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BBC News Mundo

El poderoso mensaje de las protestas de los indignados

Manifestaciones como las que se viven en Londres, Nueva York o Madrid serían un muestra de que la gente está dispuesta a pensar de manera global para encontrar una salida a la crisis.


Me desplacé este sábado a la plaza londinense de Paternoster para seguir de cerca las primeras horas de la protesta inspirada por el movimiento de Nueva York «Ocupa Wall Street».

La policía había acordonado el lugar, que es propiedad privada, así que los manifestantes tomaron las escalinatas de la vecina catedral de San Pablo.

Llevaron a cabo una gran asamblea general y después se separaron en pequeños círculos, para luego volver a juntarse y anunciar la decisión de pasar la noche en el lugar. En ese momento había unas 2.000 personas.

¿Quiénes eran? La protesta londinense no es todavía tan diversa demográficamente como la de los indignados en Madrid o la de la ateniense Plaza Sintagma. Tan poco es tan popular como la protesta de Nueva York, al menos todavía.

Ni un solo político de los partidos mayoritarios se presentó en la protesta. Ni un solo parlamentario, escritor o director famoso.

Helen John, una veterana del movimiento pacifista Greenham Common habló frente a los presentes, igual que el activista Peter Tatchell. Pero el que se llevó toda la atención fue Julian Assange, el fundador de WikiLeaks. Fue aplaudido por una mayoría e increpado por unos pocos.

Perfiles variados

Entre la gente con la que hablé había muchos estudiantes, veteranos izquierdistas y anarquistas, gente involucrada con ONGs, un profesor de una prestigiosa universidad, algunas madres con sus bebés y muchos «Anonymous» con sus máscaras de Guy Fawkes, que se han convertido en el polo de atracción del este movimiento profundamente «autonomista». Pero el mayor grupo era el de la gente ordinaria.

Aunque en el lugar había muchos medios, la principal queja que tienen es que la prensa los ignora y no les entiende. Este último punto creo que bastante cierto.

Incluso en Estados Unidos, donde las protestas son mayores que en Reino Unido y han tenido el apoyo de famosos liberales que les han dado relevancia, la respuesta inicial al movimiento «Ocupa Wall Street» fue preguntarse ¿Qué significa esto para los demócratas? ¿Mejorará la popularidad de Obama?

Es una pregunta sin sentido. Mucha de la gente involucrada en las protestas se ha alejado de la política tradicional. Creen que se trata de un club de millonarios con el que no se puede razonar o al que no se puede presionar. En Reino Unido, no tienen ninguna intención de «elevar sus demandas» al opositor Partido Laborista.

De hecho, se deleitan con su diversidad. Es cierto en la ateniense Plaza Sintagma y en la catedral de San Pablo de Londres: si le pregunta a 50 personas por qué están ahí y cuales son sus demandas, recibirá 50 respuestas diferentes.

Señal poderosa

Pero estas protestas son una poderosa señal en todo el mundo. Su mera existencia demuestra que la gente está dispuesta a pensar de manera global para encontrar salidas a la crisis, en un momento en el que la economía está haciendo que los políticos sigan el camino de las soluciones nacionales.

Pese a su marginación política -en algunos países como EE.UU. y Grecia han roto con la marginación- es un hecho que en 1931 cuando los vestigios de la globalización 1.0 colapsaban, no hubo protestas internacionales masivas contra la austeridad. Hubo muchas protestas nacionales y nacionalistas.

Los manifestantes londinenses portaban una señal falsa de una calle que rezaba «Plaza Tahir, EC4M». No se trataba de la plaza de El Cairo, pero obedecía al mismo impulso de ocupar el espacio físico.

Creo que este impulso se debe a dos elementos: el primero tiene que ver con que se trata de una acción efectiva que se está transmitiendo independientemente de las estructuras políticas y de las jerarquías de los partidos políticos. Si se acampa en algún lugar la prensa aparecerá y uno puede tener la agradable sensación, por breve que sea, de vivir el sueño de una existencia comunal y negociada.

El segundo elemento surge del hecho de que esta vida comunal, negociada e interconectada ya existe en las cabezas de la gente como resultado de la rápida adopción de las redes sociales y de los estilos de vida interconectados. Como indicó Manuel Castells, uno de los primeros sociólogos que estudió internet, «cuanto más autónomas y rebeldes son las actitudes de las personas, más utilizan estas internet. Cuanto más utilizan internet, más autónomos se convierten sus estilos de vida».

Ha pasado algo entre el auricular derecho y el izquierdo de esta generación que representa un importante cambio de actitud. Aún estoy intentando averiguar de qué se trata.

Rechazo a los partidos

Lo que está totalmente claro es que están decididos a hacer algo. Quieren limitar el poder del capital y construir una sociedad más igualitaria, rechazando los métodos jerárquicos de los partidos políticos.

En este sentido, el movimiento es una especie de reemplazo de la socialdemocracia. Un reflejo invertido de los jóvenes que pueblan los centros de estudios del Partido Laborista británico, el SPD alemán o el Partido Demócrata de EE.UU.

«Ocupad todas partes», es pues, el tipo de movimiento que aparece cuando la gente empieza a pensar que los políticos tradicionales han perdido sus principios, están atrapados por intereses creados o son corruptos.

Esa sería la respuesta a la pregunta de ¿por qué?. ¿Y la repuesta a la pregunta de por qué ahora? Básicamente estamos en peligro de un estancamiento global. Fue el equipo económico del banco británico HSBC el que lo definió como un «permahielo».

Ello plantea la pregunta: ¿quién paga por la crisis bancaria?

Un gran numero de personas se están dando cuenta que van a ser ellos y, todavía peor, sus hijos.

Como en Grecia, en estas circunstancias, por cada manifestante acampado en el frío amanecer, puede haber muchos más en sus casas que se sienten de la misma manera.

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