ministro Valente el que tuvo que salir al paso para enfrentar una actitud que en La Moneda no logran comprender del todo. Desde marzo a la fecha, los despidos masivos se han convertido en pan de cada día y parecen concertados. Varios de ellos emblemáticos, como el de Iansa. Valente fue claro: no entendemos la molestia empresarial por el hecho de no haber contemplado la rebaja de impuestos en el proyecto de reforma tributaria. El mensaje fue directo.

Pero si existió un evento que produjo un punto de inflexión este año, fue el movimiento de las mujeres en el primer semestre. Las movilizaciones y tomas universitariaS –como en mayo 68– generaron una percepción positiva general de la necesidad de hacer cambios en nuestra sociedad. Fue un primer paso, sin duda, pero un paso trascendente. De hecho, luego vendría la discusión de la igualdad de oportunidades, inequidad de salarios, las denuncias de acoso y abuso en la TV, el cine, el trabajo, el metro, etc. Este debería ser uno de los grandes temas de 2019, ya que cruzará toda la discusión política y legislativa.

A la hora de escoger los personajes del año la tarea es difícil. En la oposición el título queda vacante. Paradójicamente, dos nombres surgen de manera indirecta para remarcar el efecto que tuvieron en la discusión pública: Jair Bolsonaro y Camilo Catrillanca. El primero para mostrar las dos derechas que habitan en el oficialismo, y el comunero asesinado porque desnudó lo precario del Plan Araucanía y la crisis profunda de Carabineros. Pero si tuviera que elegir, me quedo con Joaquín Lavín.

El alcalde está primero en las encuestas, cada vez parece menos UDI, creó agenda política con sus viviendas sociales –en dupla con el PC Jadue–, enfrentó a empresas cuando vio atacados los derechos de sus vecinos, y para rematar, dio inicio a uno de los grandes cambios culturales de nuestra sociedad: la eliminación de las bolsas plásticas. Ese puro hecho, tiene más méritos que los más de 500 proyectos de acuerdo presentados en el Parlamento, como el de declarar el día de la cueca o del mote con huesillo y otras creatividades de nuestros políticos.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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