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Bolivia: Ni mitos, ni miedos, yo apuesto a Ibobobo


Tuvo coraje mi buen amigo Andrés Ajens, el poeta chileno que balbucea aymará e inspiró una carta hace algún tiempo de intelectuales chilenos y bolivianos para dejarse de mitos y miedos. Me deslizó un viejo texto subversivo: «Un puerto para Bolivia». Ahora, con el estilo «práctico» de la Presidenta Bachelet y de Evo Morales, más allá de quienes se inventan «demonios», las cosas avanzan; se puede hablar de «agenda amplia» y Evo quiere «relaciones», a lo que agregamos «aquí y ahora», como le enrostró Lagos a Meza. Nuestros presidentes algo «irascibles» tuvieron su rol; Meza cateteó con lo del mar y nos recordó «el vecindario», Lagos no tuvo miedo en ir al funeral del ex dictador Banzer, saludar a Evo y causar fervor en las calles de la Paz.



Atrás lo mitos. Un ex almirante, jefe de nuestra Armada, senador UDI, pide reponer el corredor que conversaron los dictadores el 76. Lavín abre puertas y descoloca a la derecha dura («halcones» y «palomas» hay en derechas e izquierdas, como algunos de mis colegas «concertacionistas» que no toleran «hablar con Bolivia»).



Está más claro que el problema del «corredor» es Perú, el que anuncia mega puerto en Tacna, y Arica- la loca ciudad de cultura de «trinchera»- empieza a preocuparse de su falta de apertura a su potencial de plataforma de servicios «trinacionales» (eso que Iquique ha jugado como identidad y narrativa).



No hay que ideologizar. Está claro que para Chile los tratados no se tocan, pero que otra cosa es que haya «compensación territorial» y se invente un «negocio redondo» para todos, de suma positiva, o como lo dice diplomáticamente el ex general Cheyre, «se pueden encontrar soluciones creativas». Y los bolivianos saben que estamos en una locura. Chile anuncia una nueva planta en el norte para importar gas natural licuado (GNL) desde las ultra lejanas Indonesia y Filipinas, por esa obcecación boliviana de no hacer negocios con Chile. Alarmas. Chile una isla en el barrio que pagará caro su «independencia energética» y Bolivia condenada a perder el más natural socio para dar valor a su energía y contar con recursos para el desarrollo. Evo y García Linera, su vicepresidente, como muchos otros, saben que lo del «mar» es un buen movilizador político, pero que «gobernando» es la hora de transformar las cosas para el bien. Es lógico; relaciones ahora, cooperación, negocios y colocar sobre la mesa las múltiples formas posibles con «compensación territorial para Chile». Es más, se puede avanzar sin que haya «negociación territorial». Al final, ellos lo saben. El mar es también un mito. Recuerdo que el país más desarrollado de África es Bostwana, lo que rompe dos prejuicios: no tiene mar y es homogéneamente de negros, mucho más integrado y desarrollado que sus vecinos sudafricanos. La clave; lo de siempre: trabajo, innovación, cultura de pago de impuestos, clases empresariales que invierten y no despilfarran, pacto social, instituciones que operan.



Pero le vendría bien un pedazo de mar a Bolivia. Sería como un espejo en el cual mirarse y no poder encontrar «excusas» para trabajar por el crecimiento, superando la pobreza y la exclusión.



Hay agua en la piscina. En Rancagua se vitorea la Big Band de Jazz de la Paz, liderada por el «rancaguino» Juan Pereira. En la Plaza de Armas de Santiago la gente se emociona con los grupos de bailes y diablada del Altiplano. Los «halcones» están al acecho, pero guardados, y las «palomas» saben que no se trata de corear «mar para Bolivia», sino que impulsar a los vecinos a que reestablezcan relaciones, clarifiquen la voluntad de Perú y de una vez coloquen sobre la mesa las «compensaciones» a Chile.



Hay que ser «creativos» y «cultos». Por ejemplo, es un mito que la única opción sea el corredor al norte de Arica- siendo la más aceptable «popularmente». También hay decenas de países que tienen «enclaves» territoriales en otras zonas, sin continuidad geográfica. En un cierto sentido, Chile y Argentina lo son. Aysén y Magallanes no se comunican por carretera con el centro y ya sabemos la suerte de los puentes. Los argentinos que van a Ushuaia por tierra, deben pasar a territorio chileno. Los ingleses tienen Gilbratar en Andalucía. Los españoles a Ceuta y Melilla en Marruecos, los gringos tienen un estado al norte de Canadá como Alaska y su enclave en Guantánamo en Cuba, etc, etc.



Puede, por tanto, Chile y Bolivia conversar «seriamente» otras alternativas entre el país hambriento de un pedazo de mar y de vender su gas, con el largo gigante del sur que necesitamos energía, liderazgo de buen vecino, agua para la gran minería y por qué no, una proyección al Amazona, a los llanos de soya del centro del continente o al Atlántico. Es más, puede incluso plantearse lo de zonas concesionadas no militares por 99 años (como esos contratos de arriendo-venta tan comunes cuando la «ley» no permite subdividir en el país de los «resquicios» y las «hipocresías legales»). Bolivia podría tener su puerto y playa en alguna caleta entre Arica y Tocopilla, y nosotros podríamos «expandirnos» desde la casi Polinesia (Pascua) hasta el Amazonas que nos lleva al Atlántico (vaya, el Chile ancho).



Especulemos. En vez del acuerdo de Charaña, inventamos el de «Charagua», entre los ríos Parapetí y Guapay, en la rica zona de Santa Cruz, cerca del Chaco. O acercarnos a Acre brasileño- donde mataron a Chico Mendes- y comienza la zona amazónica. Hay un pueblo de buen nombre, «Alejandría», entre los ríos Guaporé y Mamoté. Ahora, por cierto, un geopolítico, será más práctico: por eso me quedo con la zona de Ibobobo, cerca del Río Pilcomayo, por el cual se puede llegar navegando hasta Asunción y el mismísimo Buenos Aires, con el Atlántico interior en nuestro «dominio». Además, para los más codiciosos, Tarija está cerca con su gas que quiere respirar por poros integracionistas.



Eso es; zonas concesionadas a largo plazo, sin tocar soberanía, sin quedar sujetos a los vals peruanos, y que el tiempo construya confianzas. Pasaron siglos para que la inglesa Hong Kong se volviera china, y la portuguesa Macao completara su inculturación. Eso son los territorios, una historia diversa. Lo aprendí hace muchos años en el condado-enclave de Treviño. Hermanando Rancagua con Logroño, fui a conocer Alava, entre Navarra y la influencia vasca, pero de pronto entré a «territorio de Castilla- León, gobernada desde Burgos». Se remonta al 1288, cuando Juan II entregó ese territorio a Castilla aunque estaba «en otro Reino». Pero esa es otra historia. Pensemos en el calor húmedo de Ibobobo y en todo lo que podemos crecer en una amistad fecunda con Bolivia, sin estridencias, basada en negociaciones pragmáticas sin afectar soberanías y una cooperación que nos vendría bien. ¿Demasiado creativos?» Sin mitos, ni miedos», escribía un poeta en el Desierto de Atacama.



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Esteban Valenzuela Van Treek. Diputado PPD por Rancagua.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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