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El reto monetario para el Banco Central Opinión

El reto monetario para el Banco Central

Alfredo Coutiño
Por : Alfredo Coutiño Director para América Latina, Moody´s Analytics
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«La economía chilena tuvo dos cumpleaños en el 2016: su quinto año de desaceleración después del repunte postrecesión del 2010-2011, y su tercer año de crecimiento muy por debajo de su tendencia de largo plazo. Lo irónico es que la economía profundizó su debilidad en los últimos tres años cuando precisamente las políticas fiscal y monetaria se tornaron más expansivas. La inefectividad mostrada por la expansión fiscal y monetaria es evidencia de que la debilidad económica tiene raíces estructurales y no coyunturales, por lo que requiere soluciones de la misma naturaleza».


El 11 de diciembre el Banco Central de Chile estrena nuevo presidente por un periodo de cinco años. El cambio de mando monetario se da en una situación en que la economía chilena atraviesa por un largo periodo de desaceleración, presiones en los precios de los bienes no transables, y persistentes desequilibrios fiscal y externo. Todo esto en un ambiente de prolongadas políticas expansivas.

Así, contrario a lo que el consenso del mercado dice, el gran reto del Banco Central no es restablecer el crecimiento económico, no solo porque no es su mandato sino también porque la política monetaria no puede resolver una anemia de crecimiento de naturaleza estructural. Más bien el gran desafío para la política monetaria será contribuir a devolverle la salud a la economía a través de reducir sus distorsiones y desequilibrios.

La economía chilena tuvo dos cumpleaños en el 2016: su quinto año de desaceleración después del repunte postrecesión del 2010-2011, y su tercer año de crecimiento muy por debajo de su tendencia de largo plazo. Lo irónico es que la economía profundizó su debilidad en los últimos tres años cuando precisamente las políticas fiscal y monetaria se tornaron más expansivas. La inefectividad mostrada por la expansión fiscal y monetaria es evidencia de que la debilidad económica tiene raíces estructurales y no coyunturales, por lo que requiere soluciones de la misma naturaleza.

Dada la anemia estructural, la expansión fiscal aunada a la monetaria no solo no levantaron a la economía sino que incluso generaron desequilibrios e inflación. Así, los precios alcanzaron tasas anuales superiores a 5% hacia finales del 2014, y entre 4% y 5% en los dos últimos años. Aunque al final la inflación general ha caído hasta su objetivo de 3%, la inflación de las mercanciás no transables aún se mantiene alrededor del límite superior de 4%. Las finanzas públicas continúan deficitarias y el desequilibrio externo –tanto real como nominal– da evidencia de una economía que consume más de lo que produce. Un síntoma claro de un exceso de absorción interna.

La solución estructural a la anemia del crecimiento está en vitaminar a la fuente que se ha debilitado: la inversión. Si la economía no ha podido crecer más de 2% en los últimos tres años es precisamente porque existe una anemia de inversión productiva. Sin embargo, la aceleración de la acumulación de capital requiere tanto fortalecer el ambiente de disciplina como profundizar los cambios estructurales para atraer inversión. Esto último es tarea del Gobierno, pero con plena confianza y participación de la iniciativa privada.

Restablecer la disciplina –para reforzar la confianza y credibilidad– implica devolverle salud a la economía a través de la eliminación de los excesos y desequilibrios generados por la misma expansión fiscal y monetaria. Es aquí donde radica el desafío para el Banco Central: reconocer que el problema económico no puede ser resuelto por la expansión monetaria y que por lo tanto se requiere regresar a la neutralidad.

La política monetaria tiene el poder de contrarrestrar cualquier efecto expansivo de la política fiscal, en un caso de total independencia monetaria. Sin embargo, una política monetaria con mandato único (inflación), no está exenta del riesgo de sufrir dominancia fiscal, en el sentido de no poder elevar la tasa de interés libremente porque ello puede acelerar el desajuste de las cuentas fiscales a través de un mayor costo de la deuda pública. Esto generalmente sucede en episodios prolongados de políticas acomodaticias que tarde o temprano generan incentivos perversos para el Gobierno en términos de endeudamiento.

Así, el gran desafío monetario chileno está en normalizar las condiciones hacia aquel nivel consistente con la baja capacidad productiva de la economía, de tal forma que responda cabalmente a su mandato y evite caer en dominancia fiscal. Al final, la debilidad del crecimiento no es asunto de la política monetaria en un Banco Central con mandato antiinflacionario único. La política económica solo sirve para moderar las alzas y bajas del ciclo alrededor del potencial, pero no para aliviar un problema de crecimiento estructural.

Alfredo Coutiño
@AlfredoCoutino
Director para América Latina en Moody’s Analytics
Las ideas expresadas son de la exclusiva responsabilidad del autor y de ninguna manera deben ser atribuidas a la institución para la cual trabaja.

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