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Elegir carrera: difícil decisión en la que no hay derecho a pataleo

Valentina Quiroga
Por : Valentina Quiroga Ex subsecretaria de Educación
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A esto se suma el tremendo costo monetario de las carreras (uno de los más caros del mundo) y un sistema de educación superior prácticamente desregulado, en donde el Estado no garantiza que todos tendrán una educación de calidad; porque querámoslo o no, estudiar una carrera en la universidad A no es lo mismo que haberla estudiado en la universidad B.


Actualmente muchos estudiantes enfrentan una importante decisión: elegir la profesión donde esperan desempeñarse un periodo largo de sus vidas. La decisión es difícil porque está llena de incertidumbres que aumentan su complejidad. Por un lado, los estudiantes no siempre saben lo que desean estudiar, uno tiende a elegir dentro de lo que conoce y por lo tanto, el círculo donde uno se ha movido es determinante.

En este sentido, recomiendo que los alumnos miren qué carreras existen y traten de recoger la mayor cantidad de información y experiencia sobre ellas. Por  otro lado, los resultados de la elección de carrera se verán en varios años más. Aquí hay dos plazos relevantes, el periodo que se pasa estudiando y el tiempo que después se estará ejerciendo. Si bien una vez que uno ingresa a la carrera es posible obtener mayor información de lo que pasará en el futuro profesional, la educación superior tiende a ser, sobre todo en las universidades, un mundo muy alejado de la realidad laboral, que es donde finalmente sabremos si la decisión que tomamos años atrás fue la correcta. La distancia que existe entre la  decisión y los resultados que se derivan de ella, hace que la elección, a medida que pasa el tiempo, sea prácticamente irreversible.

[cita]No existe, ni está en los planes de gobierno, hacer una superintendencia para el sector en donde los estudiantes puedan reclamar.[/cita]

A esto se suma el tremendo costo monetario de las carreras (uno de los más caros del mundo) y un sistema de educación superior prácticamente desregulado, en donde el Estado no garantiza que todos tendrán una educación de calidad; porque querámoslo o no, estudiar una carrera en la universidad A no es lo mismo que haberla estudiado en la universidad B. Así, además de elegir una carrera, los estudiantes también deben elegir una institución y lamentablemente pagar el costo que el Estado les transfiere por no asegurarles una calidad mínima en su educación. Y el costo sí que es alto: podría ser fácilmente una o dos viviendas.

Por todo lo anterior, tener la mayor cantidad de información al momento de la decisión es tremendamente importante y el Estado juega un rol crucial en esto. Los jóvenes deberían tomar su decisión pensando en tres factores: su vocación, su futuro profesional e información institucional sobre la carrera que están pensando seguir y no entusiasmarse tan rápido con los múltiples ofertones.

Cada año en esta fecha somos testigos de una verdadera guerra de publicidad entre las instituciones de educación superior que, con campañas publicitarias atractivas y costosas e infraestructuras espectaculares, buscan atraer a los estudiantes. La última moda es ofrecer becas e incluso pagarle a los estudiantes para que ingresen a sus planteles (aunque no lo crea esto último es negocio).

Lamentablemente ninguno de estos fuegos artificiales les habla a los jóvenes sobre la calidad de la educación que recibirán. No existe, ni está en los planes de gobierno, hacer una superintendencia para el sector en donde los estudiantes puedan reclamar. El sistema de acreditación es la única herramienta que tiene el Estado para exigirles, a mi juicio, menos que lo mínimo a las instituciones y darles a los estudiantes una señal sobre la calidad de la carrera e institución que están eligiendo. Digo menos que lo mínimo, porque el sistema de acreditación aún no termina de consolidarse y ya ha recibido varios reparos, entre ellos, que existen conflictos de interés en su forma de financiamiento, en donde el que se somete a proceso elige a quien lo evalúa y le paga por ello. La OCDE ha alertado además sobre la carencia de estándares exigentes para obtener la acreditación a lo que se suma la falta de consecuencias reales para los que no resulten acreditados y que permita, por ejemplo, que hoy existan carreras de pedagogía no acreditadas a pesar de que el sello les es obligatorio.

Al respecto, le recomiendo a los estudiantes elegir instituciones acreditadas al menos por 4 años y en la mayor cantidad de áreas (hay 6 áreas en donde pueden acreditarse), porque una vez que elijan, no hay derecho a pataleo.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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