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Un primer mensaje sin rumbo estratégico

Santiago Escobar
Por : Santiago Escobar Abogado, especialista en temas de defensa y seguridad
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Es posible que refleje el espíritu cosista que anima al Presidente, y su voluntad de llenar la agenda con muchos temas, como si su mandato fuera una especie de gerencia político social destinada sólo a realizar ajustes a un rumbo marcado por sus predecesores, con el cual parece estar completamente de acuerdo.


El Mensaje  del Presidente Sebastián Piñera resultó un documento programático mediocre, que confirmó la percepción de que el actual es un gobierno con muchas ideas, pero sin un proyecto de país ni prioridades estratégicas de largo plazo.

Son muchos los años que la derecha debió esperar para volver de manera democrática a La Moneda. Por ello llama la atención que este, su primer mensaje de gobierno, haya tenido la forma de un índice político de popularidad, con temas y medidas con las que pocos podrían estar en desacuerdo, pero haya carecido de un nudo central y una visión de futuro en su redacción.

Es posible que refleje el espíritu cosista que anima al Presidente, y su voluntad de llenar la agenda con muchos temas, como si su mandato fuera una especie de gerencia político social destinada sólo a realizar ajustes a un rumbo  marcado por sus predecesores, con el cual parece estar completamente de acuerdo.

[cita]El mensaje del Presidente tuvo la forma de un índice político de popularidad, con temas y medidas con las que pocos podrían estar en desacuerdo, pero careció de carácter estratégico.[/cita]

El Mensaje no tiene la mirada crítica y profunda que se suponía había elaborado la derecha en todos estos años de espera,  o un núcleo claro de ideas que guiarán las decisiones del gobierno de los mejores en los próximos cuatro años. La unidad nacional, el desarrollo o la modernidad son elementos retóricos que cohesionan de manera más bien leve el escenario político por la vaguedad de lo que verdaderamente significan.

El discurso no tiene afirmaciones que pudieran considerarse estratégicas al menos sobre cinco aspectos fundamentales del escenario  político luego de la última elección presidencial: el orden institucional del país; la innovación y el desarrollo productivo y tecnológico; el desarrollo medioambiental y de la matriz energética; la reforma educacional; y las relaciones exteriores y el nuevo escenario multilateral.

Uno de los mayores impactos del terremoto de febrero es el derrumbe del centralismo político del país. No es la responsabilidad ni la popularidad de tal o cual mandatario o autoridad lo que hoy se debate en las comisiones investigadoras parlamentarias o, incluso, en los tribunales de justicia, a raíz del terremoto. Es el hecho que, además de una deficiente gestión de crisis, la estructura del gobierno interior se desplomó, y surgió un requerimiento de regiones más autónomas y con mayores recursos para hacer frente al gobierno del país.

A la reforma del sistema binominal se agregó una demanda regional que va más allá de la simple elección directa de los intendentes. Hoy está planteado un requerimiento de federalismo o regiones más autónomas, que debe ser enfrentado a la brevedad.

En este aspecto y pese a que es evidente que el país marcha a una fase de bloqueo institucional en su régimen político a causa del centralismo y el sistema binominal, no hubo mención presidencial sobre su reforma.

Tampoco lo hubo en materia educacional, pese a los anuncios sobre liceos de excelencia, las pruebas SIMCE, el aprendizaje del inglés o el alargamiento de la jornada escolar. Ni una mención a como encarar la gestión digital del conocimiento, ni cómo ello impacta la malla curricular. Tampoco sobre el tipo de establecimientos que se requiere, la forma de funcionamiento, la formación docente o la reforma de la educación media y superior.

Un aumento de la jornada escolar en las actuales condiciones sería transformar los establecimientos educacionales en centros de detención preventiva si no se los dota de recursos y programas adicionales para apoyar el aumento horario. Agregar mediciones al SIMCE para arribar a un diagnóstico que todos conocemos es una pérdida de tiempo. Son los estándares mínimos de la educación, y su implementación y control por parte del Ministerio lo que falla, no su medición. La vida sana o el inglés en la educación empiezan en prebásica o básica para ser efectivos.  Hay que decidirse a implementarlos. Lo mismo con el manejo de las nuevas tecnologías.

[cita]La Concertación exhibe desconcierto a la hora de juzgar el discurso evidenciando que percibe el carácter de cambio del nuevo escenario ni cómo instalar una clara idea de oposición.[/cita]

La innovación y el desarrollo tecnológico, considerando que el país está perdiendo de manera acelerada su capacidad competitiva internacional, tampoco fue un núcleo novedoso y ordenado de ideas, pese a que el actual gobierno hizo en el pasado un pequeño caballo de batalla del tema.

En cuanto a obras públicas y los temas de conectividad, luego del desastre es natural la inversión para reconstruir. Pero se esperaba algo más  de fondo que lo obvio, considerando que, desde el punto de vista estratégico, el llamado núcleo vital de Chile prácticamente quedó en el suelo.

A la altura de la página 5 de su discurso, hecho el breve recuento de daños y desafíos el Presidente se  preguntó: “ ¿Qué nos falta? ¿Capacidad? ¿Territorio? ¿Mercados? Ciertamente no. ¿Nos faltan recursos humanos o naturales? Tampoco. Sólo necesitamos las ganas, la voluntad, el coraje y la unidad para lograrlo”.

[cita]La ausencia de temas valóricos o de reforma política dejó por el momento relativamente tranquila a la UDI.[/cita]

No es una mala noticia decir que lamentablemente se necesita algo más que coraje para enfrentar un nudo de temas estratégicos que están sin respuesta. Y que lamentablemente la letra chica del discurso presidencial, incluso en aquellos temas que concitan mayor unanimidad en el país como el término del 7% de cotización de salud a los jubilados, introduce condiciones y gradualidades que llevan a confusión.

Desde el punto de vista político, la ausencia de temas valóricos o de reforma política dejó por el momento relativamente tranquila a la UDI. Los viejos coroneles del gremialismo se abocaron de inmediato  a ordenar su postergada agenda frente a las elecciones internas, para enfrentar la oposición de la nueva generación.  La que siente que el talante cosista y distendido de Sebastián Piñera frente a la Concertación muestra una inclinación demasiado satisfecha hacia el centro, que les niega el proyecto propio.

La Concertación por otro lado exhibe desconcierto a la hora de juzgar el discurso, que la lleva desde el juicio favorable a la crítica puramente ideológica. Desacostumbrada el último tiempo a mirar con sentido crítico el rumbo de las cosas y satisfecha de sus éxitos pasados, se ha quedado en asuntos puntuales o clivajes doctrinarios en temas como la salud o la seguridad ciudadana, evidenciando que no termina de percibir el carácter de cambio del nuevo escenario ni instalar una clara idea de oposición.

El discurso es un hito muy menor, que deja sentada la idea de que, tal como dijo el Presidente, la emergencia no ha terminado, ni el gobierno tampoco terminó de instalarse. Por lo mismo, su agenda es noticia en desarrollo.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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