Publicidad
4 de septiembre 2022: la derrota cultural de la izquierda chilena Opinión

4 de septiembre 2022: la derrota cultural de la izquierda chilena

Enrique Fernández Darraz
Por : Enrique Fernández Darraz Doctor en Sociología, académico.
Ver Más


Cuando hablamos de lo sucedido el día del plebiscito constitucional, habitualmente lo relacionamos con una derrota electoral. Con una apabullante derrota electoral. Pero lo que ocurrió fue algo mucho más profundo y radical: fue una derrota cultural de la izquierda chilena. Tal vez, la más importante después del golpe de Estado de 1973.

Podemos discutir (y deberíamos estarlo haciendo hace rato) si ella se debió en realidad a que la propuesta de nueva Constitución no representaba las expectativas de las grandes mayorías que la impulsaron o si fue el resultado de la infernal y multimillonaria propaganda que desplegó la derecha, para desvirtuar el proyecto e imponer su postura. O ambas. Pero lo que está fuera de discusión es que fue una derrota en toda la línea.

Se la puede calificar de cultural, ya que lo que estaba en juego no era la visión coyuntural que cada tanto ofrecen los candidatos y candidatas a la Presidencia, sino una propuesta de cambio societal. Es decir, la modificación estructural del modelo político, social y económico, que da forma y sustento a nuestra vida ciudadana.

Ante ello, no puede sorprender la visceral y avasalladora reacción de las elites económicas y políticas, especialmente de derecha, principales beneficiarias del modelo neoliberal.

Pero sí sorprende la actitud de la izquierda y, en especial, del Gobierno. A partir del 5 de septiembre se han transformado en una especie de espectadores de un proceso que pareciera ocurrir en otro país, rehuyendo toda discusión respecto de su propia visión del futuro y de cómo debiera ser la sociedad chilena. En su lugar, como ovejas al atardecer, se han ido a encerrar con los lobos al corral de la contingencia, a tratar de defenderse de la andanada de acusaciones de todo tipo.

El ejemplo más reciente de esta renuncia a “hacer política” es la visita del Presidente de la República al Ministerio del Trabajo, luego de aprobada la ley de las 40 horas. Que será, sin duda, su logro más importante desde la perspectiva social. Con todo el respeto y admiración que me merece la ministra Jeannette Jara, me parece que celebrar a solas con ella un logro, cuyos principales beneficiarios serán los trabajadores y trabajadoras de este país, es como ganar un campeonato y luego dar la vuelta olímpica encerrado en el camarín.

La actitud de la oposición, en cambio, es absolutamente comprensible, por las mismas razones que la movilizaron antes del 4 de septiembre. Para poder demoler cualquier ideario de izquierda y, por tanto, cualquier atisbo de cambio en el modelo, es necesario demoler el Gobierno. Ello dejará en evidencia que la izquierda no sabe gobernar, que es incapaz y que solo vive de algunas ideas trasnochadas, que no sirven y por las cuales hay que exigirle hasta el cansancio pedir perdón.

Por eso solicitar una tregua es ingenuo. Lo mismo que un “cortafuegos” entre los problemas de seguridad y el proceso constituyente. De lo que se trata, para la oposición, es de vincular cualquier debacle con la supuesta ineptitud del Gobierno y, por consiguiente, con las ideas que representa.

El problema es que ir a esconderse con los lobos al mismo corral para tratar de esquivar las mordidas y celebrar encerrado en el camarín, solo es útil a esta estrategia, que, de funcionar, garantizará una victoria electoral a la derecha y una Constitución que maquille pero no altere un modelo que tanto provecho ha traído a sus guardianes.
En 1973 la bota militar y sus segundones civiles no dejaron opción a la izquierda chilena, salvo tratar de huir a refugiarse fuera del alcance de la tortura y la muerte. Pero esa está lejos de ser la situación hoy.

De ser correctas las ideas planteadas más arriba, quienes llegaron al poder prometiendo superar los vicios de los últimos treinta años y construir un país en que el bienestar social se distribuiría de manera más solidaria, no cumplirán. Pero es aún peor: lo macabro de esta historia es que probablemente estén a pocos meses de transformarse en los sepultureros de esa esperanza.

El tiempo dirá.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Publicidad

Tendencias