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La porfiada inequidad del sistema tributario chileno

Gabriel Angulo Cáceres
Por : Gabriel Angulo Cáceres Periodista El Mostrador
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En nuestra actual contienda presidencial pareciera que el tema tributario, y con mayor razón una reforma tributaria, fuera un invitado de piedra al que hay que ignorar. El pensamiento conservador argumenta que dado que el precio del cobre empieza a recuperarse y la crisis global estaría viendo la luz al final del túnel, no hay que preocuparse de los impuestos, pues podremos seguir gozando de las rentas cupríferas sin tocar el sistema tributario.


En las grandes contiendas electorales que se dan en los sistemas democráticos es normal y sano que el tema tributario forme parte de la agenda de discusión política. En general los programas de gobierno que disputan la adhesión mayoritaria del electorado conllevan aumentos de gasto público que es necesario saber como se van a financiar o bien implican reducción de gasto o de impuestos de los que es importante conocer sus destinatarios.

En ambos casos no es menos relevante dar cuenta como estas proposiciones  afectan el nivel de actividad económica y la distribución del ingreso. La discusión del tema tributario tiene la virtud,  no obstante sus complejidades técnicas, de hacer confluir la economía y la política pues el sistema tributario puede ser modificado democráticamente por el Ejecutivo y el Parlamento. Por lo tanto en este campo no hay derechos adquiridos ni privilegios cuando el sistema depende de la voluntad ciudadana.

Ahora bien, en nuestra actual contienda presidencial pareciera que el tema tributario, y con mayor razón una reforma tributaria, fuera un invitado de piedra al que hay que ignorar. El pensamiento conservador argumenta que dado que el precio del cobre empieza a recuperarse y la crisis global estaría viendo la luz al final del túnel, no hay que preocuparse de los impuestos, pues podremos seguir gozando de las rentas cupríferas sin tocar el sistema tributario.

Si viviéramos en un país escandinavo, europeo o en los Estados Unidos podríamos pensar que en la actual situación y en lo inmediato el tema impositivo no es relevante, pero tengamos claro que el sistema tributario en esos países no está asentado en la volatilidad del precio de una materia prima y la equidad de dicho sistema es muy superior al nuestro. Tampoco la situación recesiva que vive nuestra economía es razón para ignorar el tema tributario aduciendo que ello puede afectar las decisiones de inversión. La verdad es que nadie hace una reforma tributaria que signifique menor crecimiento y menor inversión.

El problema de fondo es que el sistema impositivo heredado del régimen militar se caracteriza por su inequidad, es decir por los beneficios exagerados que ella contiene particularmente para las personas con mayor capacidad económica. La Concertación ha ido modificando parcialmente esta situación por la vía de: aumentar el impuesto a las utilidades de las empresas en 1990 y 2002, alcanzando actualmente a un 17%, mientras hace veinte años era de solo 10%; reducir la tasa marginal máxima de los impuestos personales primero en 1995 y después en 2002, llevándola desde el 50% existente en 1990  al 40% actual , todo ello para «desahogar a la clase media»; reducción de los aranceles a las importaciones de 20% al 6%; el 2005 se elimina la franquicia tributaria conocida como 57bis promulgada en los años 80 y que permitía a los accionista rebajar en 20% su base imponible por el valor de las acciones de primera emisión en su poder (beneficio al 1% más rico de los chilenos); nuevas normativas y mejoría en cantidad y calidad del personal de impuestos internos, para evitar la evasión y elusión el 2001 y que significaron el 2004 recaudar más de 900 millones de dólares por reducción de la evasión.

Sin embargo, los cambios logrados en los últimos veinte años  no permitieron volver a los niveles de carga tributaria de principios de los ochenta, cercanos al 20% (2006 fue 18%). La estructura tributaria se ha concentrado en los impuestos al consumo de naturaleza regresiva,  priorizando la eficiencia en la recaudación por sobre los aspecto de equidad. Y el sistema tributario sigue caracterizado por su inequidad, y principalmente  por la elusión y franquicias que en la práctica son una de las principales fuentes de la inequidad. Respecto a esta última el Servicio de Impuestos Internos (SII) publica anualmente un informe de lo que ellos llaman «Gasto Tributario», es decir la pérdida de recaudación asociada a las principales franquicias y tratamientos especiales en el IVA y el impuesto a la renta. De acuerdo al SII estas franquicias se estimaron para el año 2008 en 4,6% del PIB, es decir 7.800 millones de dólares.

El  70% de estas franquicias están en principio destinadas a estimular el ahorro y la inversión por la vía de postergar la tributación de las utilidades reinvertidas con lo cual el contribuyente tiene un crédito estatal a 0% de tasa de interés. Paradojalmente el ahorro privado se  ha ido reduciendo sistemáticamente. como porcentaje del PIB de un 6% el 2003 a un 3,3% el 2007. Franquicias también se dan en la depreciación acelerada, y las rentas destinadas a fondos de pensiones; otras franquicias de este paquete benefician la actividad  inmobiliaria vía exención del pago  del IVA, la actividad de la educación y la salud, transporte, seguros y otros. Según estudio del SII del 2005 se constata una concentración de estas franquicias en el quintil de mayores ingresos.

En este sentido estas preferencias son claramente regresivas sin que se manifieste un crecimiento del ahorro. Una de las franquicias  más regresivas es la de salud y educación, cuyos establecimientos al estar exentos de pago de IVA se les permite ofrecer servicios a precios más bajos a los sectores de más altos ingresos del país quienes son los que compran educación y salud.

Podemos concluir que en materia tributaria la Concertación no ha concluido su tarea de corregir la inequidad y aumentar la recaudación tributaria, el tema de las franquicias es uno de los ejemplos pues al parecer desde el punto de vista social muchas de ellas no se justifican.

*Alexis Guardia B. es economista.

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