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Efectos socioeducativos de la emergencia ambiental en Quintero y Puchuncaví Opinión

Efectos socioeducativos de la emergencia ambiental en Quintero y Puchuncaví

Olga Cuadros Jiménez
Por : Olga Cuadros Jiménez Investigadora del Centro de Investigación para la Transformación SocioEducativa (CITSE)  Universidad Católica Silva Henríquez.
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Cuando los lugares son referenciados con una connotación negativa, como sucede actualmente con las comunas de Quintero y Puchuncaví, que han sido descritas por la prensa extranjera como “el Chernóbil chileno”, se instalan emociones como el temor o la rabia, y sentimientos de rechazo e incertidumbre que incrementan los niveles de estrés escolar. Esto es particularmente preocupante, especialmente para niños, niñas y adolescentes que, por su edad, se encuentran consolidando y afianzando sus procesos de identidad, y que por influencia de estas creencias, prácticas y valores que están circulando socialmente y normalizándose en torno a las llamadas “zonas de sacrificio”, derivarán en distintas formas de aprendizaje social, que respondan a esta espacialización de la identidad social y que, muy seguramente, si no se intervienen de manera temprana, instalarán condiciones de vulnerabilidad psicológica y socioafectiva dentro de estas comunidades.


Tras nuevos episodios de contaminación registrados en las comunas de Quintero y Puchuncaví, se han manifestado diversos efectos en la población de la zona. Desde el lunes 6 de junio, cerca de 100 personas arribaron a centros asistenciales con síntomas asociados a intoxicación relacionados con excedencia en las emisiones de dióxido de azufre (SO2).

El Ministerio del Medio Ambiente anunció la aplicación de medidas provisionales en contra de Codelco y AES Gener (hoy AES Andes), a fin de que adelanten la elaboración de nuevos estándares con modificaciones de sus planes operacionales para mitigar este impacto. Este nuevo episodio de alerta ambiental trae consecuencias en distintos niveles. Las más relevantes están asociadas directamente al ámbito de la salud pública, considerando la afectación física, producto de la intoxicación por estas emanaciones. Sin embargo, no son de menor consideración las consecuencias que esto pueda acarrear en las dinámicas sociales cotidianas a corto, mediano y largo plazo.

En particular resaltan los efectos socioeducativos que esta emergencia pueda acarrear para ambas comunas, considerando que la Seremi de Educación suspendió las clases hasta el viernes 10 de junio inclusive, en colegios y jardines infantiles de Quintero y Puchuncaví. Esta medida busca «resguardar la seguridad de los alumnos y trabajadores de la educación y garantizar un retorno a clases seguro”.

Hay que prestar atención a los efectos que esta medida, y la crisis en general, pueda traer para la continuidad de los procesos y las trayectorias educativas, atendiendo no solo al hecho de que cada suspensión de actividades implica reorganizaciones a nivel curricular para los establecimientos, sino que estas interrupciones abruptas van minando el sentido de seguridad, pertenencia e involucramiento de los miembros de las comunidades educativas con los procesos de enseñanza y aprendizaje, que ya vienen bastante alterados producto de la pandemia por COVID-19.

Desde una perspectiva psicosocioeducativa, hay que considerar que mantener niveles básicos y suficientes de motivación para asistir y permanecer involucrados en las actividades educativas, requiere, particularmente para los profesores y estudiantes, sentirse parte de una comunidad que esté anclada en un territorio en el cual estén seguros y protegidos, y donde puedan desarrollar sus procesos de formación en condiciones mínimas de bienestar. En este sentido, el territorio y sus condiciones ambientales cumplen un papel relevante, al proporcionar claves de identidad y apego al lugar, que son fundamentales para un positivo desenvolvimiento socioemocional que garantice el desarrollo fluido de los procesos educativos. Las condiciones ambientales, estructurales y de calidad territorial tienen un fuerte impacto en la legitimización y estabilidad de los procesos educativos, en la medida en que, si un territorio se cataloga como peligroso, inseguro o nocivo por alguna razón ambiental o sociopolítica, simbólicamente esto se instala en la representación colectiva y afecta el reconocimiento y receptividad de las personas a permanecer y, en caso de hacerlo, a funcionar bien dentro de ese territorio.

Cuando los lugares son referenciados con una connotación negativa, como sucede actualmente con las comunas de Quintero y Puchuncaví, que han sido descritas por la prensa extranjera como “el Chernóbil chileno”, se instalan emociones como el temor o la rabia, y sentimientos de rechazo e incertidumbre que incrementan los niveles de estrés escolar. Esto es particularmente preocupante, especialmente para niños, niñas y adolescentes que, por su edad, se encuentran consolidando y afianzando sus procesos de identidad, y que por influencia de estas creencias, prácticas y valores que están circulando socialmente y normalizándose en torno a las llamadas “zonas de sacrificio”, derivarán en distintas formas de aprendizaje social, que respondan a esta espacialización de la identidad social y que, muy seguramente, si no se intervienen de manera temprana, instalarán condiciones de vulnerabilidad psicológica y socioafectiva dentro de estas comunidades.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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