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¿De qué va a jugar el “Chupete” Suazo con el “Coto” Sierra?

¿De qué va a jugar el “Chupete” Suazo con el “Coto” Sierra?

El técnico ya dejó en claro que lo quiere en su equipo y como delantero. El problema es que no puede prescindir de Paredes. Al nuevo estratego de Colo Colo se le va a presentar el mismo problema que tuvo Bielsa cuando, en el Mundial de Alemania 2006, contaba con Batistuta y Crespo como insignes goleadores.


“Quiero que mi equipo recupere la pelota lo más cerca posible del arco rival”, señaló José Luis Sierra en su presentación como nuevo director técnico de Colo Colo y lo cierto es que, como concepto, la idea no puede reflejar mejor lo que hoy en día se entiende por fútbol moderno. De que pretende que su equipo, teniendo o habiendo recuperado el balón, juegue bien, se da por descontado conociendo la trayectoria del “Coto” y lo que fue como jugador.

Como filosofía de fútbol no cabe duda de que Sierra partió bien. La duda es si logrará plasmar en cancha su idea del juego y, lo más importante, si podrá contar con los jugadores capaces de interpretarla. Con el plantel de que dispone en estos momentos está claro que lo suyo sería, si no tarea imposible, un trabajo más que escarpado y dificultoso.

El Colo Colo de Tapia disponía de jugadores lo suficientemente dotados técnicamente para rendir en buen nivel, pero bastaba que el rival le achicara espacios para que la mayoría de ellos se nublaran y cayeran en una ineptitud exasperante. Carente de ese “cerebro” que todo cuadro necesita, el “Cacique”, en su cancha, resultaba presa fácil para cualquier adversario ordenado y aplicado.

Ello explica el porqué Colo Colo no fue campeón, habiéndolo tenido todo a favor, esto es, un alto rendimiento como visitante, el mal momento de la U y Cobreloa, y la tremenda irregularidad de Universidad Católica, que carecía del necesario equilibrio entre lo que producían sus delanteros y la pared de ligustrina que era su bloque posterior cuando era atacada.

De visita todo fue más fácil para los albos y ahí están los números para ratificarlo. Salvo ese partido que perdió sobre la hora en Copiapó frente a Iquique, con un golazo de Manuel Villalobos, su producción como forastero debe ser de las más altas de su historia, sólo que esa cosecha de puntos no alcanzó a compensar las 16 unidades que dejó ir cuando le correspondió ser el anfitrión.

Demasiados puntos perdidos en casa para un cuadro con aspiraciones.

Y es que por mucho que sea cierto aquello de que “Colo Colo es local en cualquier parte” (salvo Calama y el Superclásico, por aquello de la reducida cuota de entradas que se le entregan al visitante), los cuadros que lo enfrentan en su cancha, y con su público, más allá del tradicional respeto que infunde esa camiseta están obligados por las circunstancias a plantear un partido mucho más de igual a igual que en el Monumental.

El Colo Colo de Tapia fue claramente un equipo cuando disponía de espacios y otro distinto -y mucho más limitado- cuando debía creárselos.

Mientras Sierra no parta, mientras su plantel para el segundo semestre del año no quede totalmente estructurado, las dudas seguirán vigentes acerca de lo que puede significar su aporte para la banca popular y la manera cómo piensa utilizar sus piezas.

Se sabe que, como hacía Bielsa, el “Coto” prefiere atacar con tres delanteros, pero desde el momento que se aseguró la renovación de Esteban Paredes la pregunta acerca del papel del “Chupete” Suazo en ese equipo alcanza una lógica insoslayable: ¿de qué podría jugar si nunca fue alguien que por las bandas alcanzara similar relevancia que por el centro del área, y ahora, más lento y sin la chispa de antes, mucho menos?

Tapia optó por ubicarlo de “enganche” y tampoco en ese puesto Suazo rindió lo que de él se esperaba. Es más: la hinchada alba llegó a extrañar a Emiliano Vecchio –de rendimiento bastante mustio-, postergado por el técnico, para hacerle un cupo en el equipo a uno que él había exigido a Blanco y Negro sin ninguna posibilidad de un Plan B si es que su regreso al fútbol chileno fracasaba.

El rendimiento del “Chupete” fue tan decepcionante que, lesionado de un desgarro en el aductor izquierdo en el partido por la duodécima fecha, frente a Unión La Calera, se perdió los cinco encuentros restantes sin que el aficionado albo lo extrañara demasiado. Un rudo golpe, sin duda, para quien había sido idolatrado antes por esos mismos que, en 2006, lloraron su partida al Monterrey mexicano.

Desde el momento que Sierra en su presentación como nuevo entrenador de Colo Colo señaló en forma categórica que Suazo figura en sus planes, y como el atacante que fue siempre, es porque piensa que él y Paredes pueden jugar juntos. Obvio: sacar al goleador sería comenzar su complicada misión disparándose en los pies. El problema es que el propio Bielsa, tan admirado en el país, murió con la suya en el Mundial de Japón-Corea, cuando se negó a hacer jugar juntos a Crespo y Batistuta a pesar de la petición multitudinaria del hincha albiceleste y la fuerte presión del periodismo trasandino. Resultado: Argentina quedó eliminada en la fase de grupos y el técnico pasó sin transiciones de admirado a simple burro tozudo.

Y es que parece lógico que dos goleadores juntos, al revés de sumar, se anulen mutuamente. No sólo porque en el terreno de juego se superponen y hasta se estorban, sino porque el fútbol es también una cuestión de egos para nada desdeñable.

¿Intentará el “Coto”, además, bajar el promedio de un equipo demasiado añoso? El buen criterio dice que sí, porque aunque el fútbol no es una cuestión de edad, sino de capacidad y talento, el contar con una mayoría de veteranos, por más que sean “buenos para la pelota”, en el fútbol de hoy, tan demandante en lo físico, termina por pasar la cuenta.

El Colo Colo de Tapia dejó en claro carecer de la respuesta física adecuada para compensar con aplicación y velocidad la dinámica superior que le propusieron adversarios que captaron dónde estaba el Talón de Aquiles del “Cacique”: su evidente lentitud para intentar neutralizar rivales que, una vez que lo despojaban de la pelota, la hacían circular rápido.

Si José Luis Sierra pretende un equipo que recupere la pelota lo más lejos posible de su propio arco, está obligado a contar con jugadores capaces de resistir ese evidente desgaste que implica atorar al rival desde la salida. Marcar –y bien- no resulta gratis, porque significa la solidaridad de todos y transformarse en un equipo de los denominados “cortos”, es decir, que no dejan mucho espacio entre sus líneas. Dicho claramente: si los delanteros van sobre el defensa rival que está en posesión de la pelota, volantes y defensores estarán obligados a achicar el terreno del posible receptor.

Un equipo así necesita imperiosamente, además, defensores veloces. Porque un equipo con problemas de salida, y por lo tanto de elaboración de juego, se saltará naturalmente el mediocampo para ir mediante pelotazos largos a la búsqueda de esos delanteros que puedan sorprender mediante carrerones propicios con tantos metros por delante.

Si pretende hacer realidad su idea de juego, Sierra requiere dilucidar la ya legendaria disyuntiva planteada por el entrenador brasileño Tim, que señalaba que un equipo era muy semejante a una manta que, en la medida que te tapa bien los pies, te destapa la cabeza y viceversa. En otras palabras, encontrar el justo equilibrio para que un Colo Colo de ataque no sea demasiado permeable a la contra y que, defendiéndose, tenga las armas para pasar en forma rápida a la fase siguiente cuando sus jugadores recuperen el control de la pelota.

Para eso Sierra necesita jugadores no sólo buenos técnicamente, sino también más veloces que los que Colo Colo hoy dispone. La lentitud de sus zagueros, problema apuntado por los jugadores del Independiente de Santa Fe como un factor que les facilitaría teóricamente la tarea, se vio refrendada tanto en Bogotá como en Santiago. Con un agravante imperdonable: marcan a demasiada distancia, lo que en los hechos no es marcar en absoluto, y ni siquiera intentan soslayar esa menor velocidad recurriendo al permanente anticipo. La excepción suele ser Barroso, pero en determinadas circunstancias.

Los zagueros italianos y los uruguayos (de los mejores del mundo) no destacan por ser veloces, precisamente, sólo que ellos, conscientes de esa limitación, se mueven a corta distancia del posible receptor. Con ello no sólo contribuyen a restarlo como alternativa de descarga, sino que estarán, además, en condiciones de anticiparlo y con una leve ventaja en caso de que se lo busque con un pase profundo.

Para el “Coto” no será tarea fácil revivir a un equipo que, en el torneo pasado, terminó cayéndose físicamente a pedazos. Necesita jugadores cuya jerarquía soslayen las muchas limitaciones que frenaron el logro de la estrella 31. Requiere urgente de dos o tres delanteros, de un conductor como no lo ha tenido en los últimos años y de algún zaguero central que, además de veloz en el mano a mano, no haga depender exclusivamente de Barroso. Está de más aclarar que todos ellos deben ser de primer nivel competitivo.

Se sabe, además, que Pablo Garcés desea partir para buscar en otro equipo una titularidad por la que ya ha esperado demasiado.

Porque así como muchos que están fuera sueñan con formar parte de esta nueva era que Colo Colo inicia con Sierra, así también existen otros que, según trascendidos, no están muy convencidos de continuar. Eso se dijo, por ejemplo, del “Pajarito” Valdés, dolido por el alejamiento de un técnico que, a pesar de su veteranía, se la jugó para que él pudiera cumplir su sueño de alguna vez jugar en el club, aunque el volante ratificó en las últimas horas su deseo de continuar en Macul.

El tiempo que media para que la actividad del segundo semestre parta sin duda juega a favor de la planificación del “Coto”. Hay tiempo suficiente para buscar refuerzos en el mercado y convencer de que se queden aquellos que a él le interesan.

La duda será también –y como siempre- la postura de Blanco y Negro, que tratando de entregar lo que el nuevo técnico pide tampoco estará dispuesto de buenas a primeras a romper el chanchito. Después de todo, por más que ahora sea Mosa quien manda, detrás hay accionistas poderosos muy poco dispuestos a invertir más allá de lo que el criterio de buen comerciante aconseja.

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