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Chile 2030: una creación colectiva

Ricardo Lagos Escobar
Por : Ricardo Lagos Escobar Ex Presidente de la República
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En el presente podemos pensar en dotarnos de una nueva Constitución, una definida de manera democrática y en consulta con la ciudadanía. Pero si eso es hoy posible, es porque ayer logramos eliminar todos los enclaves autoritarios (salvo el sistema binominal) que heredamos de la Dictadura.


Soñar nuestro futuro es un terreno fértil para el debate informado y para la generación de ideas. Así lo ha demostrado la viva conversación que se ha producido desde que lanzamos hace varias semanas la propuesta “Chile 2030: Siete desafíos estratégicos y un imperativo de equidad”. Nos  alegramos que ello haya ocurrido. Quiere decir que, más allá de las discrepancias sobre ese futuro, el intercambio de miradas y proyecciones sobre lo que esperamos de nuestro país en veinte años más era algo sentido como necesario por muchos compatriotas. No cabe, entonces, más que agradecer a todos quienes se han tomado el tiempo de leer, comentar y criticar la propuesta en las redes, los medios de comunicación y en reuniones presenciales.

Nuestra invitación, conviene reiterar, es abierta. El documento es una provocación, a partir de nuestras convicciones, pero que no busca ser el mapa definitivo de nuestro camino. Nos inspira que deje de ser “el documento de Lagos” y se convierta pronto en un documento en permanente evolución y cuya autoría sea colectiva.

En ese contexto, nos parece relevante abordar tres críticas que ha recibido la propuesta, con el afán de contribuir a seguir madurando el diálogo.

[cita]El nuevo pacto fiscal, la piedra angular de nuestro desarrollo futuro, hará posible políticas públicas que antes eran imposibles, ya fuera por falta de financiamiento o por ausencia de voluntad política de quienes hoy están en el Gobierno.[/cita]

En primer lugar, en varias ocasiones se ha mencionado que el documento no presenta ideas nuevas. Estoy de acuerdo parcialmente con esta crítica. Es efectivo que casi todo lo mencionado ha aparecido en algún momento en nuestro debate político nacional en las últimas dos décadas, pero retomar esas ideas y ubicarlas ahora dentro de una misma propuesta es la novedad. ¿Por qué? Porque estamos llegando al fin de una etapa en nuestro desarrollo, aquella en la que la desigualdad se ha combatido mediante la focalización del gasto. Diseñar la nueva etapa requiere revisar y priorizar nuestros desafíos como país, tarea en la que lo que hicimos, lo que no hicimos y lo que pensamos en el pasado cercano es una fuente de inspiración que debemos tener presente.

El nuevo pacto fiscal, la piedra angular de nuestro desarrollo futuro, hará posible políticas públicas que antes eran imposibles, ya fuera por falta de financiamiento o por ausencia de voluntad política de quienes hoy están en el Gobierno. Superemos de manera definitiva ese acto de fe del neoliberalismo que es la teoría del chorreo y hagamos de la equidad el eje creativo de nuestra mirada.

Una segunda crítica está relacionada con la política demográfica que proponemos. Aquí debemos ser claros: el punto de comparación son parte de las naciones más avanzadas. En todos estos casos, su desarrollo ha estado asociado a etapas de crecimiento demográfico sostenido y la permanente inversión en la formación de capital humano. Más población con mejores condiciones de vida está en la base de nuestro futuro. Es fundamental tener una discusión fundamentada, que contraste miradas sobre nuestro crecimiento poblacional, así como avanzar hacia una política migratoria abierta, que acepte, valore e integre en nuestro país a quienes lo han escogido para tener una mejor calidad de vida, contribuyendo de paso a enriquecer la diversidad de nuestra cultura. No querer ver esto, es limitar severamente nuestro potencial.

Por último, una tercera crítica ha sido la ausencia de temas, a juicio de algunos, insoslayables. Recogemos tres: descentralización, género y derechos humanos. Quizá no fuimos los suficientemente explícitos, pero esos temas están presentes. Atraviesan transversalmente los siete objetivos estratégicos y son parte del cómo estas propuestas debieran llevarse adelante. ¿Acaso es posible pensar en nuevos ordenamientos y regulaciones territoriales si estos no se construyen desde las regiones? ¿Se puede siquiera pensar en una nueva relación con nuestros pueblos originarios si no se hace desde el reconocimiento pleno de sus derechos humanos y sus tradiciones políticas, sociales y culturales? ¿Son posibles políticas sociales que generen mayor equidad sin reconocer que una de las mayores desigualdades de nuestro país es la de género?

Son tres grandes temas que debemos tener en nuestra mente cuando diseñemos nuestro futuro. En ellos avanzamos mucho desde 1990. Todos debemos sentirnos orgullosos de haber elegido a Michelle Bachelet como nuestra primera presidenta, pero las políticas de promoción de equidad de género no se agotaron con su elección ni su gobierno. Por eso, debemos mantener estos temas como guía de nuestra reflexión y proceder. Algo similar ocurre con los temas constitucionales. En el presente podemos pensar en dotarnos de una nueva Constitución, una definida de manera democrática y en consulta con la ciudadanía. Pero si eso es hoy posible, es porque ayer logramos eliminar todos los enclaves autoritarios (salvo el sistema binominal) que heredamos de la Dictadura.

Al terminar, reiterar la invitación. Chile 2030 debe ser un país más equitativo y justo si quiere ser un país más desarrollado. La pregunta es qué haremos y cómo aportaremos cada uno de nosotros para que esa creación colectiva ocurra.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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