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Los dos enigmas de la Concertación

Alexis Guardia
Por : Alexis Guardia Economista. Universidad de Chile. Doctor en Economía. Universidad de Paris IX Dauphine
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En el seno de la Concertación existen dos enigmas que alimentarán el  futuro debate en torno a la reciente derrota  electoral, la que presumiblemente pondrá fin a un estilo de hacer política y a no  mirar de forma equívoca  la evolución de la sociedad chilena.

El primer enigma a resolver es ¿por qué un gobierno con un apoyo en las encuestas de 60% y su Presidenta bordeando el 80% no derrama nada electoralmente para la coalición de gobierno? Podríamos desmenuzar estas cifras y encontrar que un 40% de los que apoyaban al gobierno de Bachelet pensaban votar por el candidato de derecha, ¿significa ello que este gobierno y los anteriores de la Concertación  terminaron mimetizándose con las opciones fundamentales de derecha? Si así fuera el poner el acento en el “no da lo mismo” pierde todo sentido, sobre todo cuando la campaña  de la “coalición por el cambio” busca ocupar el centro político. Por cierto, esto requiere un análisis más en profundidad.

[cita]Pero lo grave es que en la gestión del  Estado, particularmente en el ámbito económico social, la Concertación fue quedando gradualmente cautiva de las ideas neoliberales o conservadoras.[/cita]

El segundo enigma es que habiendo la Concertación transformado en veinte años el país que heredó de la dictadura, no logró cohesionar su fuerza política y social en torno a los éxitos logrados para una gran mayoría. La experiencia de la Concertación termina con una fuerza fragmentada. Distinto hubiera sido si la Concertación  hubiese estado cohesionada en torno a un solo candidato elegido en primarias y después de un amplio debate.

Algunos han querido sacar de este segundo enigma la ingenua y apresurada conclusión de que  el fin de ciclo de la Concertación no se debe a sus gobiernos,  que lo han hecho muy bien, sino a las malas prácticas de los partidos que componen la coalición. Qué duda cabe hoy de la oligarquización de los partidos de la Concertación y de sus malas prácticas desde el gobierno que lo fueron alejando de la ciudadanía y congelando el debate de ideas en su interior. Pero de allí a separar a los partidos de la coalición de sus  gobiernos hay un paso sideral insostenible.

Los gobiernos de la Concertación, no obstante la importante obra que dejo tras sí, fueron en el transcurso del tiempo perdiendo  el norte y afectando con ello a sus partidos que nacieron a la vida política con el objetivo central de democratizar la sociedad.

En los inicios de la transición para darle estabilidad al sistema democrático emergente fue necesaria una política de acuerdos con el poder militar en retirada. Esta necesidad fue transformada poco a poco por la Concertación en una virtud a través de la búsqueda de consenso ya no con el poder militar sino con los poderes económicos y  las fuerzas de oposición en el Parlamento. Son estas últimas  las que  forman parte del juego democrático a condición que los logros de este consenso marquen también avances en la democratización de la sociedad. Sin embargo, es notable que cuando la Concertación logró mayoría parlamentaria no pudo o no quiso hacer uso de ella para viabilizar su programa de reformas. Tal vez otro enigma.

Pero lo grave es que en la gestión del  Estado, particularmente en el ámbito económico social, la Concertación fue quedando gradualmente cautiva de las ideas neoliberales o conservadoras. A título de ejemplo, en veinte años no se pudieron reformar  las normas (que en lo sustantivo fueron dejadas por la dictadura) que limitan la negociación colectiva, la organización sindical y el derecho a huelga  pues al interior de la Concertación de manera transversal se instaló la idea que ello significaría la captura del Estado por parte de los sindicatos como si el Estado no estuviera ya fuertemente capturado por el poder económico, particularmente el financiero, y además ello significaría proteger a los trabajadores que ya tienen un empleo y castigar a lo que buscan empleo. Argumento este ultimo usado a fines del siglo XIX en Europa para impedir la sindicalización.

Así, para muchos concertacionistas de gobierno y especialmente socialistas, ser moderno es ser liberal o neoliberal en lo económico. Los temas del desarrollo y la sociedad inclusiva, la reforma tributaria que en su ausencia hace que la redistribución de ingresos  no se financie con impuestos directos sino con los excedentes del cobre, se fueron perdiendo de vista. La alianza implícita del Partido Socialista con Expansiva (grupo tecnocrático neoliberal post-Chicago) en la gestión del gobierno de Bachelet quedará en los anales de la historia de este partido.

Este proceso gradual de pérdida de identidad de la Concertación en la acción gubernamental es un tema ineludible si se desea renovarla. La renovación es primero  en las ideas y ello solo surge de la crítica de lo existente  y del cómo se llegó a esa situación. Solo después de ello corresponde una necesaria renovación de las directivas de los partidos de la Concertación. Naturalmente en política lo razonable no siempre se acuerda con lo realizable.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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