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Debate sobre la unidad


Se ha abierto debate sobre la unidad en el Partido Demócrata Cristiano. Sin embargo, los primeros juicios que se han emitido, por cierto, no son unitarios. En efecto, Ignacio Walter, interpreta la unidad como un ajuste en la conducción partidaria, el cual, expresamente, en su concepto debe excluir necesariamente a quienes hemos estado en un posición crítica, pero al mismo tiempo bastante constructiva, respecto de la forma y el modo como se ha estado conduciendo a la Democracia Cristiana, a partir del 1ÅŸ de mayo de 2006.



Para dicha exclusión, según el diario El Mercurio (página C3, Jueves 1 de febrero de 2007), se argumenta que dentro del concepto completamente relativo de unidad partidaria, no pueden estar aquellos que han ejercido el pecado mortal de haber ejercido el derecho fundamental a expresar sus opiniones e ideas. Así, Ignacio Walker, según ese medio de comunicación, no tendrían cabida en ese acuerdo «los pertenecientes al círculo más cercano al Senador Zaldívar». Ello se dice bajo el pretexto de que algunos opositores internos habrían amenazado formar bancadas paralelas y habrían hecho anuncios de sentirse expulsados del gobierno.



Refiriéndome derechamente al hueso del problema: entiendo a los diputados que, al pasar, dentro de una expresión crítica de desagrado y que incide en un tema de relaciones humanas y políticas, al interior de la bancada de diputados, hayan hablado de formar bancadas paralelas. Estoy cierto que dicha frase, fue sacada de su contexto; ya que ellos no pretendían, bajo ninguna circunstancia, actuar por cuerda separada, sino que, al contrario, sólo pretendían iniciar una discusión, al interior del partido, sobre las relaciones humanas entre los diputados de la Democracia Cristiana, pero siempre ajustados a las decisiones sometidas a la normativa estatutaria del partido Demócrata Cristiano. En consecuencia, no han tenido el propósito, ni menos han realizado conductas concretas en contra de la institucionalidad interna de la Democracia Cristiana. Más aún, quienes compartimos las críticas que se hacen seriamente a las decisiones políticas internas, en modo alguno habríamos estado de acuerdo en apoyar una bancada paralela. Sin embargo, a partir de dicho incidente, que no tiene otra interpretación que es la que hemos dado -una simple crítica- no se puede deducir lógica y naturalmente, una política dirigida, no a la unidad partidaria, sino que expresamente a la más abierta discriminación y segregación interna, como es la que propone Ignacio Walker. Por ende, él no ha propuesto una política unitaria; sino por el contrario promueve una política que va en contra de la unidad partidaria. Cuando se promueve tal tipo de política, explícitamente destinada a excluir a un sector importante interno de la Democracia Cristiana, realmente se está diseñando una estrategia en contradicción abierta con el espíritu constructivo con el cual que hemos venido trabajando, a partir del 1 de marzo, pese a que siempre hemos observado una sistemática exclusión.



En lo que se refiere, a la interpretación, que doña Ximena Rincón hace sobre el tema de la unidad partidaria: tampoco está ella en la dirección correcta, por cuanto razona, tal como sí la unidad ya se habría producido, y más aún la integración interna ya habría producido todos sus efectos, por cuanto en algunos organismos internos existiría una integración total: «La verdad es que tenemos integración total en todas las estructuras del partido» (Pág. C3, El Mercurio, 1 de Febrero 2007, Ximena Rincón).



Tanto Ximena Rincón como Ignacio Walker integran y trabajan con la mesa directiva; sin embargo, la primera dice, que la integración total ya se produjo, mientras que el segundo afirma que ella no se ha producido y, por ello, propone un acuerdo político estratégico entre Soledad Alvear y Eduardo Frei, que de integración tiene sólo el nombre porque excluye, segrega y discrimina abiertamente a toda la corriente interna del partido que lo único que consistentemente viene realizando es un debate sobre la necesidad de corregir, cambiar y rectificar el modelo, económico, social y cultural, individualista, neoliberal, ultracapitalista que se viene aplicando.



En consecuencia, ya nos podemos aproximar más a la realidad: no se trata de producir una integración interna, sino que lo único que se busca es profundizar la segregación y discriminación partidaria: a un lado, los que hemos hablada de la necesidad de corregir y modificar el modelo; y al otro lado, los que están por profundizar dicho modelo, adentrándonos en un neoliberalismo más intenso. Por eso se excluye expresamente en la propuesta de Ignacio Walker, a todos aquellos que en términos positivos y razonadamente hemos estado por promover una política de rectificación del modelo.



De los dichos de Ignacio Walker y de los comentarios que El Mercurio de Santiago hace en su edición del 1 de Febrero de 2007, en el sentido que: «no cayó bien en la Directiva de la DC el llamado que hizo el Presidente del Senado, Eduardo Frei, tendiente a abrir la mesa e integrar a otros sectores para así terminar con las constantes disputas internas entre los alvearistas y colorines»; se deduce que existe un serio conflicto interno en la Democracia Cristiana, respecto de cuya solución interna no hay acuerdo, entre quienes forman la actual directiva y quienes la asesoran. Pero en todo caso, queda claro que existe un propósito explícito de segregar y excluir a una tendencia interna, muy legítima, que ha hecho una fuerte crítica al modelo neoliberal.



La meditación que surge de todo este debate: Para integrar efectivamente a todo el Partido Demócrata Cristiano, es necesario predicar y practicar, con gestos, palabras y actitudes concretas la voluntad seria de hacer «integración». Para ello, en primer lugar, se debe comenzar por conversar, por dialogar, por hablar, entre nosotros mismos, entre los y las democratacristianos; y para conversar, hay que estar dispuestos a razonar en común, a intercambiar puntos de vista, a mirar al otro no como un enemigo o como un adversario, sino como una persona digna, que de buena fe, busca expresar ideas distintas y constructivas. Después de conversar, es menester un «darse cuenta»: un mirarse a sí mismo, un observar el medio y el entorno; hay que utilizar el lenguaje y éste mejor se expresa cuando se habla cara a cara. Si nada de esto se hace, y anticipadamente y se emiten juicios definitivos y condenatorios: «Ä„fuera los que discrepan de mí!», «Ä„fuera los que buscan corregir el modelo!»; no cabe la menor duda que no existe posibilidad alguna de producir el más mínimo grado de integración.



Ignacio Walker y Ximena Rincón, están caminando por una ruta equivocada. Segregar, discriminar y excluir a todo un sector del Partido Demócrata Cristiano, más temprano que tarde, provocará un cambio radical y profundo en la Democracia Cristiana. Nadie ha clavado la rueda de la fortuna: esta gira permanentemente. Lamentable es que quienes no se dan cuenta que la vida es así, lo único que hacen es sembrar vientos, para terminar después cosechando tempestades.



Pese a lo anterior, aunque se nos pretenda excluir, aunque se nos trate de discriminar, aunque se nos condene por conductas que jamás hemos realizado, seguiremos luchando por producir un cambio real y efectivo del modelo económico, social, político y cultural en actual aplicación; lo haremos al interior de la Democracia Cristiana, participaremos activamente en su congreso interno, lucharemos siempre, lucharemos en el Consejo Nacional, lucharemos en la Junta Nacional, lucharemos en las estructuras, comunales, provinciales y regionales, lucharemos en los medios de comunicación. Jamás nos cansaremos, lucharemos siempre, jamás nos daremos por vencidos. Tenemos la fuerza de las ideas; tenemos la fuerza y el vigor que nos da el humanismo cristiano. Jamás segregaremos y excluiremos a nadie; seguiremos pensando, aunque sea en un medio adverso, que es mejor y más grande el comunitarismo que el neoliberalismo. Estamos confiados que al final vamos a ganar, porque siempre la historia favorece a quienes buscan construir una sociedad más fraterna, más humana y más digna; jamás nos daremos por vencidos; siempre estaremos de pie; siempre estaremos con los brazos extendidos y con las manos abiertas; jamás estaremos con los puños cerrados; así vamos hacer comunidad e integración en la democracia cristiana.



Porque somos republicanos y democráticos jamás nos negaremos al dialogo, ni menos a conversar con quienes pertenecen al igual como nosotros a la comunidad de hombres y mujeres libres que constituye el Partido Demócrata Cristiano. Aún es tiempo para que quienes buscan exclusiones y discriminaciones, cambien. La vanidad, exceso de orgullo y la soberbia siempre son negativos. El camino de la verdad y la no violencia son siempre superiores.



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Hernán Bosselin, abogado y militante de la Democracia Cristiana

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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