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Ciencia y tecnología en China: la nueva ruta de la seda Opinión

Ciencia y tecnología en China: la nueva ruta de la seda

Flavio Salazar Onfray
Por : Flavio Salazar Onfray Académico de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile. Ex Ministro de Ciencia, Tecnología, Conocimiento e Innovación.
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Para potenciar la cooperación científico-tecnológica con China, una delegación de la Universidad de Chile, compuesta por autoridades centrales, de facultades e investigadores, visitó las principales universidades y empresas tecnológicas en Pekín, Shanghái y Hong-Kong. Nuestra misión logró generar acuerdos de colaboración en áreas de ingeniería espacial, inteligencia artificial y biología molecular, que permitirán a jóvenes chilenos y chinos participar directamente del proceso de integración científico-tecnológico, con estadías recíprocas. Pero esta captura de conocimiento requiere de un mayor esfuerzo país. Debemos cubrir las brechas que nos distancian de la nueva sociedad del conocimiento, aumentando la inversión en ciencia y tecnología. De otra forma nos quedaremos en la orilla de la llamada nueva ruta de la seda.


China, principal socio comercial, transita un acelerado proceso de desarrollo económico social que le permite invertir recursos cuantiosos en proyectos de impacto global con importantes repercusiones económicas para Chile. Debemos sumar iniciativas de intercambio en áreas de ciencia, tecnología e innovación, a las oportunidades de negocios que durante décadas han beneficiado a emprendimientos y exportaciones, capturando conocimiento para el desarrollo.

Siguiendo el lineamiento presidencial de potenciar la cooperación científico tecnológica con China, y con el apoyo de ambas embajadas, una delegación de la Universidad de Chile, compuesta por autoridades centrales, de facultades e investigadores, visitó las principales universidades y empresas tecnológicas en Pekín, Shanghái y Hong-Kong.

Nos convencimos de que China está en los albores de la cuarta revolución industrial, sustentada en sus avances en automatización y robótica, procesamiento de datos masivos e inteligencia artificial. Tal como en países desarrollados occidentales, los avances tecnológicos generan preguntas que ameritan ser abordadas por físicos, matemáticos, biólogos e ingenieros, pero también por sociólogos, sicólogos, antropólogos y filósofos, tomando en cuenta los retos que implican para el desarrollo humano y no solamente beneficios productivos de corto plazo.

El sistema de ciencia y tecnología de China atraviesa un incremento acelerado de su masa crítica, se habla de más de 90 millones de investigadores, incluyendo el más masivo proceso de formación de doctores en el mundo. Su internacionalización es prioritaria. A sus redes de colaboración con universidades europeas, asiáticas y norteamericanas, cuyos centros binacionales proliferan en China, se suma que existe interés especial por integrarse con África y América Latina.

China no es aún un país desarrollado. Persisten desequilibrios de progreso entre geografías y sectores sociales, que en muchos aspectos se asemejan a los de Chile, permitiendo compartir desafíos y experiencias. ¿Pero cuál es el interés del gigante asiático en vincularse con un país como el nuestro? Chile es proveedor estratégico de insumos esenciales para la industria china y nuestra posición geopolítica y liderazgo en Latinoamérica nos transforma en una interesante contraparte de integración cultural.

Nuestra misión logró generar acuerdos de colaboración en áreas de ingeniería espacial, inteligencia artificial y biología molecular, que permitirán a jóvenes chilenos y chinos participar directamente del proceso de integración científico-tecnológico, con estadías recíprocas. Pero esta captura de conocimiento requiere de un mayor esfuerzo país. Debemos cubrir las brechas que nos distancian de la nueva sociedad del conocimiento, aumentando la inversión en ciencia y tecnología. De otra forma nos quedaremos en la orilla de la llamada nueva ruta de la seda.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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