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No todos los discursos conducen a la Moneda


No todas las sumas llevan al mismo resultado, ni todos los discursos conducen a la Moneda. Sin embargo, como ha sido tradicional en todas las elecciones que he presenciado desde el 5 de octubre de 1988, otra vez se ha infringido esta premisa: los que ganan dan explicaciones y los que pierden dicen que estuvieron a pocos votos de ganar y en el noticiero de las nueve, dicen derechamente ganaron, total estamos en la tele.



Ya muy entrada la madrugada de 1988, el ahora diputado Alberto Cardemil anunció el triunfo de la oposición sobre la dictadura militar. Con todo, lejos de abandonar el poder formal y material, el derrotado dictador intentó imponerse como rector de los designios de todos los chilenos e impuso como herederos de su régimen a su ministro de Hacienda y al empresario Sebastián Piñera como jefe de campaña.



El primer cómputo que este domingo 11 de diciembre entregó el subsecretario del Interior -sin que fuera necesario exigírselo al gobierno- le dio la mayoría a la Concertación con una ventaja significativa en la elección de diputados y senadores y a su candidata presidencial, una distancia de 20 puntos sobre el candidato que la seguía.



El lunes -un poco más tarde de las diez de la mañana, con algo de resaca supongo por el café, cigarro y el exceso de sesudos análisis de unos y otros- el subsecretario Correa entregaba el cómputo final: la candidata de la Concertación alcanzó el 45,95% de los votos válidamente emitidos, seguida de Sebastián Piñera con el 25,41%, mientras que Joaquín Lavín obtuvo el 23,22% y Tomás Hirsch el 5,40%.



En la noche del domingo 11, el discurso del candidato Piñera fue uno: si usted suma mis votos con los de mi compañero de clase -no me refiero sólo a mi origen de cuna, sino a mis años en la Escuela de Economía de la Católica- somos más que la Concertación.



Hace sólo un mes, el ahora derrotado Joaquín Lavín, a propósito de la encuesta CEP, sostenía que si se sumaba su intención de voto, la de Piñera y la de Hirsch, el resultado era que entre todos eran más que la Concertación. Si usted realiza esa misma ecuación en una sencilla calculadora Casio, observará que la candidata de la Concertación obtuvo 45,95% de los votos y el resto de las opciones presidenciales sumaron el 54,03%. Si usted suma los nulos podría aumentar unos dos puntos y fracción.



¿Resulta válido este ejercicio?



Como yo, con mucha concesión podrá aceptar esta argumentación de sumar y restar las diversas opciones presidenciales y los nulos, concluyendo que dan un 8,08% más que el voto oficialista.



¿Este resultado permite sostener que esa suma es correcta? O dicho de otra forma ¿qué tienen en común esos factores puestos en su Casio?



La lógica más elemental nos indica que sólo es posible sumar factores con una identidad similar, de modo que un voto de derecha enquistado en el corazón más rico de Chile no es el mismo voto que tiene un partido de derecha cuyo nicho es el mundo popular, ni menos sumar dichos factores con la opción de protesta y corrección al modelo que expresan el candidato del Juntos Podemos Más y el 2,5 % de votos nulos.



Con todo, no resulta razonable que este ejercicio propuesto por el candidato Piñera omita la significativa mayoría alcanzada por el pacto de gobierno en las elecciones senatoriales, casi equivalente a la histórica votación del ex Presidente Frei Ruiz-Tagle ni tampoco considere el voto para diputados que obtiene la misma coalición, similar al resultado del No y a la del ex Presidente Aylwin.



No es posible ignorar la diferencia porcentual entre el voto nulo en las elecciones parlamentarias y el voto nulo en las presidenciales; son resultados diferentes, que pueden ser significativos a la hora de los análisis que se hacen por estos días.



Del mismo modo, no todo el voto comunista en las parlamentarias votó por Hirsch y ese diferencial perfectamente pudo ir a los nulos en la presidencial. Use nuevamente su calculadora Casio y observe la diferencia entre el 5,4% del candidato presidencial y el 7,40% que obtiene su pacto en las diputaciones: un 2% de diferencia.



Toda operación aritmética que podamos leer o bien realizar en nuestros ratos de ocio, no puede ocultar -como sucede en un partido de fútbol- que hay uno que gana y otro que pierde y en esta elección presidencial ganó la candidata de la Concertación y en las parlamentarias, los distintos postulantes de la diversidad que conforman su coalición -decés, pepedés, socialistas y radicales- ganaron holgadamente a los udis y erreenes. Después de 15 años en el gobierno, la coalición obtiene el 51,77% de las preferencias en las candidaturas a diputados y un 55,73% en las senatoriales y en esto no hay que engañarse, hay más de 15 puntos de diferencia con la Alianza.



Si la Concertación obtiene la mayoría de los votos en las parlamentarias y su candidata presidencial supera por 20 puntos al que salió segundo, ¿cómo se puede sostener que esta coalición perdió o empató?



En este partido jugado el 11 de diciembre, la Concertación ganó, claro, no con la contundencia de otras ocasiones para asegurar el triunfo en el primer tiempo. Desconocer que hay una disidencia que decidió manifestarse por la opción de Hirsch o través del voto nulo, sería una ceguera y una soberbia no tolerable, pero los comentarios del entre tiempo, permiten pensar que la protesta al modelo al menos ha sido escuchada. Para ser franco, también el 12 de diciembre de 1999 el entonces candidato Lagos escuchó la voz del pueblo, de modo que no tenemos razones para pensar en alguna sordera especialmente particular de Bachelet.



De modo que aunque parezca una obviedad, en la elección del 15 de enero sólo habrá dos opciones en juego y cada uno de los participantes, deberá hacer una oferta de ideas a los millones de chilenos y chilenas que deberemos concurrir a las urnas un domingo de verano.



Claro, no podrán omitir los resultados del 11 de diciembre, sería irresponsable. Por ello, el empresario Piñera, juega a dos bandas y sigue convocando a una nueva alianza, pensando que el voto DC lo podría favorecer y a la vez, suma a la UDI, tras la designación que hizo a su compañero de clase como jefe del comité político, ascenso significativo considerando la oferta para ocupar una jefatura de seguridad, que le hiciera hace sólo un par de meses. Claro, como estamos en campaña, este empresario liberal, con una manito del beato Escrivá de Balaguer ha convocado a una especie de cruzada contra la agnóstica y atea (sic) Michelle, sumando monaguillos de poca monta.



La candidata de la Concertación, en tanto, deberá comprender -y estoy cierto que lo hará – que hay muchos chilenos y chilenas a los que el desarrollo no les ha tocado la puerta, que desean un mejor porvenir para sus hijos y que se encuentran agobiados de tanta esperanza frustrada; no podrá desestimar que en enero del 2000 el Presidente Lagos fue electo con los votos de la izquierda.



¿Qué hacer?



No hay por cierto una receta mágica. Algunos le aconsejarán a Michelle que vaya por el voto DC, entonces la pregunta es: ¿éste se fugó o se piensa fugar?. ¿Es posible ver a Adolfo Zaldivar, Eduardo Frei, Patricio Aylwin o su hermano Andrés o al senador Andrés Zaldivar o a Jaime Castillo o a los ex ministros Edmundo Perez y Andrés Palma y tantos otros apoyando a Piñera e integrándose a un futuro gobierno suyo, con los mismos que encarcelaron a Gabriel Valdés o que no se sonrojaron con el atentado a Bernardo Leighton?.



Me parece que no.



¿La disidencia al modelo podrá pensar en votar Piñera para que se agudicen las contradicciones de clases?.



Sospecho que no.



Yo le creo a Michelle Bachelet cuando nos dice que desea ser continuidad y cambio. Y le creo simplemente, porque si gobierna, tendrá las mayorías necesarias en ambas Cámaras del Congreso -como nunca las ha tenido hasta ahora la Concertación- para desarrollar un programa de gobierno que apunte directamente a la derrota de una de las peores distribuciones de la riqueza y que instala como obstáculo al desarrollo la inequidad como punto de partida.



Ella nos llama a movilizarnos y claro que hay que hacerlo, pues este llamado sólo tiene sentido en la medida que comprenda que esa debe ser una condición permanente de una sociedad plenamente democrática y en consecuencia, sería irresponsable hacer ese llamado si luego piensa gobernar con la burocracia gubernamental, esa demasiado complaciente que corrió la noche del 11 de diciembre a leer el Cuerpo E del Mercurio.



En el partido que jugaremos el 16 de enero próximo veremos que Piñera no es más que la derecha conservadora y confesional que ha sido siempre, y la Concertación deberá demostrar que es el pacto diverso y plural que fue en su inicio y en el que tiene acogida también aquellos que no podemos dormir tranquilos cuando pensamos que un chico o una chica se está prostituyendo algunas cuadras más allá y que la compra de F-16 nos importa un carajo.



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Luis Correa Bluas. Abogado. Master en Derechos Fundamentales por la Universidad Carlos III de Madrid.




  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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