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Daniel Matamala: «Si el nuevo Presidente electo es hábil, puede tener espacio para una agenda basada en negociaciones y consensos» PAÍS

Daniel Matamala: «Si el nuevo Presidente electo es hábil, puede tener espacio para una agenda basada en negociaciones y consensos»

Andrés Cabrera
Por : Andrés Cabrera Doctorando en Sociología, Goldsmiths, University of London. Editor Otra Frecuencia Podcast.
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En esta entrevista con El Mostrador, el periodista aborda las principales tesis desplegadas en su último libro, «Distancia Social», problematizando además los imperativos ineludibles del quehacer periodístico en la era digital, los fundamentos de la crisis desatada en Chile, el paisaje político que rodea al balotaje del próximo 19 de diciembre y los desafíos que enfrentan los proyectos en disputa liderados por José Antonio Kast y Gabriel Boric. Respecto a este último eje, Matamala es categórico: «Ninguno de los dos proyectos en competencia es capaz por sí mismo de superar este ‘desfase’ entre agotamiento del patrón de acumulación y aumento de expectativas políticas. La solución no depende de una elección en particular, ni siquiera del resultado del trabajo de la Convención Constitucional, sino de que las principales fuerzas económicas, políticas y sociales del país coincidan en la necesidad de avanzar en ciertos cambios estructurales».


En el transcurso de la última década, y especialmente tras el develamiento de diversos casos de corrupción entre el 2015 y 2016, el periodista Daniel Matamala (Valdivia, 1978) no solo se ha introducido en las tramas ocultas del poder político y económico, sino que también en los conflictos políticos medulares que aparecen y desaparecen en la vorágine de la opinión pública.

Hace pocas semanas, el también columnista publicó su último libro, Distancia Social, editado por Catalonia-Periodismo UDP. Mirado en retrospectiva, Distancia Social pareciera ser el desenlace catártico de una “trilogía” previa que inicia con Poderoso Caballero (2015), continúa con Los Reyes Desnudos (2018) y finaliza con La Ciudad de la Furia (2019), todos ellos publicados por la misma alianza editorial.

En esta entrevista con El Mostrador, Matamala profundiza en sus lecturas forjadas al calor de los acontecimientos noticiosos transcurridos desde octubre del 2019, agregando nuevos significados en función del hiato electoral que se inició el 21-N y culminará el próximo 19-D con la resolución de la disputa presidencial.

En su último libro, el periodista navega en las tormentosas aguas de la contingencia política y la opinión pública, privilegiando la exposición cronológica de los acontecimientos noticiosos desencadenados desde el estallido de octubre del 2019 por sobre los órdenes temáticos. Tal como describe en uno de sus pasajes, Distancia Social es un “relato desnudo, una especie de diario de vida de cómo contamos, en tiempo real, a través de columnas semanales, esta época”.

-A raíz de estas coordenadas y de los imperativos ineludibles del quehacer periodístico en la actualidad, ¿cuáles son a tu juicio las mayores dificultades y los principales desafíos del periodismo investigativo en un mundo forjado a “imagen y semejanza” del presentismo absoluto, la virtualización de la vida cotidiana y la crisis permanente?
-El periodismo investigativo se ha vuelto particularmente difícil por la lógica de las redes sociales y el vértigo del ciclo de noticias. Hacer investigación periodística de calidad es lento y caro. Requiere destinar profesionales de primer nivel a seguir historias de largo aliento, alguna de las cuales no llegan a buen puerto, destinando muchas horas-persona a levantar temas, investigarlos y chequearlos. Cuando esta investigación involucra al mundo del poder, se debe ser especialmente cuidadoso en chequear cualquier ángulo que pueda ser usado para intentar desacreditar la investigación. El retorno que obtiene el medio por esa inversión suele ser importante en términos de prestigio, audiencia y credibilidad. Pero el vértigo de las redes sociales hace más difícil recoger esos frutos. Apenas la historia es publicada, pasa a ser un commodity que otros medios pueden usar sin haber contribuido en nada a su producción. Suele pasar, por ejemplo, que investigaciones de Ciper terminan teniendo más visitas en otros medios que simplemente la reproducen, y ponen un titular más llamativo o polémico, muchas veces ocultando el origen de la información en una parte poco destacada de su texto.

Junto con las columnas recopiladas en Distancia Social, hay dos artículos inéditos. El primero de ellos, Ese verano en Cachagua, presenta una tesis bastante sugerente al momento de explicar el desencadenamiento del estallido de octubre, vale decir: “La decisión de convertir el segundo Gobierno de Piñera en un triunfo ideológico de la derecha más ortodoxa y del gran empresariado. Creo que esta decisión, fundada en una errada interpretación de resultado electoral de 2017, y empujada por influyentes grupos de lobby empresarial, fue fundamental en llevar esta olla a presión que era Chile hasta su punto de ebullición”.

Tras el 21-N, y a una semana del balotaje, uno de los escenarios probables es que la derecha pase el próximo verano, ya no en Cachagua sino en Paine, celebrando el contubernio entre gremialismo, neoliberalismo y autoritarismo.

-¿Cómo lees, a la luz de aquellos resultados electorales, tus propias tesis sobre la derecha en general y el ascenso de José Antonio Kast en particular?
-De alguna manera hay una resurrección del proyecto “restaurador”, que en 2017 pretendía borrar la Presidencia de Bachelet II, y que en 2021 pretende algo similar respecto a lo ocurrido desde octubre de 2019. Ese proyecto, tal como en 2017, descansa en ciertos fines que son anhelados por la ciudadanía (“orden”, “seguridad”), pero lo hace de una forma poco realista, porque pretende imponer la paz social desde arriba, más que conseguirla a través de un proceso de reformas que legitimen las instituciones y al orden socioeconómico. Intenta, así, imponer una fórmula política que no conversa con el actual estado de desarrollo de la sociedad chilena.

En el segundo artículo inédito, denominado ¿Y ahora qué?, Matamala retoma la tesis formulada por Aníbal Pinto en su obra Chile. Un caso de desarrollo frustrado (1958), donde explora la “contradicción fundamental” del proceso histórico chileno, vale decir, el desajuste entre política y economía. Tal como se desprende de la interpretación que propone en Distancia Social, hoy la contradicción se daría entre el agotamiento del patrón de acumulación neoliberal, de carácter eminentemente extractivista, y las altas expectativas del avance democrático registrado en Chile, sobre todo a partir del ciclo de movilizaciones abierto el 2011, intensificado el 2019, y canalizado parcial e institucionalmente a través del proceso constituyente en el transcurso de estos dos últimos años.

-¿En ese sentido, crees que los proyectos políticos que se enfrentarán en el balotaje se encuentran en condiciones de superar con éxito este histórico “desfase” entre agotamiento del patrón de acumulación y aumento de expectativas políticas?
-No, ninguno de los dos proyectos en competencia es capaz por sí mismo de superar este desfase. La solución no depende de una elección en particular, ni siquiera del resultado del trabajo de la Convención Constitucional, sino de algo mucho más difícil de articular: un cierto “consenso social”, en que las principales fuerzas económicas, políticas y sociales del país coincidan en la necesidad de avanzar en ciertos cambios estructurales. Ello significa que, por ejemplo, los grandes grupos económicos no bloqueen transformaciones de la estructura productiva que permitan superar gradualmente el extractivismo. Pero también significa que una población participe de un proyecto de desarrollo a mediano plazo, que permita recoger ciertos frutos inmediatos, pero también estar dispuestos a postergar algunas satisfacciones en pos de una meta compartida. El ejemplo más claro de esto es la Europa de la segunda posguerra, donde se produjo un nuevo equilibrio de poder que permitió acuerdos productivos a largo plazo entre el empresariado y los sindicatos, mediados por los partidos socialcristianos y socialdemócratas. Algo similar podemos decir de lo ocurrido con el New Deal tras la crisis del 29 en Estados Unidos. Hoy, tanto los datos como la conflictividad social muestran claramente que necesitamos avanzar hacia un modelo con más innovación que nos permita aumentar la productividad. Lamentablemente, parece difícil avanzar en acuerdos como estos. El poder económico se ve nuevamente atrincherado en la defensa del modelo. Los ciudadanos están capturados con la lógica de recompensa inmediata, por medio de los constantes retiros del 10%, por ejemplo. E instancias articuladoras de la ciudadanía, como lo sindicatos y los partidos políticos, gozan de bajos niveles de representatividad que les impiden cumplir ese rol.

En la introducción de Distancia Social, Matamala integra un fragmento del célebre poema la Montaña Rusa (1962) de Nicanor Parra, con el fin de caracterizar la intensa experiencia vivida en el transcurso de estos últimos años, desde el estallido de octubre a la Convención Constitucional, pasando por la pandemia del COVID-19: “Suban, si les parece [nos dice Parra] claro que yo no respondo si bajan/ echando sangre por boca y narices”.

Tras la elección presidencial y parlamentaria del pasado 21-N, pareciera ser que el mismísimo Parra se levantará de la ultratumba para advertirnos: “Quédese en su asiento, afirme su cinturón y trate de recuperar el aliento porque esta Montaña Rusa no se detiene”.

-A tu juicio, ¿existe algún tipo de “freno de mano” que permita volver a encauzar esta vertiginosa “Montaña Rusa” sobre los rieles de la estabilidad social, el desarrollo económico y del procesamiento democrático del conflicto político?
-Han sido tantos los acontecimientos de estos últimos dos años, que se hace muy difícil poner los pies en tierra firme para poder consolidar los cambios que son necesarios. Sea quien sea el ganador de las elecciones, tendrá un panorama dificilísimo por delante. Un fisco con los bolsillos vacíos, sobre una población que vivirá la resaca de la vuelta a la realidad tras la intoxicación por la suma de retiros e IFE, más la amenaza de la inflación y un país muy difícil de gobernar, tanto en lo social como en lo institucional, y sobre las arenas movedizas de la redacción de una nueva Constitución. Sin embargo, creo que el nuevo Gobierno tendrá una pequeña ventana de oportunidad, empujado por la legitimidad que le dé el triunfo de diciembre. Aunque fue profundamente dañada por Piñera, la institución de la Presidencia sigue teniendo cierto peso específico en Chile, y si el nuevo Presidente electo es lo suficientemente hábil, puede tener un espacio para implementar una agenda basada en negociaciones y consensos.

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