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Obama, viento en popa


Los demócratas, y en especial Obama, tuvieron el sábado recién pasado una nueva exitosa jornada en la marcha hacia la Casa Blanca, en los estados de Louisiana, Nebraska y Washington. Y se aprestan a repetirla este martes en las primarias del rio Potomac, es decir, en Maryland, la capital federal (Washington, DC) y Virginia.



Mientras tanto, el movimiento conservador, la espina dorsal de los republicanos desde 1980, se resquebraja, dejando un cascarón vacío y sin brújula al partido mayoritario por más de un cuarto de siglo.



Las elecciones de mitad de período presidencial, en 2006, indicaron un realineamiento partidario en favor de los demócratas. Hoy, a los fiascos militares y a la redistribución regresiva del ingreso, se suma una crisis económica, cuyo epicentro es Wall Street, pero que afecta con mayor intensidad a los ciudadanos comunes, es decir, a la llamada «clase media».



Lo que sorprende es cómo se desgranó el choclo derechista. Su superestuctura era una plutocracia, apoyada en los intelectuales neoconservadores, que propugnan la militarización de la política exterior, y en los economistas libertarios a la Friedman, que nosotros bautizamos de neoliberales. Sus bases eran la derecha religiosa, en su mayoría evangélicos, y la pequeña burguesía (pymes), enemiga de todo tipo de impuestos. El puente lo hacían los televangelistas y comentaristas radiales de ultraderecha, que también son parte de la plutocracia.



En esta campaña presidencial desaparecieron rápidamente los candidatos plutócratas. Quedó McCain, cuya candidatura se dio por muerta en 2007, justamente por sus tensiones con la dirigencia y base del movimiento conservador.



También permanece Huckabee, con algunos éxitos, a pesar de que fue considerado un candidato testimonial y sin opción. La razón es que, si bien es troglodita, como todos los fundamentalistas (propone, por ejemplo, deportar de inmediato a todos los inmigrantes ilegales, una imposibilidad física y económica), también es un populista Sancho Panza. En un debate económico entre los precandidatos republicanos, dijo «no podemos seguir viviendo de los préstamos de los chinos» y «los ciudadanos prefieren votar por quien podría ser su compañero de trabajo y no por quién los despide», y dejó a todos boquiabiertos y en silencio.



McCain, el seguro candidato republicano, debe ahora cuadrar el círculo. Es independiente e irascible, sus cartas de triunfo ante la división conservadora. Su tarea, para tener una mínima opción, es mantener su base de votos, descontenta con Bush y los líderes conservadores, y lograr el apoyo de estos últimos, un muy posible abrazo de la muerte. Y que la mayoría ciudadana se olvide de su entusiasmo por la guerra de Iraq y la política de fuerza.



Además, lo vi hablando en el Comité de Acción Política Conservador. Y no hay espectáculo más lamentable que un político pretenda ser lo que no se es, salvo que sea un actor, y McCain no lo es. Y el sábado, Huckabee lo derrotó en dos de los tres estados en que hubo primarias republicanas.

El bergantín demócrata no corta el mar, sino vuela. Su proceso de nominación atrae muchos más votantes en las primarias y participantes en las asambleas, algunas de las cuales, por la afluencia de público, han debido transformarse en elecciones.



En la primera serie, de Iowa a Carolina del Sur, los participantes en el proceso demócrata era 75% más numerosos que en el republicano. También los superaron con amplitud el supermartes y después este sábado. En Missouri, por ejemplo, en que los votantes pueden elegir libremente en cuál primaria votan, y que es considerado un estado que indica los resultados de las presidenciales desde 1948, en la demócrata votaron 823.754 y en la republicana, 589.173 ciudadanos.

Hasta ahora no se puede decir con precisión quien será el capitán del barco demócrata, aunque hay una leve inclinación hacia Obama. La arremetida de este último, que agarró vuelo a fines de diciembre de 2007, fue detenida por Clinton en New Hampshire y, después, en el supermartes, cuando logró una mayoría mínima de votos populares, 0,4%. El sábado, Obama logró ventajas de 68 a 31 en el estado de Washington, de 68 a 32, en el de Nebraska, y de 57 a 36, en el de Louisiana. Y, en contra de todas las predicciones, el domingo ganó las asambleas demócratas en Maine.



En el mes de enero, además, Obama logró reunir 33 millones de dólares para su campaña, versus 13,5 millones de Clinton; con la diferencia de que los contribuyentes del primero aportaron cantidades de cinco a diez dólares (algo menos de 2.500 y 5.000 pesos) per cápita, mientras los de la segunda donaron cantidades muy superiores.



Obama es recibido por sus partidarios como si fuera una estrella del rock. Tanto es así, que algunos de sus admiradores, encabezados por Jess Dylan (hijo de Bob Dylan) y Will.i.am , líder del grupo Blak Eye Peas, más una docena de cantantes juveniles de moda, hicieron un video en blanco y negro, titulado Yes We Can (Sí, se puede) que combina música pop y un discurso en vivo y en directo del candidato, que ha sido todo un éxito y cualquiera puede ver y escuchar (más de tres millones lo han visto en YouTube). A la campaña de Obama le costó cero dólar.



Mientras tanto, Hillary Clinton parece cada día más un producto sintético, empaquetado por publicistas, con el agravante de que utiliza con disimulo la carta racista, pero sin mucho éxito. Los varones blancos, que apoyaban a Edwards, se trasladan a Obama, y entre los hispanos, a medida que se da a conocer, comienza a estrecharse la diferencia que le permitió a Clinton empatar en el supermartes.



Peor todavía, algo más del 70% de sus votantes también les gusta Obama, y viceversa, lo que si es muy positivo para las expectativas demócratas. La reacción de los Clinton fue cambiar a la jefa de campaña, sin reconocer que el problema son ellos.



Pese a todo, habrá que esperar el 3 de marzo, a las primarias de Texas, con alta votación hispana, y de Ohio, un estado industrial, las supuestas bases sociales de Clinton, para saber si la balanza se inclina a favor de Obama o sigue el empate.



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Iván Auger, consultor internacional

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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