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Autor de libro sobre Allende y nueva Constitución: «el proceso de transformaciones debe tener una política militar democrática» CULTURA

Autor de libro sobre Allende y nueva Constitución: «el proceso de transformaciones debe tener una política militar democrática»

En «La vía insurreccional al socialismo y la vía política de Salvador Allende» (Glück Ediciones), Marcelo Espinoza hace un descarnado análisis de las dos visiones de la izquierda sobre el proceso transformador de las estructuras económicas y sociales en Chile durante la Unidad Popular, en el que sostiene que la vía insurreccional entorpeció el desarrollo de la vía política y democrática del Presidente Allende, y facilitó su derrota.  «Los cambios sociales profundos en democracia, solo pueden llevarse a cabo conformando grandes mayorías sociales y políticas», asegura con miras al proceso constituyente.


Un libro sobre «La vía insurreccional al socialismo y la vía política de Salvador Allende» (Glück Ediciones) ha publicado el autor Marcelo Espinoza Chávez (Santiago, 1952).

En su texto, el Magíster en Ciencia Política de la Universidad de Chile hace un descarnado análisis de las dos visiones de la izquierda sobre el proceso transformador de las estructuras económicas y sociales en Chile durante la Unidad Popular, en el que sostiene que la vía insurreccional entorpeció el desarrollo de la vía política y democrática del presidente Allende, y facilitó su derrota. Allende aspiraba a conducir y resolver el conflicto político en el marco de la institucionalidad democrática.

Para Espinoza, ambas visiones eran absolutamente incompatibles, dado que las condiciones de éxito de cada uno de estos caminos transformadores de la sociedad tenían exigencias estratégicas y tácticas diferentes.

“La vía insurreccional carecía de opciones reales en las condiciones del sistema político chileno, de carácter democrático y de larga tradición en la solución del conflicto político por cauces institucionales. Es más, el discurso y las acciones de los impulsores de la vía insurreccional, contribuyeron y con creces, a la derrota final del gobierno allendista y de la vía chilena al Socialismo”, explica el autor.

Para sostener su teoría Marcelo Espinoza repasa las experiencias de las revoluciones rusa y cubana, la intervención de la CIA en Chile, la relación entre los partidos y movimientos políticos de izquierda.

“En este sentido, la realidad de Chile en 1970 está mucho más cerca de las tesis gramscianas sobre el cambio social que de las tesis leninistas de la insurrección armada”.

En este ensayo se analiza los factores de éxito del proyecto de Salvador Allende los que según el autor “parecen ser los mismos, 50 años después, para cualquier proyecto democrático de transformaciones estructurales que pretenda modificar los ejes dominantes de poder en la sociedad chilena, para tener un país menos desigual y mucho más justo”.

Proyecto de larga data

Espinoza es Magíster en Ciencia Política de la Universidad de Chile. Su campo de estudio es el conflicto político, tema sobre el cual ha sido expositor en los Congresos de Ciencia Política en Mendoza (2015) y Pucón (2016).

«Escribir este ensayo ha sido para mí un proyecto de larga data. La necesidad de esclarecer todos los factores presentes en la derrota del proyecto allendista, incluyendo eventuales responsabilidades desde la propia izquierda, es ineludible», afirma.

«Un análisis completo requiere no solo una visión sobre el papel de los adversarios del proceso, sino también de sus partidarios. Investigar cuáles habrían sido sus falencias, insuficiencias y errores estratégicos y tácticos», dice.

«De sus propios protagonistas, salvo contadas excepciones, no hemos presenciado una reflexión introspectiva y autocrítica. En 50 años, no hemos visto esta mirada. Es mucho tiempo, ya es hora».

¿Destinado al fracaso?

Para el autor Allende era consciente de que encabezaba un proceso revolucionario único. Y que el camino para Chile era el de la Unidad Popular. También aceptaba que en otros países, con otras realidades, el camino era distinto, dice.

«Por consiguiente, respetaba como revolucionarios a los impulsores de la vía insurreccional, aun cuando lo consideraba una estrategia equivocada. Interpeló y fustigó las posiciones insurreccionales, como está demostrado en el libro, por ser a su juicio, ajenas a la realidad de Chile. Pero no podía reprimirlas y con eso quebrar su propio partido, y pasar a la historia como el segundo González Videla. No podía perseguir y reprimir a sus propios compañeros. Esa es la tragedia del presidente», comenta.

En este escenario, ¿la UP estaba condenada al fracaso de antemano?

«Si los insurreccionales hubieran estado fuera del Gobierno, únicamente en el MIR, su influencia habría sido mucho menor, tal vez intrascendente. El Gobierno habría podido desplegar su estrategia de cambios y de alianzas», responde.

Sin embargo, la izquierda insurreccional siendo minoría, formaba parte del gobierno a través del PS, del Mapu Garreton, de la Izquierda Cristiana. Entonces, ocupaban puestos de mando en el aparato gubernamental y actuaban de acuerdo a su propia estrategia de “enfrentamiento definitivo”, contradiciendo todas las lógicas del proceso transformador democrático, desvirtuando el camino trazado por la Unidad Popular y dañando gravemente el proceso, agrega.

«La fuerza principal para la izquierda insurreccional, estaba en la dirección del PS, que era el partido principal de gobierno. A mi juicio la experiencia allendista no estaba condenada de antemano, pero si fue derrotada por la intervención norteamericana, los sectores oligárquicos dominantes, y los desvaríos de la izquierda insurreccional, que sin proponérselo les facilitó la tarea».

Estallido y violencia

Obviamente, a la luz de la violencia del Estallido, la tesis de que la vía insurreccional no tenía cabida en la institucionalidad chilena resulta cuestionable.

«La violencia esta presente históricamente en todas las convulsiones sociales. Y eso se debe a que los sectores dominantes de una sociedad desigual, tienen cerradas todas las válvulas que puedan interferir su hegemonía sobre el resto», explica.

«Así se va generando en la sociedad una tensión acumulada, similar a la energía acumulada en los movimientos sísmicos. Esta tensión estalla en algún momento, porque es una caldera, y es acompañada por expresiones de violencia. Generalmente se inicia por un factor que aparece como menor, secundario, y que a primera vista no permite entender lo que ocurre. Es la apariencia lo que vemos de los fenómenos, y no la esencia, que tiende a estar cubierta por el entramado de la coyuntura».

El autor pone como ejemplo la Revolución Rusa en 1917, que se inicia en una marcha de las mujeres para el 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer. En los días siguientes se pliegan otros manifestantes, protestando por la carestía y falta de alimentos.

También la Revolución Francesa en 1789, se inicia en protestas masivas por el alza del pan, y el pueblo termina tomando La Bastilla. «En ambos casos el vaso está lleno desde hace tiempo, y en un momento se rebasa».

El autor Marcelo Espinoza.

«En Chile en el 2019, el estallido social se inicia por el alza en el pasaje del Metro. Hubo violencia, no cabe duda. Pero en toda convulsión social esa violencia se explica por la tensión acumulada en la sociedad durante años. El caso de Chile no es ajeno, de allí la expresión ‘No son 30 pesos, son 30 años'», dice.

«En nuestro caso, las válvulas cerradas, la camisa de fuerza que aprisiona a la mayoría de la sociedad, está representada por la Constitución de 1980, que ha sido imposible de cambiar, salvo aquello que los sectores dominantes se han dignado aceptar. Las válvulas cerradas, por medio de los quorum constitucionales, han impedido durante años que la mayoría pueda ejercer su mayoría. La política democrática maniatada, no ha podido modificar la legalidad impuesta, en la educación, la previsión, la salud, el agua, la tributación, etc», dice.

«La población se suma a las manifestaciones, las que no se detienen y crecen en magnitud. El movimiento es inorgánico, sin dirección política. Pero la tensión acumulada, el descontento, le imprime fuerza. Así se produce el gran movimiento de masas del 25 de octubre, con 1.400.000 personas en la calle. Hay un enorme movimiento pacífico de masas protestando en todo el país, allí está la esencia del estallido. En paralelo, distintas expresiones de violencia callejera, desde barricadas hasta vandalismo y saqueos sin control. Características todas de una convulsión social», señala.

Espinoza dice que esta violencia no es armada, y esta característica es fundamental.

«No existe y no se pretende una insurrección armada. De no ser así, sería prontamente reprimida por las fuerzas militares. Aun cuando está presente la violencia callejera, el movimiento de protesta es esencialmente pacífico, y eso le da legitimidad y respaldo masivo».

«El escenario es complejo. No hay condiciones políticas para respaldar un golpe militar que acabe con el desorden. No hay cabida para un golpe de fuerza, anhelado por sectores más extremos del gobierno y de la sociedad. El gobierno esta internamente dividido, entre la fuerza bruta y la negociación», analiza. «Por otro lado, el movimiento de protesta es esencialmente anti elite, no tiene dirección política, es completamente autónomo, anti partidos, carece de objetivos concretos. No está en condiciones de constituirse en fuerza de reemplazo del gobierno existente».

«Estamos ante el viejo problema de la correlación de fuerzas, tan presente entre 1970 y 1973», comenta.

«El gobierno, debilitado pero legítimo, y protegido por la institucionalidad, se abre a negociar, presionado por la magnitud del estallido social. Reitero que sus fuerzas políticas están divididas. Ya no hay consenso en mantener el statu quo a como de lugar, ya no es posible».

«Es el momento adecuado para la desprestigiada oposición política. No para derrocar el gobierno, que es un camino sin destino porque se aparta de la legalidad vigente, sería quebrar el régimen democrático, y nadie controla lo que viene después porque no hay fuerza política de reemplazo. Es el momento de derrocar la camisa de fuerza, la Constitución de 1980. Las innumerables demandas del estallido social hay que resumirlas en una sola, en la madre de todas las demandas. Es la forma de dar conducción política al conflicto. El estallido social, y todos sus componentes, incluyendo la negociación última, han logrado el proceso constituyente que estamos viviendo».

Lecciones

A la luz de su libro, Espinoza cree que la UP deja lecciones para lograr las transformaciones que hoy se impulsan.

«La experiencia de la UP, de transformaciones en un contexto democrático dejan al pueblo chileno y sus dirigencias políticas y sociales, importantes lecciones. Siendo el escenario muy diferente, porque no hay Guerra Fría ni movimientos insurreccionales armados en toda América Latina, el país mantiene en su sistema político una característica fundamental: es un régimen con libertades democráticas, pluralista y con alternancia en el poder», señala.

«Bajo esa premisa, los factores de éxito para la experiencia UP que se describen en el libro, son muy similares a mi juicio en el mundo actual, para un proceso político de transformaciones estructurales en democracia».

De esos factores de éxito, Espinoza quiere destaca que el primero es respaldar la plena vigencia del régimen democrático, por ser el sistema político que hace posible efectuar esas transformaciones.

«Los cambios sociales profundos en democracia, solo pueden llevarse a cabo conformando grandes mayorías sociales y políticas», asegura.

También cree que las transformaciones serán viables en un proceso gradual, priorizando los cambios a efectuar y facilitando así la necesaria gobernabilidad. «La gradualidad no significa renunciar a las convicciones, esa falsa premisa es dogmatismo puro».

«Por último, el proceso de transformaciones debe tener una política militar democrática, que logre la plena sujeción de los cuerpos militares al poder civil, y que las Fuerzas Armadas sean representativas de todos los chilenos y no de un sector dominante de la sociedad. Significa entre muchas cosas, que la política de Defensa Nacional incluya la participación de académicos especialistas en su elaboración, y que sea aprobada por el parlamento», concluye.

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