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Frei sí, otro no.

Un especialista en comunicaciones advierte que Chile es un país de envidiosos y muy pocos votarían por una persona con la fortuna de S. Piñera. «La inmensa masa que gana 400 mil pesos no apoyará alguien con miles de millones de dólares», dice. Varios taxistas confirman que la envidia sepultará…


Por Juan Francisco Coloane*

 El slogan es simple y directo. Una disputa política por el cargo que sea siempre es una batalla. Era rítmico y enfático, se acoplaba al rito marcial de la época.

Es 1964, cuando la contienda presidencial era entre un candidato socialista, Salvador Allende Gossens y  otro transformado en la opción democrática salvadora, Eduardo Frei Montalva.

Eran los tiempos con dos potencias como la Ex URSS y EE.UU. invadiendo la política local en todo el planeta. Eran contiendas locales a medias, con  el acto electoral mediatizado al máximo por la implicancia de favorecer a uno u otro polo de poder.   

La elección de 1964, en los códigos de punta de los tiempos, fue encapsulada entre la dictadura (Allende), y la libertad (Frei). En la izquierda de la época era la lucha entre el socialismo y el sometimiento al imperialismo.

Eduardo Frei Montalva venció sólidamente con más del 16% de votos a su favor. En el registro (Comité Church), aparece que EE.UU. intervino para asegurar este triunfo, aunque las estimaciones señalaban que Frei vencía  de igual forma.

Era el «Frei sí, otro no» para salvar la democracia. 1964 no es el romántico y soñador 1968. Es un año brutal e ideológico hasta el oscurantismo. Se intensifica la guerra en Vietnam y aumenta la tensión racial en un EE.UU. que hierve y una ex URSS que se expande. Se reinician los golpes de Estado en la región. Caen Joao Goulart en Brasil  y Víctor Paz Estensoro en Bolivia. En la ex URSS Nikita Khrushchev el reformador, cae también y entra la dupla L. Brezhnev-A. Kosygin, iniciando la onerosa expansión soviética que les costaría el derrumbe.

No es un año de martingala. Los estalinistas y trotskistas que se disputaban la panacea del combate al capitalismo y que hoy pontifican en plataformas liberales, aterrorizaban el debate con un sospechoso desdén por Lucaks y Gramsci.

  En cierta medida ese ambiente quedó atrás, aunque la cultura de la confrontación dura se mantiene. Chile es un país de centro, exhibiendo uno de los más altos ingresos per cápita de la región, y con problemas cuyas soluciones comparativamente están al alcance de la mano.

Los dos candidatos en punta en la actual contienda presidencial, el senador Eduardo Frei Ruiz Tagle y el empresario Sebastián Piñera Echeñique, no cuentan con esa intromisión extranjera de 1964, aunque está la actividad de los lobby siempre omnipresentes en la mascada del poder. 

Chile en 2009 no dirime una situación límite como en 1964, y por el rasgo deslavado del debate respecto a la crisis económica 2008-2009 y los problemas del país, los temas de contenido programático en la contienda han sido absorbidos por el perfil el candidato. Hace mucho tiempo que en Chile y otros lados el contenido en las contiendas presidenciales ha sido sobrepasados por la mercadotecnia.

Un especialista en comunicaciones advierte que Chile es un país de envidiosos y muy pocos votarían por una persona con la fortuna de S. Piñera. «La inmensa masa que gana 400 mil pesos no apoyará alguien con miles de millones de dólares», dice. Varios  taxistas confirman que la envidia sepultará la posibilidad de S. Piñera. «No entiendo por qué quiere ser presidente si tiene tanta plata», dice uno.

Sectores de Santa Rosa paradero 34, no votarán por Piñera por encontrarlo distante. «No cae bien que exhiba su helicóptero», dice una mujer. «Es como echarle la millonada en la cara a uno», dice otra. Varios locatarios del Mercado «Persa Bío Bío» se aterrorizan por su  cierre con Piñera. «Es el político que arrasa», dice uno. Una médica que frecuenta este mercado comparte la visión de que  Piñera «puede arrasar con Chile, no sólo con los persas».

Un reportero de radio señala que no es envidia el tema, sino que el chileno no votará por un empresario. «El chileno vota por políticos que están en el Congreso. El que Piñera fue senador es pasado, y queda la imagen de empresario». Sin los votos de Gladys Marin, R. Lagos no habría sido Presidente ya que nunca fue elegido en votación popular, agrega.

Un académico piensa algo similar: «Desde Pedro Aguirre Cerda cuando se ordena el país pos recesión de 1929, los presidentes han sido especialmente senadores. Jorge Alessandri, se distingue como empresario, pero fue clave el ser senador al barajar su opción presidencial. Presidentes sin haber sido senadores son casos excepcionales. Pinochet, por golpe de estado. Michelle Bachelet, por carisma, y votos de la izquierda excluida, y Ricardo Lagos por el poderío de la Concertación y también por votos de esa izquierda. Si Piñera fuera senador tendría más chance», finaliza.

Unos profesores del barrio Independencia piensan que Frei refleja menor ansiedad, y que le tiende la mano a la Concertación que la derecha dura no regrese al poder.  Comentan: «Está  en otra etapa. Tal vez tenga nuevos apetitos pero no demuestra la obsesión que aleja»;  «Frei sólo debe hacerlo mejor que cuando gobernó, y en cuanto a los negociados sólo tiene que detenerlos. Con Piñera no se sabe»; «Respeta los protocolos. A esta escuela siempre nos llegó una invitación. El ser hijo de Presidente ayuda».        

Un empresario dice: «Votaría por Piñera si me hiciera ganar dinero como él lo ganó. ¿Será capaz de transmitir sus secretos? ¿Cómo va a hacer para que los pobres dejen de ser pobres y los que tienen tengan más?  Me intriga. Después del paseo por Santiago quedaba la sensación de que  «Frei sí otro no», como en 1964. El cosmopolitismo y estado del país no daba para soñar con Obamas.

 Sin las dos potencias disputando lo ajeno, sin el dilema límite aquel de libertad o dictadura, 45 años más tarde, con batallas pasadas todavía indescifrables, en otro contexto y con otros candidatos el argumento central es el mismo: Frei sí otro no, para salvar esta suerte de democracia.  

*Juan Francisco Coloane es analista internacional.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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