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Entre piedras y piscos: una visión desde Perú

Han dicho que se disculpan, que estaban borrachos. Ä„Vaya argumento! Supongo que es más bien un agravante. ¿Puede decirse que se acomodaron al relajo que aquí se vive a veces frente a la ley? ¿Que se puede hacer cualquier cosa y no pasa nada? Me extrañaría tan poca consecuencia en gente formada con tanto civismo. Me extraña más que el presidente Lagos haya dicho más o menos lo mismo que ellos.


«Corrí a ver el muro. Formaba esquina. Avanzaba a lo largo de una calle ancha y continuaba en otra angosta y más oscura, que olía a orines. Esa angosta calle escalaba la ladera. Caminé frente al muro, piedra tras piedra. Me alejaba unos pasos, lo contemplaba y volvía a acercarme. Toqué las piedras con mis manos; seguí la línea ondulante, imprevisible, como la de los ríos, en que se juntan los bloques de roca. En la oscura calle, en el silencio, el muro parecía vivo, sobre la palma de mis manos llameaba la juntura de las piedras que había tocado».
José María Arguedas,Los Ríos Profundos.



No leo muchos periódicos en general y los días de fiesta se me complican hasta para oír radio o ver televisión. Así que cuando mi amiga Fanni, desde Lima, me contó de los chilenos que habían pintado un muro inca, yo no sólo no lo sabía, sino que no le creí, será antichilenismo, le dije. Pero ella aseguró que los habían atrapado en el acto. Más tarde, en el periódico, vi el graffitti que habían hecho en la estética típica actual. Y leí que efectivamente habían cogido a dos jóvenes, en la noche y borrachos, pintando el hermoso muro de la calle Siete Culebras, a unas cuadras de mi casa. Hoy pasé por ahí, sólo unos días después del asunto, y parece que se ha podido sacar la pintura sin problemas.



El asunto es que los chicos nos dieron en el gusto nacionalista que últimamente se viene exacerbando. Los grupos empresariales y ciertos sectores del gobierno promueven directamente el consumo de productos peruanos e indirectamente la compra en negocios peruanos para levantar nuestra alicaída industria. Los chinos son un grupo en la mira, pero están demasiado lejanos y nos venden demasiadas cosas demasiado baratas.



Hay productos más cercanos, que nos tocan. Hace muchos años que no nos resignamos a que el pisco no sea solamente peruano, cosa que no debería decir aquí en voz alta ni fuera de mi círculo más cercano. Pero así pienso, aunque me parece absurdo que se pretenda patentar su nombre o darle denominación de origen en un espacio que no nos abarque. Los piscos chilenos se venden por todas partes, no creo que por mejores aguardientes, sino porque no hay duda de que los chilenos son mejores empresarios. Tenemos un poco de envidia de eso y cuando una va a un supermercado de bebidas en el extranjero sólo encuentra pisco chileno. Y así hacemos nuestro pisco sour, aunque también lo hacen los chilenos.
No es sólo el pisco. El pisco ha resultado el chivo expiatorio. Quisiéramos que nuestra economía y nuestro Estado navegaran como los chilenos: gran mercado, buena industria, gobiernos con solidez, servicios públicos eficientes, escasa corrupción. Encima nos exportan capitales.



Mejor no sacar nuestros trapitos sucios, para compararlos con esas lujosas vestimentas de la sociedad chilena. Pero también tenemos las nuestras, y son justamente los restos incas, preincas, españoles que abundan por aquí. Nuestra historia es nuestro orgullo y fuente de satisfacciones infinitas. También el origen de muchos de nuestros actuales problemas, pero no es el tema. Así, salir del Cusco caminando por campos y cerros siempre trae sorpresas incas. Muros, andenes, portadas y caminos, todos de sólidas piedras y espléndido trabajo, se encuentran por doquier. Sólo hay que saber mirar.



Parece que los dos chicos no supieron hacerlo. Se encontraron unas piedras y no vieron el cuidado con que fueron talladas ni lo minuciosamente que encajan unas con otras en un muro sin argamasa ni cemento. Piedras gris oscuro, casi negras, algunas con pequeñas Amarus talladas en alto relieve. Formando una esquina, con una cara en una calle ancha, hacia una pequeña plazoleta y la otra iniciando la angosta calleja bautizada, por los españoles y por sus tallas, como Siete Culebras. La esquina es parte del que fuera colonial Beaterio de Nazarenas y encima, en segundo piso, hay un coqueto balcón colonial, que sigue la forma de la esquina.



No conozco las circunstancias de la captura. Es una plazuela algo solitaria en las noches, pero no tanto. Está sólo a unos metros del hotel más lujoso del Cusco, donde siempre permanece alguien en la puerta y por donde suelen patrullar policías resguardando a los turistas. Porque los turistas son valiosos para los cusqueños. Su venida nos sustenta. Y nos preocupa que los asalten o los perturben. También que las cosas que nos enorgullecen y que ellos vienen a apreciar se deterioren o destruyan.



Hace años, veinte quizás, gente de Sendero Luminoso hizo pintadas en muros incas, incluso en Hatunrumiyoq, la piedra de los doce ángulos. Hace bastante menos años, unos publicistas rompieron por descuido una parte del intiwatana, reloj solar de Machu Picchu y poco después alguien volvió a mostrar su furia con pintura en la piedra de los doce ángulos. Los senderistas, en general, están presos; los publicistas siguen un juicio y quizá quedarán impunes. ¿Qué espera a los dos chicos chilenos?



Han dicho que se disculpan, que estaban borrachos. Ä„Vaya argumento! Supongo que es más bien un agravante. ¿Puede decirse que se acomodaron al relajo que aquí se vive a veces frente a la ley? ¿Que se puede hacer cualquier cosa y no pasa nada? Me extrañaría tan poca consecuencia en gente formada con tanto civismo. Me extraña más que el presidente Lagos haya dicho más o menos lo mismo que ellos.



No sé qué pena les corresponde. Muchos hacen pintadas en muros. Es una forma histórica de protestar, también de mostrarse, como sucede con los graffittis de los jóvenes. Normalmente, de ser atrapado, te cae una noche en la carceleta de la policía y muchas veces ni siquiera supone un antecedente judicial. Pero no hay que ser muy perspicaz para saber que una pintdaa en un muro de adobe cualquiera no es lo mismo que una en un muro inca de piedra. El cargo debe ser «daños o destrucción de patrimonio histórico inmueble». No suena muy bien.



Los dos jóvenes han caído en mal momento. Por el nacionalismo, el localismo, el antichilenismo. También porque ya tenemos un precedente en otra joven, Lori Berenson, una norteamericana del grupo terrorista MRTA, a quien quisieron quitar culpas desde su país, también por joven y por tanto como que no sabía lo que hacía.



Algunos se regodean en la desgracia de los jóvenes, encuentran desfogue para nuestro malestar. Aunque los peruanos casi siempre hablamos de «este país» y no de «nuestro Perú», eso no quiere decir que no lo queremos, pero alguien puede creer que levantamos a nuestro país al aplastar a quienes, en algunos sentidos, les va mejor. La justicia debería hacerse. Ojalá no primen ni los pedidos de olvidar el asunto ni los de exagerar la pena.





Eleana Llosa es Socióloga de la Pontificia Universidad Católica del Perú, reside en Cusco por cerca de 10 años y ha realizado diversas consultorías sobre patrimonio cultural, identidad y cocinerías cusqueñas, entre otros temas.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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