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A propósito de los Juegos Olímpicos, el impacto sostenible de los grandes eventos deportivos Opinión

A propósito de los Juegos Olímpicos, el impacto sostenible de los grandes eventos deportivos

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«Los organizadores deben aprender de las experiencias pasadas, tanto positivas como negativas, para poder planificar adecuadamente un futuro sostenible del legado que deja un gran evento deportivo. Fijar estrategias claras, basadas en las necesidades deportivas, así como las demandas del mercado, es fundamental».


Como lo demostró Londres o ahora Brasil, la demanda pública por una mayor transparencia sobre los procesos que hay detrás de la organización de un evento deportivo mundial son cada vez mayores.

Gestionar un megaevento deportivo global implica grandes retos. Existe una serie de buenas prácticas que se relacionan con la planificación y organización, que permiten generar beneficios positivos para las ciudades del país anfitrión, para controlar mejor los riesgos y aprovechar oportunidades.

Uno de los elementos más importantes es la gestión de infraestructura deportiva, que se traduce en el legado tangible representativo de un evento deportivo de gran magnitud y que constituye una de las inversiones más costosas. Ser el anfitrión de un evento como los Juegos Olímpicos significa, para los organizadores, optar por utilizar infraestructura deportiva existente, construir nuevos estadios y arenas, o usar instalaciones temporales.

Asimismo, se debe tener en cuenta que se debe planificar la vida de los activos durante y también una vez concluidos los eventos. Aquí entra en juego la importancia de la proyección.

Entre los elementos a tener en cuenta figuran la mantención de los activos tal y como se construyeron, proyectando una demanda elevada capaz de sostener los costos de mantención y operación. El estadio olímpico de Pekín, por ejemplo, se reutilizará para los Juegos Olímpicos de Invierno de 2022.

Reducir el tamaño del activo para ajustarse a la demanda local, es otro punto clave. Así, estadios ya existentes pueden ser ampliados para los eventos, como ha sido el caso del estadio de Sao Paulo en Brasil, que recuperó su tamaño original una vez concluido el evento para seguir acorde a la demanda local.

Otro elemento es reconvertir el activo, dándole un nuevo uso que se adapte mejor a las necesidades de la comunidad. Por ejemplo, la cancha de Bádminton de los Juegos Olímpicos de Atenas fue reconvertida en un auditorio y centro multicultural.

Generar un impacto sostenible de los activos tangibles, como lo fue en el caso de los recintos construidos o remodelados en Chile para los juegos Odesur 2014, que ahora son utilizados para prácticas de los deportistas, clubes o eventos culturales.

Por último, reutilizar el recinto para reducir costos y conservar los espacios. En la Copa América 2015, que tuvo como sede a Chile, los estadios fueron en su mayoría remodelados debido a la alta asistencia a los partidos y el deterioro que presentaban sus instalaciones, para quedar finalmente, en la actualidad, como sede de algunos clubes nacionales para sus prácticas y encuentros.

Los organizadores deben aprender de las experiencias pasadas, tanto positivas como negativas, para poder planificar adecuadamente un futuro sostenible del legado que deja un gran evento deportivo.

Fijar estrategias claras, basadas en las necesidades deportivas, así como las demandas del mercado, es fundamental. Para ello, es necesario negociar de forma transparente y clara con las entidades que fijan los criterios para alojar estos eventos deportivos y aplicar soluciones innovadoras, pudiendo así asegurar un impacto positivo de los eventos deportivos mundiales en una región.

Cristián Bastián
Socio principal KPMG

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