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Desesperación por la nieve en la costa este de EE.UU.

Las autoridades han advertido de una tercera tormenta, aunque más pequeña, a partir de este domingo o lunes, y eso agrava los presupuestos de varias localidades para la limpieza de carreteras.


Los residentes de la costa este de Estados Unidos, desde Carolina del Norte hasta Massachusetts, intentaban hoy volver a la normalidad tras el paralizante temporal de los últimos días, aun cuando hay amenazas de más nieve para la próxima semana.

El reto, tanto para los sectores público y privado como para el ciudadano de a pie, es retomar la rutina en las zonas afectadas sin que se agote la paciencia, pese a que más de 150.000 personas, buena parte de ellas en Pensilvania, permanecen hoy a oscuras en sus casas.

Las autoridades han advertido de una tercera tormenta, aunque más pequeña, a partir de este domingo o lunes, y eso agrava los presupuestos de varias localidades para la limpieza de carreteras.

Washington rompió esta semana su récord de nieve de 1898, cuando se comenzó a documentar este tipo de precipitaciones. En lo que va de este invierno, Washington ha registrado un total de 139,4 centímetros de nieve, comparado con el anterior récord de 138,2 centímetros del invierno entre 1898 y 1899, según datos oficiales.

Además, en Baltimore (Maryland) han caído en lo que va del invierno 183,6 centímetros de nieve y en Filadelfia unos 178,6.

La segunda tormenta de nieve en menos de una semana, en particular, arrojó unos 40,6 centímetros de nieve en Filadelfia, una cifra similar en Nueva York y 50,8 centímetros en el centro de Nueva Jersey.

En la ciudad de Nueva York, 1,5 millones de estudiantes regresaron hoy a clases después de que ayer tuvieran apenas su tercer día libre por la nieve en los últimos seis años.

En toda el área de Washington, el caos ha sido palpable: cierre del Gobierno federal por cuarto día consecutivo, clausura de clases y negocios, apagones, vehículos varados, la continua suspensión de algunos vuelos y la reducción de servicios de transporte público y correos.

En Virginia, se calcula que unas 11.000 personas permanecen sin flujo eléctrico, con lo que en los almacenes de bricolaje que han podido abrir se agota el inventario de palas, linternas y sal para derretir el hielo y la nieve.

Mientras, los aeropuertos de Dulles, que sirve a Washington y a Baltimore, y de Filadelfia, han reanudado hoy sus operaciones aunque con itinerarios muy reducidos.

El consenso de las autoridades es que es preferible quedarse en casa para facilitar el tránsito en las carreteras a los equipos de emergencia y camiones quitanieves.

De hecho, el gobernador de Pensilvania, Ed Rendell, ha ordenado el cierre de varias autopistas principales por el riesgo a la seguridad pública.

Las tormentas han dominado la cobertura mediática en EE.UU., mientras crecen las presiones para que se declare un estado de emergencia que permita la liberación de fondos federales para las tareas de limpieza.

Por ahora, las autoridades consideran prematuro aventurar una cifra sobre las pérdidas económicas, pero sólo el Gobierno federal ha registrado unos 100 millones de dólares diarios en reducción de la productividad, según cálculos oficiales.

Muchos centros comerciales, ya afectados por la crisis económica, permanecen cerrados, aunque la tormenta ha supuesto una bonanza para centros de esquí y algunos restaurantes a lo que es posible llegar y, sobre todo, para contratistas privados que operan grúas y camiones quitanieves.

Algunos expertos y activistas medioambientales culpan al cambio climático por la creciente intensidad y frecuencia de las tormentas, ante las evidencias de un calentamiento global.

Explicaciones científicas aparte, en el área de Washington, la gente intenta poner «al mal tiempo, buena cara» y recurre al ingenio para superar lo que prácticamente se ha convertido en un «arresto domiciliario».

«¡Yo ya me estoy volviendo loco!» dijo a Efe César Olivares, un disyóquey de Maryland que ha perdido varios días de trabajo por la nieve.

Las imágenes de televisión muestran cómo los residentes en los barrios de las afueras más golpeados salen a esquiar (porque no hay otra forma de locomoción) excavan circuitos y pistas para trineos, o se ayudan a retirar la nieve ante la ausencia de equipos locales y estatales.

En general, el hartazgo y la frustración se apoderan lentamente de los residentes en el área capitalina, una zona que se piensa «sureña» y no se acostumbra a bregar con nevadas.

En un barrio de Falls Church (Virginia), un vecino armó un muñeco de nieve con una soga al cuello y distribuyó la foto.

En Maryland, un letrero afuera de una iglesia pedía: «Quien esté rezando por más nieve, ¡que pare ya por favor!».

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