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Las sevicias de la información de guerra


«Les recordamos que la guerra es un asunto difícil y muy duro», soltó anoche uno de los conductores de la transmisión en inglés de la CNN, después de comentar la noticia de una docena de soldados estadounidenses desaparecidos y que la televisión iraquí había mostrado imágenes de soldados norteamericanos muertos y otros apresados.



Por cierto, esas imágenes no fueron mostradas por la CNN, pero sí se pudieron ver, por ejemplo, a través de la televisión española.



Allí vimos el miedo y hasta el terror de esos muchachos de uniforme, uno de ellos asegurando que era mecánico y que sólo tenía orden de disparar si era atacado. El miedo la guerra, ejemplificado en el rostro de ese joven soldado, ha sobrecogido a la CNN, a pesar de que esa cadena censura esa imagen.



La clave está en otra sentencia de ayer del presentador: «ha sido un día terrible», y uno deduce que los días anteriores no han sido terribles, a pesar de la conmoción mundial que provocó, por ejemplo, el bombardeo masivo sobre Bagdad el viernes pasado -y justo se anunciaba otra noche de bombardeos-, porque padecer lo terrible es patrimonio de la coalición británico-estadounidense y no para la población de las ciudades bombardeadas en Irak.



Tras cartón, el alegato del secretario de defensa estadounidense, Donald Rumsfeld, por el trato dado a esos prisioneros, contra las convenciones que rigen las guerras. Como réplica, la sola presentación del corresponsal en Washington de Antena 3 de España que recordaba que el que hablaba era el Rumsfeld que tenía sobre sus espaldas las torturas a presos talibanes en Afganistán y la situación, fuera de toda legalidad, de los detenidos en Guantánamo.



Después, en la misma CNN, la crítica a la actitud de los soldados y milicianos iraquíes que disparaban en la ribera del río Tigris donde supuestamente se escondían dos pilotos de la coalición, porque esa no es una forma de ir «en rescate» de soldados caídos en líneas enemigas. Dos minutos más tarde, en la BBC, imágenes impresionantes de combates nocturnos en que una tropa de tiradores parapetados acribillaba con tiros y balas explosivas una casa en la que estaban atrincherados soldados iraquíes, en una muestra gráfica de la desproporción de medios y de fuego.



Lo primero, reprochable. Lo segundo, aceptable en el código de la guerra.



Y escribo guerra y no sé si es correcto hablar de guerra. Ante tal desproporción de medios -baste señalar que los estadounidenses luchan contra un enemigo «ciego», que no ve que está siendo observado a través de satélites, visores infrarrojos y otros adelantos bélicos- uno está tentado ha hablar de invasión y resistencia.



Es triste que sea Sadam Hussein, un dictador implacable y sanguinario, el que se levante como el resistente. Pero es inevitable reconocer, al menos, que es el pueblo iraquí el que resiste. Y esa actitud, que igual, probablemente, por la disparidad de medios, terminará en derrota, ya los está erigiendo en vencedores a los ojos de millones de seres humanos, sobre todo en el mundo árabe. Es el triunfo del que resiste, pese a que sus posibilidades de triunfar son mínimas.



Sí, la guerra es un asunto difícil y muy duro. Pero para todos. No sólo para los estadounidenses.



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