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Septiembre


Una encuesta recientemente publicada concluyó que más del 90% de los chilenos no tienen una idea clara de lo que se celebra el 18 de septiembre, aunque muchos, eso si, saben que es feriado y cuando coincide con un día laboral, tanto mejor, porque con ello hay un extraordinario incentivo para ser patriota, bailar una cueca sound, ir a alguna fonda electrónica o una que huela a guachaca; no importa mucho que signifique la expresión. Así, hay un poderoso motivo para pasar la resaca viendo, en cadena nacional, la parada militar y tampoco es demasiado relevante que el espectador -como le dicen por ahí- tenga 50 canales de películas, fútbol, música, miscelánea y esotéricos, da igual, porque no se puede pasar la resaca dieciochera viendo Sex in the City, por más cool que sea la serie, según comentan los entendidos, los nuevos profetas, esos que pueden hablar horas sobre algo que se llama Rojo Vip.



En septiembre todo es mágico. Durante el año, los comerciales nos venden todo lo que podamos o no comprar, sea útil o no, con modelos bastante poco cercanos al bio tipo del chileno, si es que existe algo así. Pero en septiembre, el Tío Lalo anuncia -algo viejito- una pastilla para el dolor de cabeza e inmediatamente pienso en que esta píldora cantada nos salvará de los estragos del choripán, las empanadas calduas y particularmente, de las muy monótonas y diletantes conversaciones de curaos a las tres de la mañana, esas que no pueden faltar al celebrar, claro está, el cumpleaños de Chile.



Esta fue la época escogida por los militares para dar un golpe de Estado, de eso hace ya una treintena de años; es el mes en que nos acordamos colectivamente de ir a dejar una flor a las víctimas de la represión y también de las repetidas y ya mecánicas escaramuzas entre estudiantes y las Fuerzas Especiales.



Septiembre es también un mes de eufemismos y como no podía ser de otra forma, el 17 de septiembre se anunció, en un lugar muy sobrio y elegante, la Nueva Constitución, la del Bicentenario, la que borra la firma de Pinochet y pone término a la transición. La carta ciudadana que finalmente – al menos eso se nos señala- es fruto del debate y consenso social, de eso nos tratan de convencer, reformas que lavan la cara de la herramienta jurídica sobre la que ha descansado el modelo social, económico y político chileno en los últimos veinticinco años. Algo que provoca tantos espasmos de felicidad, que un editorialista de El Mercurio no pudo evitar gritar Ä„Viva Chile!



Por cierto que, posesionado en su rol de estadista, el Presidente nos explicó -para que nos quedara claro y sin lugar a dudas- que a pesar de esta gesta épica, aún hay algunos aspectos que hay que enfrentar a posterior, como el reconocimiento constitucional de los pueblos indígenas y la modificación del sistema binominal, claro, porque la reforma sólo lo hizo desaparecer de la carta magna.



¿Cómo? Bueno, es simple, ahora el sistema binominal está radicado en una Ley Orgánica Constitucional y en buen chileno, esto significa que el quórum requerido para modificarlo es exactamente el mismo que se requería para haberlo cambiado junto con el resto de las reformas recién promulgadas.



¿Entonces? Puede que luego de un vaso de chica picada no le haya entendido muy bien al Presidente: el sistema no se modificó, lo que importa en la Constitución del Bicentenario es que no está. No se lee, no está, es cierto, pero no desaparece ni el binominal ni la firma de pinochet



No importa mucho para la juerga patriota que el estatuto de derechos y sus mecanismos de protección no hayan experimentado cambios. Pero no se preocupe, especialmente, si usted tiene familia: podrá elegir donde van a estudiar sus hijos, qué sistema de previsión le apetece y naturalmente qué sistema de protección de salud le acomoda más y claramente, donde usted quiera trabajar o emprender una actividad económica.



Pero no se confunda, no le garantiza ni el derecho a que sus hijos tengan una educación digna, ni que usted y los suyos accedan una salud razonablemente buena ni menos, que cuando esté en edad de jubilar tenga una pensión garantizada que no transforme su vejez en algo miserable. Escuche bien, en todo caso usted puede sujetarse a un sistema más poderoso, el Ahorro Previsional Voluntario, sobre todo si usted -como yo- no tuvo clases de computación en el colegio y sus hijos si; claro, si aún éstos no tienen, no se preocupe, está fuera del discurso y las agencias de publicidad no tratarán de venderle un APV.



No se aflija por las vacaciones de sus niños, cuando se aburran de encumbrar volantines, no entiendan muy bien como funciona el enroque y el trompo les parezca francamente prehistórico, siempre podrá comer pop corn con alguna bebida cola permitida en un cine repleto de infantes. Si ve la foto de Allende, no está alucinando, piense que estamos en septiembre, gire la cabeza, verá la de Hitler.



Septiembre es Macondo. Cierto que nadie se va a comprar zapatillas North Star en la tienda del centro y los Robert Lewi´s ya no se venden como antes, pero todos están de alguna manera contentos, hay una euforia colectiva, hasta los candidatos se ven divertidos bailando un pie de cueca o moviendo el esqueleto, los más osados al ritmo de la reggeaton y si no sabe de qué hablo, quiere decir que usted ve poca tele y está algo fuera de la juerga, pero si eso le pasa, es lo de menos, Chile está bailando y así nos gusta, como reza un comercial de cerveza.



Pasamos de la semana en que todos vuelven a mirar con lejanía, distancia y prudencia lo que pasó el 11 de septiembre -el nuestro- a una en que todos están preparando el asado del fin de semana y por más que todos digan que el último día hábil iba a ser ordinario, lo cierto es que la jarana se democratiza: privados y públicos, udis y socialistas por igual a las dos de la tarde del 16 sacaron la vuelta; Chile estaba de cumpleaños, el Presidente anunciaba al día siguiente la Constitución del Bicentenario y el 19 la parada aplaudió al jefe de las Fuerzas Armadas y al Jefe de Estado. Un fin de fiesta memorable.



El martes 20 volvimos con algo de resaca, algunos en lo suyo, en lo de siempre; otros -quizás demasiados- a una rutina insomne, gris y sin esperanzas.



Viva Chile Mierda!!





Luis Correa Bluas. Abogado. Master en Derechos Fundamentales por la Universidad Carlos III de Madrid.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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