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Colo Colo es una bolsa de gatos

Colo Colo es una bolsa de gatos

Alejado tempranamente de la disputa por el título, el Cacique corre el riesgo de hacer un papelón en la Copa Libertadores. Juega mal, le cuesta anotar y su defensa es un flan. Como si todo ello fuera poco, abundan los líos internos, que han salido a la luz porque la mala campaña hace imposible barrerlos bajo la alfombra. En el centro de la polémica aparece su director técnico, Héctor Tapia, hasta hace poco mimado y hoy en la cornisa.


Colo Colo no camina en la cancha y al parecer tampoco fuera de ella. Sumido en la parte baja de la tabla, con apenas un punto luego de tres fechas disputadas, el pésimo momento futbolístico del equipo está sacando a la luz líos y problemas que en otras circunstancias no se habrían producido o, de producirse de todas maneras, habrían sido barridos bajo la alfombra.

Lejanos parecen aquellos días en que el idilio del técnico con la regencia de Blanco y Negro, y sobre todo con los hinchas, alcanzaba el clímax luego que, durante el primer semestre del año pasado, el Cacique sumara su estrella número 30, hasta ese momento tan deseada como esquiva. Tapia, que había reemplazado en las postrimerías de 2013 en la banca alba a un Gustavo Benítez incapaz de reeditar éxitos pasados, en las pocas fechas que alcanzó a estar al mando del equipo había mostrado condiciones suficientes como para ser ratificado con absoluta propiedad al año siguiente. De partida, le había ganado el Superclásico a la U en el Monumental, con ese agónico gol de Felipe Flores para un 3-2 que se transformó en el mejor resultado para la hinchada alba dentro de un semestre que, sumando y restando, había sido para el olvido. Y se sabe que en Macul no hay credenciales más poderosas que derrotar al archirrival, al punto que hay hinchas albos que sostienen que “un título sin ganarle al Chuncho vale sólo la mitad”.

Ese Torneo de Clausura fue inolvidable para la hinchada y, por cierto, para Héctor Tapia. La llegada de Barroso y el regreso de Paredes habían resultado vitales en el logro. Con esa base, no era descabellado pensar en repetir en el Torneo de Apertura, sólo que Colo Colo, de gran campaña, se topó con una Universidad de Chile demoledora y un sorprendente Wanderers que, en la última fecha, lo superó de punta a cabo, dejándolo sin la posibilidad de dirimir al campeón en un partido definitorio frente a los azules.
Pocos reparan en este hecho, pero los tres pésimos partidos que ha realizado Colo Colo en este 2015 parecen una prolongación de aquel que resignó sin pena ni gloria en el puerto. El equipo que había llegado a estar a cinco puntos de la U, para luego volver a ganarle y finalmente equipararla en puntaje, se había desinflado ostensiblemente en la última fecha.

El Clausura 2015 partió mal desde el comienzo. Julio Barroso, en capilla desde el torneo pasado, fue sancionado con ocho fechas por poner en duda la limpieza del campeonato y, como gran cosa, la sanción se le rebajó a seis partidos luego de los ruegos de Blanco y Negro. De todas formas, Colo Colo se quedaba durante un tercio del campeonato sin su mejor defensor, argumento principal para que la zaga alba fuera la menos batida del torneo pasado, con sólo 11 goles en 17 partidos.

Y la ausencia de Barroso se ha notado, y mucho. Por lo pronto, en apenas tres partidos Colo Colo ha recibido más de la mitad de los goles de todo el campeonato pasado: seis. Reflejo claro de que, más allá de carecer del recambio adecuado, Tapia equivocó rotundamente la fórmula elegida para soslayar la falta del argentino. Ubicó en esa posición a Claudio Maldonado, un jugador que durante toda su trayectoria en el fútbol brasileño jugó como volante defensivo, y que carece, a estas alturas, del atributo principal que debiera tener todo zaguero central albo: la velocidad. Por atacar siempre, el Cacique es el equipo que seguramente ofrece más posibilidades para el contragolpe, y en grandes espacios aquel que no tiene la velocidad que el fútbol de hoy demanda corre el riesgo de quedar desairado. Es lo que le ha vivido Maldonado, cuyo mal rendimiento provocó, además, que el mismo Cristián Vilches, de gran producción en el campeonato pasado, haya vuelto a ser el defensor permeable y dubitativo que no constituye garantía de nada. Consecuencia: con dos laterales-volantes, que en realidad son más que nada delanteros, la defensa alba ha resultado un flan, una pared de ligustrina.

Sin triunfos hasta ahora, los problemas extra futbolísticos no tardaron en aflorar. La pequeñez humana, tan fácil de soslayar o de ocultar cuando los resultados se dan, esta vez ha salido por completo a la luz. Después de varios días de ocurrido el incidente, finalmente se supo que el equipo popular, mejor dicho los “referentes”, se opusieron terminantemente a que Claudio Bravo entrenara en el Monumental durante esas breves vacaciones de que disfrutaron a fines del año pasado, los jugadores del Barcelona y en general los planteles de casi todo el fútbol europeo. El pecado del ex meta albo: haber dicho que no compartía los dichos de Barroso que, finalmente, le valdrían al defensor argentino el severo castigo que le fuera aplicado por el Tribunal de Penalidades.

Lo peor, sin embargo, vino luego, cuando consultado por la versión, Héctor Tapia no sólo no desmintió que jugadores de su plantel se hubieran opuesto a la presencia en el Monumental del arquero campeón con Claudio Borghi, sino que la decisión la había adoptado él, para evitar un clima poco grato entre su plantel y el seleccionado nacional. Bravo comentó por twitter los dichos del entrenador albo: “Cada vez conozco más gente, pero menos personas”. Una diplomática variante de “mientras más conozco a la gente, más quiero a mi perro”.

Tapia está, además, de punta con el gerente técnico Juan Gutiérrez, un personero con quien también Claudio Borghi terminó enemistado. Las relaciones son tan malas que es Arturo Salah, el propio presidente de Blanco y Negro, quien trata los temas futbolísticos con el técnico, evitando de ese modo que las hostilidades escalen o se produzca un diálogo de sordos. De igual modo, Salah no la ha tenido fácil durante este tiempo de sucesivos malos resultados: tras una derrota los jugadores albos decidieron, molestos, que ningún dirigente entraba al camarín y hasta el propio timonel vio cerrarse la puerta en sus narices.

El partido de la Roja frente a Estados Unidos, el próximo miércoles, en Rancagua, que significó la suspensión de la fecha que debía jugarse durante el fin de semana por el Torneo de Clausura, le dio un breve respiro a Tapia, antes mimado y hoy cuestionado desde varios flancos. Hasta Caszely, el máximo ídolo del pueblo colocolino, le tiró su palo al técnico albo, calificando de “bajeza” lo que se había decidido respecto de Claudio Bravo.

Con un plantel muy escaso, sin tener los recambios adecuados, se supo que Tapia había “cortado” en la víspera del torneo al defensor Sebastián Toro y al delantero Felipe Flores, que de resistido pasó a regalón de la difícil hinchada alba. ¿Si no los quería, por qué no lo dijo antes? Toro partió a Iquique. Flores, al mejor estilo de Bam Bam cuando lo de Valdano, respaldado en un contrato aún vigente, decidió que él se quedaba en Colo Colo a pelear por un puesto. Frente a Arica, la primera derrota en el campeonato, Tapia tenía en la banca, con la sola excepción del meta suplente Garcés, sólo elementos juveniles que naturalmente no iban a salvarlo de nada. Así le fue cuando el equipo chocaba una y otra vez contra la firme defensa nortina.

No son pocos, sin embargo, los que piensan que en los repetidos deslices del técnico albo existe una mala influencia evidente, aunque hasta ahora oculta: su ayudante, Miguel Riffo. Se cree que el ex defensa central, muchacho correcto y hasta admirable cuando jugador, porque llegó a jugar en gran nivel a pesar de haber nacido con un pie deforme, deja mucho que desear como segundo “de a bordo”. Se dice, aunque sin confirmar, que incluso hay jugadores del plantel que a Riffo no lo toleran.

Respecto de este antecedente muchos recordaron la traumática renuncia a la banca alba de uno de los mayores ídolos del cuadro popular en las últimas décadas: Marcelo Barticciotto. Barti, campeón con el Cacique en 2008, se fue del Monumental dejando una estela de comentarios luego de que acusó a varios jugadores del plantel de poco profesionales y camarilleros, sindicándolos como responsables directos en su salida. El ex delantero, hoy comentarista, mencionó entre ellos a Gonzalo Jara (hoy en Alemania), Arturo Sanhueza (hoy en Deportes Temuco), Rodrigo Meléndez (retirado)… y Miguel Riffo.

¿No estará pasando ahora algo similar? Caszely cree que, en realidad, Tapia no manda. Que los que llevan la voz cantante es un pequeño grupo que, por peso y trayectoria, es el que en realidad toma las decisiones. Y Elías Raúl Ormeño, que de esto sabe porque fue campeón de América y capitán de Colo Colo por muchos años, piensa lo mismo. Esos “patrones” serían, salvo error u omisión, Justo Villar, Gonzalo Fierro, Esteban Paredes, Emiliano Vecchio y el recién retornado Chupete Suazo.

De no mejorar las cosas, el cargo de Tapia, y por lo tanto el de Riffo, entrarán en un severo cuestionamiento. El problema es que Colo Colo, al parecer alejado tempranamente de la disputa por el título, no tiene mucho margen -ni plantel- para mejorar el pobre nivel exhibido hasta ahora. Y si en el plano local hay fundadas razones para poner su recuperación en duda, pensando en la Copa Libertadores existen menos argumentos aun para el optimismo.

Muchos, a estas alturas, se conforman con hacer un papel digno. Que no exista, a nivel internacional, una de esas campañas a las cuales sólo cabe rotular como grosero papelón.

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