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Opinión: La salud en Chile según la OCDE


Por Rafael Caviedes Duprá, director ejecutivo de la Asociación de Isapres

El año 2011, antes de entregar su gobierno, la Presidenta Michelle Bachelet suscribió el convenio que incorporaba a Chile como miembro número 31 del selecto grupo que reúne a las economías más desarrolladas del mundo. Sobre este reconocimiento internacional, señaló que “Chile deja atrás el subdesarrollo y se encamina a paso firme para convertirse en una nación desarrollada en unos años más". Lo notable, es que este convenio nos cambió el horizonte de referencia. De ahí en adelante, ya no serían los países latinoamericanos nuestro norte, sino los desarrollados.

Pero en el primer informe estadístico de ese organismo en el que figuramos, quedó en evidencia la brecha que hay en materias salud.

Veamos entonces, cuáles son los desafíos y qué nos falta para alcanzar el anhelado desarrollo en salud, según el último informe “OECD Health Data 2012”.

El gasto en salud en los países de la OCDE muestra diferencias que tienen que ver con su nivel de desarrollo. Así, mientras en EE.UU el gasto total en salud es de US$ 8.233 al año por ciudadano, en Alemania es de US$ 4.338 y en Francia US$ 3.974, en Chile —sector público y privado— US$ 1.202 y el promedio OCDE es de US$ 3.265.

Lo destacable es que a mayor riqueza los países gastan proporcionalmente más en salud. Así, EE.UU gasta el 17,6 % de su PIB en salud, mientras que los países europeos más desarrollados gastan cerca del 12 % del PIB. Chile gasta el 8 % de su PIB en el rubro y el promedio en la OECD es de un 9,5 %. También se aprecia que en aquellos países en los que tradicionalmente dominaba el Estado en este sector, como Inglaterra, España, Suecia, entre otros, un incremento de la colaboración del sector privado en salud.

Con estos datos, podemos ir entendiendo el problema: gastamos menos que casi todos los países, como porcentaje del PIB y, como nuestro PIB per cápita también es reducido, el resultado es que nuestro gasto per cápita en salud es un cuarto del de los países desarrollados de la OECD, aunque es proporcional a nuestro nivel de desarrollo, pero con una alta participación de aporte de bolsillo, correspondiente a un 33 %, superior al de naciones desarrolladas. A pesar de ello, nuestros indicadores de salud no son radicalmente diferentes al de los países de la OECD, medido con las estadísticas bio demográficas tradicionales, como esperanza de vida, mortalidad infantil, etc. Al menos, desde la perspectiva de resultados sanitarios, no lo hacemos tan mal, pero en calidad de servicio y acceso a la salud, reprobamos.

El aumento total del gasto en salud en Chile, en la última década, ha sido de un 8 % anual promedio, especialmente influenciado por el sistema público, pero también por el gasto privado para responder las crecientes demandas en salud. Los países de la OECD, asimismo enfrentan un incremento del gasto a tasas de un 4,3 % anual.

A pesar de estos esfuerzos, aún hay importantes déficit en la atención que reciben nuestros ciudadanos, al menos comparado con los estándares de la OCDE. En materia de farmacia, tenemos una brecha de un 50 %, es decir, nuestro gasto per cápita es de 2/3 del de la OCDE. La tasa de egresos hospitalarios en Chile es de 9.936 por mil habitantes; la media de la OCDE es de 15.508 y la de Alemania, a modo de referencia, de 23.985. Incluso, los días de estadía hospitalaria en nuestros hospitales son un 26 % más bajo que la media de la OCDE, en circunstancias que por pobreza y ruralidad deberían ser más altos.

Esto refleja una carencia de un 145 % de camas respecto de las que disponen los países desarrollados. La media de la OCDE es de 4,9 camas por mil habitantes, en los países más desarrollados es 6 y en Chile hay 2. ¡Según esto, tendríamos una falta de al menos 45.000 camas hospitalarias!

En materia de consultas, los chilenos van en promedio 3,2 veces al médico al año, la mitad de las veces de los pacientes de la OCDE, quienes utilizan 6,4 consultas médicas en promedio. Ello, también refleja una carencia de profesionales y, más aún, de especialistas. En Chile hay 6 médicos por cada 100 mil habitantes, en circunstancias que el promedio muestra 10 médicos.

Más dramática aún es la carencia de enfermeras, odontólogos y paramédicos. La brecha en resonancias magnéticas es notable. Mientras en la OCDE se realizan 46,3 exámenes por cada mil personas al año, en Chile sólo 7,4. Lo mismo sucede con las ecotomografías, con 50 por cada mil al año, mientras en la OCDE se realizan 124.

Donde superamos la media de los países de la OCDE es en tabaquismo, obesidad y suicidios. ¡Penoso record! Así, tenemos 25 % de obesidad en nuestra población y la OCDE muestra un 22 %, aunque hay que reconocer que los registros son pobres en esta materia. En tabaquismo, el 30 % de la población mayor de 15 años consume y en la OCDE el 21 %. En alcoholismo, apreciamos un consumo menor que la media de la OCDE de 8,6 litros per cápita, contra 9,4. Tenemos 13,3 suicidios por cada 100 mil habitantes contra una tasa de 12,9 de la OCDE, pero disponemos de solo un tercio de las camas psiquiátricas per cápita en nuestro país, respecto de la media de la OCDE.

Esa es la realidad, proporcional a nuestro desarrollo: muy buenos indicadores bioestadísticos, gastamos poco y tenemos poco personal médico, pocas instalaciones hospitalarias y escasa tecnología. Los determinantes sociales, propios de nuestro desarrollo, inciden en el tabaquismo, la obesidad, el alcoholismo, la drogadicción y los suicidios, todos temas que se deben abordar con adecuadas políticas públicas multisectoriales.

Evidentemente, las cifras desplegadas son meros promedios, y no reflejan que una parte de la población accede a una salud con estándares de países europeos, pero otra, mayoritaria, no lo hace. Es sabido, que hay brechas en la calidad, oportunidad y acceso, tanto por sistema —público o privado— como por comuna. La discusión que está pendiente, es cómo vamos a superar tales brechas nivelando hacia arriba, cómo vamos a perfeccionar las políticas de salud pública para atacar los problemas sanitarios crecientes y cómo vamos a mejorar la equidad en el acceso a toda la población, pero sin destruir lo avanzado.

Frente a desafíos de tal dimensión, nadie sobra. En los países de la OCDE, la gestión pública, por sí sola, ha demostrado ser insuficiente para responder a las crecientes exigencias de servicios de salud cada vez más sofisticados. Parece obvio recalcar el necesario rol del sector público en materias de salud y políticas sanitarias, pero no se puede desconocer la experiencia y desarrollo alcanzado por el sector privado, el que deberá tener su espacio en el futuro para contribuir a superar este enorme déficit en aseguramiento, infraestructura, recursos humanos capacitados y tecnología. Por ello, se requiere extrema prudencia en las reformas que se le hagan hoy al sistema. De ellas dependerá si seremos capaces de superar las brechas señaladas.

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