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Opinión: Ya no hay disculpas ni excusas, es la hora de ser campeones…

Opinión: Ya no hay disculpas ni excusas, es la hora de ser campeones…

Chile enfrenta al peor rival en su ambicioso objetivo de lograr la primera estrella de la historia avalado por la promesa, la confianza y los méritos de su «generación dorada».


La quinta final de la Selección chilena en la Copa América convoca todas las pasiones y opone a la «generación dorada» a la mayor encrucijada de su historia: demostrar frente a Argentina su capacidad de torcer radicalmente la estadística centenaria y consagrar la primera estrella en virtud de los aptitudes de una grupo de jugadores de alto nivel que siempre suscribieron el pensamiento popular de que «el mejor equipo nacional de todos los tiempos debe dejar el título en casa».

La consigna que antes pareció presuntuosa y desmedida en relación a los otros protagonistas de los episodios anteriores, con el paso del torneo fue evolucionando hasta alcanzar el estado actual de una promesa latente y a punto de cristalizar.

A despecho de los tropiezos e irregularidades en el rendimiento de la «Roja», de los cuestionamientos a los arbitrajes y la organización, y la notable capacidad futbolística de un rival ilustre que es subcampeón mundial, ya no hay excusas ni disculpas para el plantel conducido por el argentino Jorge Sampaoli. Ni siquiera los imprevistos y desaciertos impensados -el «accidente» protagonizado por Arturo Vidal y la suspensión de Gonzalo Jara lo fueron- influyeron en las capacidades del equipo, que avanzó sustentado en sus mérito y a pesar de sus defectos…

El camino de la Roja en tránsito al reto final tuvo altibajos, pero en definitiva superó las vallas del calendario y no sin dificultades se instaló invicta en el sitial privilegiado junto a los albicelestes. Sorteó el estreno con solvencia (2-0 a Ecuador), salvó el honor ante los mexicanos (3 a 3) y vapuleó a una Bolivia sin motivaciones (5-0). Más tarde, en el partido más conflictivo del torneo, se impuso 1-0 a un Uruguay enardecido y ya en semifinales estableció supremacía clara frente al renovado Perú del «Tigre» Gareca (2-1).

En ese tránsito impecable hacia el umbral de la anhelada corona, el entrenador Sampaoli probó distintas formulas -especialmente en la frágil estructura defensiva- y es probable que persista en la idea renovadora ante Argentina si finalmente le convence la ductilidad de Francisco Silva o la potencia de Mikko Albornoza para complementar la marca y fiereza de Medel.

En rigor, y hay que asumirlo, Chile no dispone del contingente superlativo de Argentina, más allá de la jerarquía de Alexis, Vidal y Claudio Bravo reconocida en Europa. Y es que detrás de Lio Messi hay otras diez figuras de similar cotización mundial que marcan una diferencia nominal significativa para una lucha que se resuelve indefectiblemente por el peso colectivo y los fulgores individuales…

Sin embargo, la lógica del fútbol no es matemática y a contramano de la historia, la Roja sueña y se ilusiona con su primera estrella continental. En rigor, el país se contagia de esa efervescencia y todos quieren dejarse dominar por el mismo sueño.

Y ahora, este sábado, sin disculpas ni justificaciones, es el gran momento: de que el equipo pueda dar un paso al frente y sus emblemas cumplan el compromiso público de transformarse efectivamente en los mejores. Es el turno de cobrarles la palabra, para gritar ¡campeones, al fin! y comprobar que la gloria es la ofrenda prometida por esa «generación dorada».

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