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Alemania pierde la cabeza


¿Gerhard Schröder o Angela Merkel regirá Alemania? ¿O quizás un tercero? Los días pasan, la incertidumbre y el desconcierto crecen. Ninguno de los partidos tradicionales logró una mayoría en las elecciones del 18 de septiembre. Es tiempo de sondeos, conversaciones, negociaciones, intento de coaliciones forzadas. Ni Merkel ni Schröder dan su brazo a torcer, ambos quieren la cancillería de la República, ambos prometen un gobierno «estable», que a estas alturas nadie toma en serio.



Tiempo de cambios profundos en la política alemana, sin que por el momento alguien pueda prever el curso de los mismos. Elecciones sin resultados claros como éstas no se habían vivido antes.



Durante 16 años rigió en Alemania la unión derechista CDU/CSU junto a los liberales (FDP), con el canciller Helmut Kohl (CDU). Los últimos siete años gobernó el SPD (Socialdemocracia) con el canciller Gerhard Schröder, en coalición con los Verdes y su ministro del Exterior, Joschka Fischer. Es decir, los dos grandes partidos tradicionales, CDU y SPD, gobernaron en coalición con otros partidos más pequeños. Al parecer, esta forma ha quedado obsoleta.



La dupla Schröder/Fischer logró ciertos avances sociales, un considerable reemplazo de la energía atómica por energía solar y de viento, entre otros. Los fracasos y crisis de este gobierno son capítulo aparte. También fueron Schröder y Chirac, de Francia, los que encabezaron el NO europeo a la participación directa en las guerras de Afganistán e Irak, abiertamente en contra de la política de Bush, quien encontrara apoyo europeo en Blair y Aznar. Los espantosos atentados terroristas de Madrid y Londres podrían ser el resultado de aquella participación.



Los partidos alemanes se representan políticamente con colores. A saber, la CDU/CSU con el negro; el SPD (Socialdemocracia), con el rojo; el FDP (Liberales), con el amarillo; y los Verdes, con el verde, lógico.



La fuerte coalición opositora de derecha CDU/CSU, con Angela Merkel y Edmund Stoiber respectivamente, más el FDP (Liberales), a la cabeza de Guido Westerwelle, lograron desestabilizar a Schröder en las últimas elecciones parlamentarias de los estados federales en mayo pasado.



Al perder su último bastión rojiverde en Renania del Norte/Westfalia -y con ello, perdiendo la mayoría en el parlamento-, Schröder hizo una maniobra precipitada y peligrosa: llamó esa misma noche a las actuales elecciones, un año antes del término de su mandato. Con ello dejó en claro la vulnerabilidad de su gobierno.



A los partidos tradicionales se agregaron el PDS de Gregor Gysi (político de la ex RDA), unido al nuevo grupo WASG de Oscar Lafontaine, quien renegara de la dirección del SPD años antes. Gysi y Lafontaine formaron Die Linke (La Izquierda).



CDU/CSU y Liberales (coalición negra y amarilla) se lanzaron en una masiva campaña dando por ganadora a su candidata Angela Merkel (CDU). Las encuestas y la prensa reafirmaron esta teoría. Merkel planteó, entre otros, el regreso a la energía atómica, la implantación de la tecnología genética, disolver las prebendas sociales con apoyo estatal, una economía neoliberal, la no permisión de Turquía en la Unión Europea, apoyo a la política de Bush.



Hasta escolares de secundaria hicieron encuestas preelectorales. A mi hija, de 16, le tocó entrevistar por teléfono a 5 personas cuyos teléfonos recibió al azar. Todos, sin excepción, dieron por ganadora a Merkel, aunque todos votarían por otro partido que la CDU.



Las elecciones fueron insólitas, significando un casi empate entre Merkel y Schröder. Los verdaderos ganadores fueron partidos pequeños, los Liberales y la Izquierda, cuyos nuevos electores provienen de los partidos tradicionales y los Verdes. La Izquierda declaró su paso a la oposición, de igual modo como el resto de los partidos se negaron a pactar con ellos. Hasta ahora. Lo que para algunos es una maldición, significa para otros una nueva perspectiva: nunca los partidos se habían sentado a negociar, buscando pulir diferencias en sus programas.



El jueves pasado se encontraron SPD y CDU/CSU. No trascendieron públicamente los resultados. El viernes, CDU/CSU conversó con sus tradicionalmente enemigos acérrimos, los Verdes. El encuentro sirvió para confirmar las insalvables diferencias, además que de haber aceptado una coalición, los Verdes habrían perdido el ya poco apoyo de sus bases. El miércoles próximo, nuevamente SPD y CDU/CSU buscarán alguna forma de acuerdo.



Se especulan diversas variantes de coaliciones:
-la coalición «semáforo»: rojo-amarillo-verde. Aún en veremos, dado que los Liberales se niegan a dialogar con SPD.
-la coalición «Jamaica»: negro-amarillo-verde, descartada en el encuentro CDU/CSU-Verdes.
-Alguien propuso la «solución israelita»: alternarse cada dos años el gobierno. La fantasía no tiene límites, para diversión de los medios, las encuestas, los cómicos. Y para aumentar el escepticismo y la falta de credibilidad de la población.



Mientras tanto, el polémico Joschka Fischer abandonó la dirección de los Verdes, permaneciendo como Ministro del Exterior hasta que haya nuevo gobierno.



A comienzos de octubre se efectuarán en Dresden las últimas elecciones, atraso ocasionado por la muerte de una de las candidatas del NPD (partido neonazi, que -a Dios gracias- no tiene representación parlamentaria).



Lo que se vislumbra como más probable es una Gran Coalición con participación conjunta de SPD y CDU/CSU, si uno de los dos candidatos da su brazo a torcer. Y si no hay acuerdo ¿quizás el presidente Horst Köhler llame a nuevas elecciones de canciller/cancillera? Esperemos que haya acuerdo antes. Por mientras, Turquía da un suspiro de alivio: quizás influya la ausencia de Merkel en la reunión de octubre, donde se discutirá la posible entrada de Turquía en la Unión Europea.



Para bien o para mal, todo permanece abierto. Mientras tanto, Schröder y Fischer continúan gobernando en un proyecto y una unidad ya inexistente. Hasta que Alemania vuelva a recuperar una cabeza.



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Isabel Lipthay es periodista, escritora, cantante chilena. Vive en Alemania.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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