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Río+20: el desafío del Antropoceno

Marcos Orellana
Por : Marcos Orellana Director Human Rights & Environment Program Center for International Environmental Law (CIEL) Adjunct Professor, Washington College of Law.
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Este liderazgo contrasta con el discurso de wikipedia del Presidente Piñera ante el plenario de la Conferencia, construido a base de lugares comunes y que no explica por qué Chile en el último minuto se alía con países como Siria e Irán para excluir del consenso global los derechos reproductivos de la mujer.


El pasado viernes 22 de junio concluyó en Río de Janeiro, Brasil, la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Desarrollo Sostenible, así conocida como Rio+20.  Al inicio de la Conferencia, el Secretario General de la ONU presentó un breve documental titulado «Bienvenidos al Antropoceno», el cual describe visualmente cómo la presión de la humanidad está alterando los ciclos naturales del planeta.

La bienvenida al antropoceno hace eco del Informe GEO5 sobre el estado ambiental del planeta, elaborado por el Programa de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente (PNUMA) y presentado el pasado 6 de junio.  GEO5 concluye sin ambigüedades que la evidencia científica muestra que se están empujando a los sistemas terrestres hacia sus límites biofísicos.  GEO5 también advierte que las funciones vitales del planeta pueden sufrir cambios bruscos e irreversibles si la humanidad no cambia de inmediato sus hábitos.

Frente a la evidencia científica, el desafío del antropoceno en Río+20 se ha canalizado en negociaciones diplomáticas que han tenido lugar en la Sede de la ONU en Nueva York durante los últimos meses.  La conversación global ha estado enfocada en renovar compromiso político para fortalecer la implementación del desarrollo sostenible y para avanzar en dos temas centrales:  la economía verde y el marco institucional para el desarrollo sostenible.  Estas negociaciones se trasladaron a Río la semana pasada y concluyeron con un documento titulado «El Futuro que Queremos«.

[cita]Este liderazgo contrasta con el discurso de wikipedia del Presidente Piñera ante el plenario de la Conferencia, construido a base de lugares comunes y que no explica por qué Chile en el último minuto se alía con países como Siria e Irán para excluir del consenso global los derechos reproductivos de la mujer.[/cita]

Las ONGs en su intervención en el plenario al inicio de la Conferencia, sin embargo, han rechazado categóricamente el documento negociado por encontrarse «desconectado de la realidad».  Las ONGs reclaman que el documento desconoce las fronteras planetarias planteadas por la ciencia y no incluye mecanismos efectivos para cambiar el curso actual de desarrollo.

¿Dónde se encuentra el punto divergente entre el resultado de las negociaciones diplomáticas y las expectativas de la sociedad civil global?  Hay varias razones que explican la debilidad del texto negociado.  Primero, la dificultad de construir un vocabulario de equidad en la integración de políticas económicas, ambientales y sociales, que atraviese culturas, religiones e ideologías a nivel global, no puede ser subestimada.  Segundo, a los Estados nacionales que se reúnen a negociar les resulta difícil dejar de lado sus intereses particulares y acoger los retos planetarios que involucra el desafío del antropoceno.

Tercero, la falta de confianza entre el Norte y el Sur dificulta el diálogo.  La desconfianza deriva del incumplimiento de los compromisos asumidos por los países industrializados en la Cumbre de la Tierra en 1992, especialmente en relación con liderazgo, apoyo financiero y transferencia de tecnología.  Por último, la debilidad del documento se explica por la dinámica de las negociaciones, ya que se incluyen en el texto solo aquellos temas y lenguaje que reflejan consenso.  Frente al bajo nivel de ambición de los Estados, el denominador común resulta bastante bajo.

Es así como en las discusiones sobre el marco institucional para el desarrollo sostenible se dejan de lado propuestas para la creación de un Alto Comisionado para las Generaciones Futuras.  Asimismo, mientras se acuerda fortalecer al PNUMA, no existe consenso en dotarlo de herramientas fuertes, o en transformarlo en una agencia especializada.  Igualmente, mientras hay consenso sobre la necesidad de transformar a la Comisión de Desarrollo Sostenible, el nuevo Foro Político de Alto Nivel propuesto en el documento no contempla mecanismos para monitorear la implementación de las políticas de desarrollo sustentable a nivel internacional.  Durante las negociaciones de Río+20, la sociedad civil ha insistido en la necesidad de que el documento incluya mecanismos efectivos de rendición de cuentas que aseguren el cumplimiento de los compromisos adoptados en Río+20.  No hay sorpresa entonces en el descontento de las ONGs frente a la debilidad del nuevo marco institucional.

Durante el proceso de Río+20, la delegación de Chile ha impulsado importantes iniciativas, como la de un instrumento regional para implementar el Principio 10 de la Declaración de Río, relativo al acceso a la información, participación ciudadana y acceso a la justicia.  Durante las negociaciones, Chile también ha liderado dentro del G77, que dicho sea de paso es presidido por Argelia e incluye países con escasa tradición democrática, con su ejemplo de incluir representantes de la sociedad civil en la delegación.  Este liderazgo contrasta con el discurso de wikipedia del Presidente Piñera ante el plenario de la Conferencia, construido a base de lugares comunes y que no explica por qué Chile en el último minuto se alía con países como Siria e Irán para excluir del consenso global los derechos reproductivos de la mujer.

La sociedad civil global también ha expresado gran preocupación frente a la ausencia en el documento de un enfoque de derechos a la sustentabilidad.  Por ejemplo, si bien el texto reconoce el derecho a la alimentación, así como el derecho al agua y saneamiento, se ignora el derecho a vivir en un medio ambiente sano.  En atención a que el derecho a un medio ambiente sano es una herramienta clave para asegurar la integridad ambiental del planeta y avanzar hacia la justicia ambiental, su ausencia en Río+20 lleva a las ONGs a reclamar que el documento se encuentra desvinculado de la realidad biofísica global.

Hace veinte años la Cumbre de La Tierra adoptó el paradigma del desarrollo sustentable para hacer frente al desafío de la superación de la pobreza con políticas integradas que protegieran al ambiente.  Veinte años después, los datos científicos demuestran que el proyecto del desarrollo sostenible ha sido incapaz de revertir el curso de la degradación global.  Hoy, Río+20 anuncia la llegada del antropoceno y nos llama a tomar medidas urgentes para mantener la integridad ambiental del planeta.  Y sin embargo, el compromiso político reflejado en el resultado de las negociaciones de Río+20 ofrece apenas una pálida luz que no alcanza a iluminar el camino hacia el «futuro que queremos».

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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