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La peor herencia de la dictadura

Jorge Pizarro
Por : Jorge Pizarro Presidente del Senado.
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La política no es el debate de los cupos para las municipales, no es si debemos seguir las encuestas o ir a primarias, no debe ser la pelea por proyectos personales, ni menos si tal postulante eligió a tal o cual candidato para sacarse una foto. Política es lo que pensamos acerca de si debe haber lucro con la educación o no, es dar a conocer nuestra opinión acerca de si subir los impuestos a quienes más tienen para financiar mejoras en la calidad de la enseñanza, es saber si estamos de acuerdo tener una sociedad más tolerante, o si podemos darle mejores sueldos a los trabajadores.


La encuesta del Injuv sobre “Jóvenes y Política” causó estupor en los medios de comunicación y precisamente entre los círculos políticos. Esto de que el 73% de los jóvenes no pueda nombrar al menos 5 diputados y que más del 70% no sepa qué es el sistema binominal es preocupante. Tal vez los mismos resultados se pueden encontrar entre la población adulta, porque el desconocimiento y la distancia con la política no es patrimonio exclusivo de los jóvenes.

Lo que sí me provoca estupor es que el Gobierno, a través del Injuv, parezca solazarse con estos resultados en vez de estar desde ya diseñando políticas públicas que reviertan este proceso que, tarde o temprano, podría acarrear el colapso de la democracia. Por qué digo que el Gobierno se solaza con estas cifras. Porque ésta es la peor herencia de la dictadura: el miedo y la desconfianza hacia la política, inculcados a fuerza de represión, desapariciones, tortura y férrea propaganda, hicieron que hoy tengamos un evidente retroceso en la vida comunitaria, en donde el valor de lo colectivo es infinitamente menor frente al individualismo. Y hay que decirlo claro: la derecha más dura de hoy estuvo de acuerdo con ese diseño, lo alentó y aún cree y dice que la política es mala.

[cita]La política no es el debate de los cupos para las municipales, no es si debemos seguir las encuestas o ir a primarias, no debe ser la pelea por proyectos personales, ni menos si tal postulante eligió a tal o cual candidato para sacarse una foto. Política es lo que pensamos acerca de si debe haber lucro con la educación o no, es dar a conocer nuestra opinión acerca de si subir los impuestos a quienes más tienen para financiar mejoras en la calidad de la enseñanza, es saber si estamos de acuerdo tener una sociedad más tolerante, o si podemos darle mejores sueldos a los trabajadores.[/cita]

Este no es un fenómeno que venga de otro mundo, es lo que nos pasa como sociedad cuando se vocifera en que el debate, la posibilidad de disentir y tener ideas propias es algo contrario al Estado de Derecho, al orden y la prosperidad. De ahí, hay apenas un paso hacia la intolerancia, la descalificación y la violencia. En eso coincido con el director de Injuv: cuando los jóvenes no ven ninguna posibilidad de influir en el debate de los temas que les interesan, las tomas y la protesta asoman como espejismo del poder.

Es trágico, al mismo tiempo, que casi la mitad de los jóvenes nos anuncie desde ya que no va a votar en las municipales. Mucho de este divorcio entre el mundo político y ellos, podría resolverse si la juventud tomara un papel más protagónico en la toma de decisiones. El problema es que en ese cuadro, las decisiones seguirán tomándose en los mismos círculos de siempre y de eso también deben hacerse cargo los movimientos sociales, desde los estudiantes hasta el movimiento regionalista o el de las personas descontentas con el Transantiago.

El remedio al lastre que nos dejó la concepción dictatorial de la política es justamente tener más y mejor política. La política no es el debate de los cupos para las municipales, no es si debemos seguir las encuestas o ir a primarias, no debe ser la pelea por proyectos personales, ni menos si tal postulante eligió a tal o cual candidato para sacarse una foto. Política es lo que pensamos acerca de si debe haber lucro con la educación o no, es dar a conocer nuestra opinión acerca de si subir los impuestos a quienes más tienen para financiar mejoras en la calidad de la enseñanza, es saber si estamos de acuerdo tener una sociedad más tolerante, o si podemos darle mejores sueldos a los trabajadores. Política es decidir si vamos a permitir que el agua siga en poder de unos pocos que puedan pagarla o vamos al menos a debatir sobre cómo democratizarla.

“Propuestas”, “políticas públicas”, eso esperamos de un Gobierno y no una mera enumeración de problemas que ya todos sabemos que existen hace años. Si en el Injuv se dieron cuenta en 2012 de que los jóvenes ven pasar las decisiones importantes por el lado sin sentirse interpretados ni empoderados, entonces ¿por qué no dieron una conferencia de prensa para pedir el urgente fin del sistema binominal? ¿Por qué el Injuv no pide la restitución de las horas de Educación Cívica o más horas de Historia? Es que muchos de esos enclaves que no interpretan a jóvenes —y tampoco a los adultos— y que posibilitan la permanencia de abusos están donde están, gracias a esta herencia de la dictadura. Esta incongruencia del gobierno es al menos esquizofrénica.

Entendámoslo bien: Chile tiene la legislación que tiene en temas de educación, salud, previsión, minería, laboral y pesca, porque nunca la Concertación tuvo los votos para terminar con el empate ficticio que impuso la dictadura en su Constitución de 1980. ¿Nos faltó coraje para insistir? Sí, tal vez. Pero mientras en el Congreso permanezcan estas visiones anquilosadas de cómo debe ser la sociedad chilena, seguirá habiendo un descontento y una desconfianza abismal con nosotros los políticos.

El llamado es así de sincero: jóvenes, ¿quieren cambios? Empiecen por preguntar, comparar lo que piensa uno y otro. Así se puede juzgar lo que hemos hecho, lo que proponemos y luego tomar una decisión: votar. Así de simple.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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