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El bonus track de Allamand

Cristóbal Bellolio
Por : Cristóbal Bellolio Profesor de la Universidad Adolfo Ibáñez.
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Si con Allamand se repetirán el plato los emblemas del aliancismo clásico, con la ex presidenta serán los Andrade, Escalona, Girardi y Pizarro los que dispondrán del poder efectivo, lo que acaba de ser casi literalmente refrendado en la renuncia de Fulvio Rossi y Marcelo Díaz a la mesa del PS.


El ministro de Defensa Andrés Allamand ya está delineando la estrategia que debe conducirlo a la papeleta presidencial de fines del próximo año. Según informan los medios, la tarea imperativa en esta etapa pasaría por alinear al partido tras su figura y evitar a toda costa los desbandes internos. Para eso ya están trabajando sus parlamentarios más leales. Nada de ampliar la base, leer los movimientos sociales, incorporar nuevas generaciones o redefinir los márgenes ideológicos del sector. No, lo importante es ganar la nominación.

Si lo consigue y se convierte en el candidato único de la Alianza, Allamand habrá cobrado su derecho a bonus track, esa “pista adicional” que la política siempre reserva a quienes no tienen interés en abandonar el juego, similar al time extension que nos regalaban los flippers cuando uno estaba por agotar el tiempo en la carrera y pasaba por la meta segundos antes del final.

[cita]Todo parece indicar que en un eventual gobierno suyo los coroneles y la ex patrulla juvenil seguirán dominando el escenario y concentrando el poder. Esta fundada sospecha debería complacer a quienes quieren preservar el statu quo, pero debe rebelar a todos quienes esperamos asistir en los próximos años a una sustantiva renovación de los elencos políticos.[/cita]

Jovino Novoa señaló con sinceridad hace algunos años que si la centroderecha no ganaba la elección de 2010 su generación debía jubilarse por repetidos fracasos electorales. Pero Sebastián Piñera ganó y todos sus contemporáneos reclamaron la tajada que les correspondía en el botín. Por eso les pareció indignante que el primer gabinete estuviera dominado por técnicos y mozalbetes sin experiencia política.

A poco andar las cosas volvieron a su lugar y el Presidente se vio obligado a llamarlos a su lado. Junto con el propio Allamand llegaron los también senadores Evelyn Matthei, Pablo Longueira y Andrés Chadwick. En la pasada se afirmó Lavín y se sacrificó la sangre nueva. En el reciente sondeo para nombrar nuevo ministro de Energía la UDI no se perdió con sus propuestas: Cristián Leay y Julio Dittborn, dos de la vieja guardia.

Por lo anterior se hace plausible pensar que un hipotético triunfo de Allamand en las próximas presidenciales implica también un bonus track para su generación. Todo parece indicar que en un eventual gobierno suyo los coroneles y la ex patrulla juvenil seguirán dominando el escenario y concentrando el poder. Esta fundada sospecha debería complacer a quienes quieren preservar el statu quo, pero debe rebelar a todos quienes esperamos asistir en los próximos años a una sustantiva renovación de los elencos políticos.

En esto Allamand no es mejor que Bachelet. Ambos apuestan a la pax romana de sus respectivas tiendas para instalarse sin oleajes ni fuego amigo. En ambos casos, salvo consideraciones de marketing y táctica, la promesa real es desplegar las viejas redes. Si con Allamand se repetirán el plato los emblemas del aliancismo clásico, con la ex presidenta serán los Andrade, Escalona, Girardi y Pizarro los que dispondrán del poder efectivo, lo que acaba de ser casi literalmente refrendado en la renuncia de Fulvio Rossi y Marcelo Díaz a la mesa del PS. No es un juicio de valor, es la constatación de un hecho: el retorno de Bachelet, independiente de las simpatías evidentes que genera su nombre, es también el bonus track, el time extension de la antigua Concertación.

A principios de los 90, Andrés Allamand fue un ícono de la renovación política. Cargaba en esos años mozos con el coraje suficiente para desafiar a los tótems de su partido, a los poderes fácticos y al mundo conservador de la derecha. Es probable que algo quede de eso, bien detrás de una piel más dura y curtida por los avatares de la vida.

Muchos prefieren esta versión madura y aburguesada a la irreverencia juvenil y belicosa de otros tiempos. Sin embargo, es solo esta última la que tiene la llave emotiva para conquistar al nuevo electorado. El que busca colores en un sueño de país y rechaza el gris de las componendas tradicionales. El que se agotó de pistas adicionales y tiempos extendidos.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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