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Grupo de Río: Tres agendas para actuar unidos

Si asumimos que estamos avanzando hacia un mundo de grandes regiones, nuestra tarea es dar energía, presencia y coherencia a nuestro continente y llevarlo a la mesa de los debates internacionales con la mayor fortaleza posible.


Durante los días de la Cumbre del Grupo de Río pude pensar con mayor profundidad en todo el proyecto de transformación y futuro que América Latina y los países del Caribe tienen al frente. Creo que estamos en una región que viene de vuelta de momentos duros de su historia, y en la cual el fortalecimiento de los sistemas democráticos está más allá de toda duda, sobre todo después de ser puesta a prueba en instancias donde las instituciones respondieron.



Pero también se trata de una región que tiene grandes desafíos por vencer, una región donde la democracia ya no implica sólo el derecho a votar y elegir representantes libremente -lo que, por cierto, tiene un gran valor- sino también a gestar condiciones de equidad, de participación y de un desarrollo impulsado desde la cohesión social.



Hemos salido fortalecidos como grupo de países y como proyecto de acción política. Atrás quedaron los quince años de una tarea que tuvo tres objetivos esenciales: reinstaurar la democracia en el continente, defender la vigencia de los derechos humanos e imponer los caminos de la paz como forma de resolver las confrontaciones en la región.



Aquí en Santiago hemos iniciado una nueva etapa. Ahora queremos ir unidos a las nuevas batallas por la defensa de los derechos económicos de nuestras sociedades. La globalidad está aquí, se ha impuesto a nuestro tiempo y cada día se hará más compleja. Nuestra tarea es avanzar en los cambios que necesitamos en el manejo de la economía y la sociedad global. No pedimos reglas fáciles o benevolentes; pedimos reglas claras que den oportunidad a todos, lo cual es distinto.



Nuestros técnicos, nuestros políticos y nuestros funcionarios deben empezar a establecer planteamientos justos y equilibrados. Por eso es tan importante que hayamos convenido tener una voz común en los próximos foros del Fondo Monetario y el Banco Mundial; hablar con un mismo lenguaje en la Ronda de la Organización Mundial de Comercio, y mantener una posición convergente ante la conferencia en México sobre Financiamiento para el Desarrollo.



Si asumimos que estamos avanzando hacia un mundo de grandes regiones, nuestra tarea es dar energía, presencia y coherencia a nuestro continente y llevarlo a la mesa de los debates internacionales con la mayor fortaleza posible.



En este marco, el encuentro de mandatarios latinoamericanos en Chile adquirió un significado mayor. Como país organizador, quisimos poner en la agenda oficial los grandes temas derivados de la sociedad de la información, de la globalización y del significado para esta región de la llamada Nueva Economía. Y en eso se trabajó por meses para concordar una declaración sólida en lo político e imaginativa en sus metas. Una agenda clave para entrar por el camino de la modernidad al siglo 21.



Pero al mismo tiempo, la situación económica ha puesto sobre la mesa una agenda de coyuntura que nos llevó a reaccionar articuladamente. Por encargo de todos los Presidentes me comuniqué ya el año pasado con el Presidente Bush para hacerle ver nuestra preocupación por la situación de Argentina, pero también para remarcarle que era el Grupo de Río el que llamaba a través mío, y que más allá de la situación de un país en particular, lo que está en cuestión en todo esto es el funcionamiento de los mercados internacionales, particularmente los denominados emergentes.



Yo veo que a pesar de todos los esfuerzos hechos en este continente en materia de política fiscal, de apertura de mercados y baja de aranceles, no se nos ha permitido participar en la construcción de un sistema económico dentro del cual podamos beneficiarnos de estos cambios. El Grupo de Río es, probablemente, la entidad política de mayor envergadura para tratar estos temas.



Junto con estas dos agendas, una tercera fue puesta en nuestra intensa jornada de trabajo. Fue la agenda de la sociedad civil, de aquellos que convocados a participar en cinco videoconferencias se movilizaron desde veinte ciudades a lo largo de todo Chile, para plantear sus inquietudes a los Presidentes. Debemos estar orgullosos del esfuerzo que se ha hecho, del entusiasmo registrado en muchas partes para encontrar las preguntas adecuadas, para dar voz a hombres y mujeres, a jóvenes y campesinos, a profesores y empresarios, a indígenas y profesionales.



Las tres agendas convergen en armonía: necesitamos escuchar a la gente para saber por qué tenemos que dar las nuevas batallas en la globalidad. Y para ello debemos saber entrar en la sociedad avanzada del siglo 21. ¿Cómo lo haremos? Desde una mirada latinoamericana, desde nuestras sensibilidades compartidas. Y esa es la gran energía que se desata con el Grupo de Río.





* Chile entregó este 15 de enero la presidencia del Grupo de Río a Costa Rica.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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