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Encuestas y encuestocracia

Carlos Huneeus
Por : Carlos Huneeus Director del Centro de Estudios de la Realidad Contemporánea (CERC).
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La calidad de las instituciones que hacen encuestas se pone a prueba en su capacidad para predecir el resultado. El año electoral es para los encuestadores como una olimpiada para los deportistas: participar en cada etapa, con la perspectiva de llegar a la final y no quedar a mitad de camino, como


Por Carlos Huneeus*

Las encuestas son un instrumento inherente a las democracias. Los académicos las usan para comprender las opiniones y actitudes de los individuos y explicar los cambios sociales y políticos. Los partidos recurren a ellas para determinar sus candidatos a las elecciones, empleándolas como sustituto de una de sus funciones de representación. Los candidatos las utilizan en sus campañas electorales para ver las preferencias de los electores y orientar su trabajo. Presidentes y jefes de gobiernos las aprovechan como termómetro para medir su popularidad. Los medios de comunicación recurren a ellas para influir en la agenda noticiosa con la finalidad de aumentar sus ventas y, en épocas de elecciones, no discriminan entre buenas y malas encuestas.

Chile ha producido históricamente pocas encuestas de opinión pública, a diferencia de Argentina, México, Brasil y Uruguay, en los cuales hay una larga tradición y se ha desarrollado una disciplina que ha alcanzado un alto grado de profesionalismo. Antes de 1973 fueron hechas por la Universidad de Chile y algunas empresas, y desde los años 80 han sido realizadas preferentemente por centros privados de investigación (CERC, CEP) y por algunas empresas de estudios de mercado, una disciplina distinta al estudio de la opinión pública.

En los primeros 15 años de la transición hubo escasas encuestas electorales y los medios de comunicación no hicieron sondeos regularmente. En las elecciones presidenciales del 2005 se produjo por primera vez un cambio, explotando el número de encuestas a 48 publicadas en los medios de comunicación sobre la carrera a La Moneda. Esto  contrasta con  las 14 encuestas en los comicios presidenciales de 1999 y se debe a que los dos principales diarios, La Tercera y El Mercurio, incursionaron por primera vez de manera regular en la producción de encuestas políticas.  Y los medios de comunicación las realizan para fines propios: influir en la agenda pública.

El aumento del número de encuestas no implica un fortalecimiento de esta actividad por su gran heterogeneidad: la mitad de las realizadas el 2005 fue telefónica, el resto fue cara a cara; la mayoría se hizo en Santiago, especialmente las telefónicas, y el tamaño muestral fue muy diferente, desde 400 entrevistas. Hemos excluido las realizadas por una universidad estatal de una región, hechas en las calles por estudiantes trasladados al efecto desde su sede matriz, sin usar muestras representativas de la población y, por ende, sin valor.

Las elecciones del 2009 indican que habrá más encuestas y con mayor heterogeneidad. No hay nada malo en ese desarrollo, pero los políticos deben ser cuidadosos en el análisis de sus resultados. No pueden ponerlas todas en el mismo saco, debiendo distinguir aquellas hechas por entidades que tienen una trayectoria continuada, de aquellas realizadas por entidades y personas sin experiencia en el tema.

Y la calidad de las instituciones que hacen encuestas se pone a prueba en su capacidad para predecir el resultado. El año electoral es para los encuestadores como una olimpiada para los deportistas: participar en cada etapa, con la perspectiva de llegar a la final y no quedar a mitad de camino, como los ciclistas en Beijing.

La profesionalización de la política debe ir de la mano de una mayor autonomía de ésta respecto de las encuestas, para evitar caer en la encuestocracia, que daña la calidad de la democracia porque significa que las decisiones se toman mirando las encuestas, no siempre de buena calidad, y no los intereses y necesidades de los ciudadanos.

*Profesor del Instituto de Estudios Internacionales de la Universidad de Chile y Director Ejecutivo de la Corporación CERC.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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