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Postnatal de emergencia: error de enfoque Opinión

Postnatal de emergencia: error de enfoque

Valentina Quiroga
Por : Valentina Quiroga Ex subsecretaria de Educación
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Invito al Gobierno y a todos aquellos parlamentarios que están en contra de esta medida, a imaginarse amamantando mientras escriben un informe monetario o sesionan en alguna comisión. Quizás este ejercicio les permita dimensionar el desafío que pretenden imponerles a las mujeres actualmente en esta etapa. De seguro también les será más fácil visibilizar los costos individuales y sociales de una generación de niños que no pueden disponer de los cuidados que necesitan o que pierden a sus padres tempranamente. Les puedo asegurar que el polémico proyecto de ley no es un gasto, sino una gran inversión, infinitamente más humana y menos dolorosa.


Al día de hoy, hay más de tres mil niños y niñas menores de 4 años contagiados. Mientras que el rango de 24 a 39 años concentra el 36% de los contagios, sumando casi 65 mil personas. Más de alguien ha manifestado, sobre la base de estas cifras, que los niños están “protegidos”. Basta darse cuenta de que los padres de dichos niños están justamente en el rango etario de mayor contagio, para desarmar esa miopía.

En el debate del postnatal ha dominado la situación económica de las mujeres, obviando que, a tempranas edades, la vida de las niñas y los niños está fuertemente correlacionada con la calidad de vida de sus madres. La discusión del postnatal debe ser desde la protección de la infancia. Los esfuerzos por establecer postnatales, extenderlos, incorporar a los padres, entre otros, tienen un fuerte fundamento en la ciencia y todo el conocimiento sobre el desarrollo infantil temprano, que ha demostrado que los tres primeros años de vida sientan las bases para el desarrollo de las personas y la sociedad. Durante el primer año de vida, además de los cuidados de salud y las condiciones materiales básicas, la lactancia materna y el apego, constituyen una de las prioridades. De hecho, la OMS ha ido incorporando recomendaciones para fortalecer el apego y sostener la lactancia materna al menos hasta el año, por el impacto positivo en la reducción de enfermedades, mejor aprendizaje, entre otros beneficios.

La mayoría de los bebés de 6 meses tienen ciclos de 3 a 4 horas: entre 30 y 50 minutos de siesta; muda; alimentación –normalmente compuesta por lactancia materna, lo que puede tomar 30 minutos o incluso más, sumado esto a dos comidas diarias que se incorporan a esa edad–; estimulación y vuelta a dormir. A esta edad, no es posible dejarlos solos arriba de la cama o jugando en algún rincón. El problema, entonces, no es solo asegurar recursos económicos para que ese bebé pueda vestirse y alimentarse, sino –y mucho más importante– es también asegurar un(a) cuidador(a) que se haga cargo todo el tiempo.

Las mujeres con trabajo, que estén obligadas a salir de sus casas, tendrán que resolver el desafío de cuidado que todas las madres enfrentan y que se ha mencionado en otros debates. Sin embargo, no se ha visualizado el impacto individual y social que una madre contagiada acarrea. Probablemente termine cortando la lactancia, entre otras medidas de distanciamiento físico que sin duda tendrán impacto en su bebé. Con suerte, tendrá un contagio de leve a moderado y una licencia que la excusará del trabajo, teniendo que arreglárselas para cumplir de la mejor forma posible con su pequeño. Si su condición es más grave, queda con secuelas o tiene riesgo vital, al parecer nadie se ha preguntado quién se hace cargo de ese pequeño o el efecto que podría tener en su desarrollo.

Para aquellas madres con la “fortuna” de poder teletrabajar, el panorama no es más alentador. Bajo el contexto de pandemia, las salas cuna están cerradas, las abuelas confinadas y las mujeres que apoyan las labores de cuidado no pueden trasladarse. Ergo, si nadie más puede hacerle la rutina a ese bebé de seis meses, y siguiendo su ciclo vital, la madre tendrá, con suerte, 4 a 5 momentos en el día de 30 a 50 minutos cada uno. En ese tiempo, la madre tiene que levantarse, cocinar para ella y el bebé, lavar mucha ropa (los bebés podrían usar entre 2 y 4 mudas diarias) y mantener limpio el hogar. Esas necesidades, por cierto, la tienen todos los bebés, independientemente del nivel socioeconómico de su familia.

Al parecer, algunos pretenden que, además, en ese tiempo las mujeres sean altamente productivas y mientras se sacan leche o amamantan con una mano, escriban un informe con la otra. ¿Qué duda cabe del cuestionamiento que recaerá sobre nosotras por no rendir lo mismo?

Los argumentos sobre la posible regresividad de medidas como esta, o que solo cubre a un porcentaje menor de los niños que necesitan ser cuidados, significan un retroceso y son propios de un sector político que discute todo desde la óptica económica.

Propongo que este debate se haga desde la mirada de los derechos y necesidades de los niños y las niñas, considerando la evidencia científica sobre su desarrollo y que se informe específicamente sobre su situación. Es urgente monitorear permanentemente sus condiciones, generando reportes de cómo están y tomando acciones para que no vean vulnerados sus derechos. No solo para saber cuántos contagiados hay, sino también respecto a sus cuidadores, su alimentación, entre otras variables relevantes en este contexto. Hasta el momento no hemos conocido estrategias integrales dirigidas especialmente a ellos.

Invito al Gobierno y a todos aquellos parlamentarios que están en contra de esta medida, a imaginarse amamantando mientras escriben un informe monetario o sesionan en alguna comisión. Quizás este ejercicio les permita dimensionar el desafío que pretenden imponerles a las mujeres actualmente en esta etapa. De seguro también les será más fácil visibilizar los costos individuales y sociales de una generación de niños que no pueden disponer de los cuidados que necesitan o que pierden a sus padres tempranamente. Les puedo asegurar que el polémico proyecto de ley no es un gasto, sino una gran inversión, infinitamente más humana y menos dolorosa.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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